Hace ya años que el Vaticano abrió la mano del estricto protocolo. Lo hizo para no incomodar, para que los recibidos en audiencia se sintieran a gusto vistiendo prendas que no les resulten ajenas. Pongamos un ejemplo: ¿alguien se imagina a Angela Merkel con un vestido largo y negro y una mantilla cubriéndole la cabeza? La canciller alemana vistió en la misa de entronización del Papa Francisco de canciller alemana. Pantalón y chaqueta. Vamos, iba como siempre va. Parece claro que no se leyó las recomendaciones de la Iglesia para este tipo de celebraciones. Como ella, la mayoría de asistentes. Solo los representantes de las Casa Reales mantuvieron el protocolo, se convirtieron una vez más en garantes de las buenas formas.
Hombres con chaqué y mujeres con la cabeza cubierta fueron los menos en la plaza de San Pedro. Y entre tanto tono oscuro, solo roto por corbatas de todos los colores imaginables, dos mujeres de blanco: la reina Paola de Bélgica y la gran duquesa María Teresa de Luxemburgo. Una tercera y una cuarta, la princesa Charlenne de Mónaco y la princesa Marie de Liechtenstein, también podría haber gozado de tal privilegio, concedido por el Vaticano a las reinas o consortes católicas. Ambas optaron por trajes de chaqueta negro, con la falda por debajo de la rodilla (precisamente, el Vaticano, en su aperturismo, da por bueno que los vestidos ya no lleguen hasta los pies.) Lo mismo que la princesa de Asturias y la de Orange: Letizia y Máxima vestían muy parecido, ambas con sencillas mantillas. Igual que la princesa de Mónaco e incluso la mujer de Mariano Rajoy, Elvira Fernández.
El único pero que se le podría poner a la princesa de Asturias es la elección de medias claras para una ceremonia de más alto rango. Tampoco optó doña Letizia por colocarse peineta, privilegio reservado solo para las españolas.
Cualquier cosa menos discreta acudió Cristina Fernández a la misa de entronización de su compatriota. La presidenta argentina eligió un abrigo negro con brocados en brillo y un sombrerito coronado con una gran flor. En su mano, un abanico, que abría y cerraba insistentemente.
La mayoría de los hombres eligieron el traje de todos los días. Se decidieron por chaqué el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, así como el resto de la delegación española. Mientras, los príncipes herederos de España y Holanda, Felipe y Guillermo, lucieron su traje de mayor gala, el de militar. Precisamente, uno y otro vistieron ese uniforme el día de sus bodas.