El Vaticano mastica ahora el periodo de Sede Vacante antes de que los cardenales se encierren en la Capilla Sixtina e inicien el cónclave, un espectáculo que siempre fascina. Dan Brown y sus clónicos toman apuntes para una narrativa que promete 'best-sellers' y grandes taquillas.
Tarcisio Bertone, genovés acostumbrado al mercadeo y a sortear grandes tormentas, vela sus armas. Es la hora del camarlengo, del custodio de las llaves de San Pedro, que tendrá en sus manos el Gobierno de la Iglesia en estas horas decisivas mientras se elige al sucesor de Benedicto XVI. Es un periodo de transición que se conoce como Sede Vacante. En este interregno, Bertone –nombrado camarlengo por el Papa en sustitución del riojano Martínez Somalo– está diendo el encargado de dirigir el Colegio Cardenalicio para los preparativos del cónclave y es la cabeza visible de la Iglesia hasta la elección del siguiente pontífice.
Por primera vez en 600 años, no se han guardado Novendiales, los nueve días de luto por la muerte del Papa. No se han celebrado rituales para certificar el fallecimiento del sucesor de san Pedro, ni exequias fúnebres. Pero el camarlengo ha tenido que sellar las estancias pontificias en espera del nuevo inquilino. Y también ha tenido que recibir a los responsables de la Curia vaticana para anunciarles que desde el minuto uno de la renuncia oficial de Benedicto XVI han cesado en sus responsabilidades. En la Curia cesan todos los cargos a excepción del camarlengo y el penitenciario mayor, que tienen que ocuparse de los asuntos ordinarios sometiendo al Colegio de cardenales todo lo que se refiera al Papa. Cuentan con la ayuda del cardenal vicario general de la Ciudad del Vaticano y del cardenal arcipreste de las basílicas. Tendrán que atender cualquier eventualidad, si bien su gestión se rige por el principio de 'nihil innovetur' (nada que innovar), según recoge el Derecho Canónico.
Bertone ha afilado su estrategia e influencia para mover voluntades y votos. Los cardenales –y muchos obispos– han comenzado a llegar a Roma para participar en el precónclave, las congregaciones o reuniones 'electorales' en las que se hablará de lo que necesita la Iglesia, sin programas concretos, pero con candidatos muy claros. Por si acaso, Benedicto XVI ya ha realizado algunos movimientos para dejar el camino lo más despejado y atado que ha podido.
Dos decisiones llamaron poderosamente la atención en los días previos a su retirada, ambas relacionadas con las finanzas vaticanas. El viernes 15 aprobó la designación del alemán Ernst von Freyber como nuevo presidente del Banco Vaticano, el controvertido Instituto de Obras de Religión (IOR), un puesto clave a la hora de administrar la cuentas de la Iglesia. En 2010 la justicia italiana abrió una investigación contra directivos del Banco –una institución caracterizada por su opacidad–, por violar las leyes sobre blanqueo de dinero. Benedicto XVI comenzó a cambiar las reglas de la gestión financiera de la Santa Sede y creó una Autoridad especial para luchar contra el lavado de dinero, una decisión con la que pisó algunos callos.
El día 23 de febrero, en una decisión sin precedentes, el Papa alejó de Roma a un colaborador de Bertone en la Banca vaticana. Monseñor Ettore Balestrero, subsecretario en la sección para las Relaciones con los Estados, fue nombrado nuncio apostólico en Colombia. Por los servicios prestados fue ascendido a arzobispo, pero degradado como hombre de confianza en la Secretaría de Estado. Considerado como el brazo derecho del camarlengo, el joven diplomático de 46 años era un valor en alza con una gran carrera por delante. También estaba etiquetado como cercano a los sectores conservadores de la Curia.
Y es que parece evidente que tras los muros del Vaticano se está librando una batalla soterrada por el poder. A los sectores más tradicionalistas no les ha gustado nada la histórica decisión de Benedicto XVI, al que habrían tratado de persuadirle para que diera marcha atrás. Ratzinger lo tenía muy claro. Chocó con un muro infranqueable y algo podrido y ha dicho basta. Las claves siempre han estado en la Curia. Precisamente un tema, el de abrir un proceso de descentralización y mayor colegialidad, que ya apareció con fuerza en el Concilio, si bien luego ha encallado. El Papa que llegó con unas obsesiones claras y concretas –como marginar la Teología de la Liberación– ha acabado con otras preocupaciones, con otros problemas, que ya los ha puesto sobre la mesa. Se han encedido las alarmas y ha colocado a la Iglesia en una encrucijada. ¿Por dónde van a tirar los cardenales? ¿Por dónde va a tirar la Iglesia?