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Un luchador de las ideas
Actualizado: 19:31

un papado para el recuerdo

Un luchador de las ideas

Hasta su adiós, el Pontificado de Ratzinger iba a ser recordado por sus preocupaciones ideológicas, su defensa de la razón y al combate al relativismo

11.03.13 - 19:31 -

Si hubiese tenido que responder hace unos días a la arriesgada pregunta de cómo caracterizará la historia futura al Pontificado de Benedicto XVI hubiese dicho que como el Papa de la batalla de las ideas. Pero el terremoto de su adiós lo puede cambiar todo. Hay hechos puntuales que marcan una vida. Es probable que este Papa sea conocido por su renuncia voluntaria, una decisión prácticamente sin precedentes que nos sorprendió a todos. Aunque mirando 'a retrorso' como dicen los italianos, por el retrovisor, una serie de indicios encuentran ahora explicación: la visita a la tumba de Celestino V, el Papa-monje que dimitió en el siglo XIII; las declaraciones a un periodista y las alusiones en un par de discursos a la posibilidad que un Papa dimita; la despedida de su fiel secretario, hace poco más de un mes, al nombrarle arzobispo. Cuando ayer leía en latín «por la edad avanzada ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino», la debilidad de su voz y el cansancio en su rostro corroboraban la verdad de sus palabras.

Una decisión personal de este estilo, «tomada ante Dios», merece todo el respeto, y suscita en mí una doble sensación. Me parece elogiable la conciencia de las propias limitaciones, no considerarse imprescindible y saber dejar el cargo. Los puestos vitalicios suelen acabar con el poder en manos de validos, en camarillas enfrentadas y conspiraciones palaciegas. Por otra parte no puedo dejar de pensar que en el cansancio del Papa ha influido la corrupción existente en la curia vaticana, que él conocía muy bien y pretendió atajar sin poderlo: el Vatileaks con la filtración de correspondencia secreta, las acusaciones de corrupción realizadas por el Secretario-Governatore de la Ciudad del Vaticano, a quien se quitó de en medio enviándole de nuncio a Estados Unidos, el espionaje en los mismos aposentos pontificios, el escándalo espantoso de abusos sexuales no atajados a tiempo, el cese fulminante del presidente del Banco de las Obras Pías. Los sectores más conservadores llevaban años de infiltración progresiva en la curia, a veces con muy malas artes y mucho dinero, controlando dicasterios, consiguiendo beatificaciones y canonizaciones, promoviendo cazas de brujas. El escándalo inaudito de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, solo puede darse en una estructura muy podrida. Ratzinger quiso acabar con esto, pero temo que las resistencias que ha encontrado han sido decisivas para que ayer dijese «me falta ya el vigor tanto del cuerpo como del espíritu».

Lo fundamental de la fe

El Papa Ratzinger será recordado también por su actividad al frente de la Congregación de la Doctrina de la Fe. De momento le acompaña la etiqueta de una firmeza doctrinal rayana en la inflexibilidad y por la parcialidad con la que trataba a las diversas ideologías. Pero el pontificado de Benedicto XVI se ha caracterizado por unas preocupaciones ideológicas muy claras. Afirmaba que «nuestra gran tarea consiste en sacar nuevamente a la luz la prioridad de Dios». Considera, probablemente con acierto, que el clima cultural hoy es muy diferente al del año 68 y la generación siguiente, más pragmática, también ha envejecido. Hoy debemos «hacer nuevamente visible el centro de la condición cristiana y, con ello, también la sencillez de esa condición cristiana». Consecuente con este plan su primera encíclica se titula 'Deus caritas est' y versa sobre el amor que caracteriza a Dios y, consecuentemente, a la vida cristiana. La segunda encíclica, 'Spe salvi', trata sobre la esperanza como el horizonte nuevo que abre la fe cristiana a la vida humana. Con un rango menor, el año pasado publicó un documento, 'Porta fidei', que suponía culminar el tratamiento de las tres grandes actitudes cristianas. En estos documentos se formula la vida cristiana de manera propositiva y abierta. La elección de los temas deja claro que Benedicto XVI desea reproponer lo fundamental de la fe cristiana.

También se ha hecho patente que la situación actual de Europa preocupa de forma muy especial al Papa Ratzinger. El cristianismo se fraguó doctrinalmente en contacto con el helenismo y, por eso, se juega su futuro en el diálogo con la Ilustración. Su formación agustiniana y las mismas experiencias trágicas del siglo XX, que han azotado singularmente a su Alemania natal, le hacen afrontar la ideología de la modernidad con notable pesimismo y gran sensibilidad a sus consecuencias más negativas. Reivindica la razón y combate el relativismo, al que considera una ideología decadente que lleva a la muerte. Yo mismo, en unos días que convivimos en El Escorial como profesores en un curso de verano, le oí reiterar que el problema de Europa es de carácter metafísico. Poco después Juan Pablo II publicó su encíclica 'Fides et Ratio' (1997): estaba claro quién era su inspirador. Para él una verdad entendida como consenso democrático no puede fundamentar sólidamente la vida social, sino que tiene que buscarse un orden natural previo. ¿Quién decide su contenido o el procedimiento para encontrarlo? Pero no es cuestión de entrar ahora en las discusiones sin fin a que dan pie sus postulados cuando se pretenden trasladar a la vida social. Ahora bien, también afirma que la razón, para ser fiel a su propio dinamismo, tiene que estar dispuesta a abrirse a la fe. No se anda con medias tintas y dice que asistimos a una «dramática lucha entre la secularizad radical y la fe decidida».

Hervidero vaticano

Ratzinger, afable y de apariencia frágil, es un luchador infatigable de las ideas. No se ha arrugado y ha mantenido debates públicos sobre los temas más candentes con pensadores de gran prestigio y que sostienen posturas diferentes a las suyas, con Habermas (sobre el fundamento de la democracia) y con Flores D´Arcais (sobre la existencia de Dios). La misma obra sobre Jesús en tres volúmenes, que ha realizado siendo ya Papa, pretende, en buena medida, contrarrestar un tipo de estudios modernos que le parecen perjudiciales para la fe cristiana.

La dimisión del Papa crea una situación inédita con muchos interrogantes, de los que señalo dos. Durante más de dos semanas vamos a vivir en la Iglesia una especie de interinidad, con un Papa que va a dejar de serlo a fecha fija. Supongo que en el hervidero vaticano se multiplicarán los movimientos. Es fácil que abunden las presiones sobre Benedicto XVI porque un guiño suyo sería decisivo en la elección del nuevo Papa. Ratzinger se retira para dedicarse a la oración y al estudio. Está claro que mantiene su lucidez, su estilo literario bello y claro, y que la falta de fuerzas físicas no afecta a su disposición a hacerse presente en el debate teológico y de las ideas. No creo posible que el Papa deje paso otra vez al teólogo. Pero su voz puede resultar ahora más interesante. La dimisión prestigia su persona y, curiosamente contra todas las previsiones canónicas, aumentará su autoridad moral.

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