Benedicto XVI ha dejado discretamente el escenario mundial después de un último adiós privado a sus cardenales y un vuelo corto a Castelgandolfo donde pasará la parte final de su vida "escondido del mundo". Manteniendo su habitual modestia y timidez no ha habido una ceremonia pública que marcase la primera renuncia papal en seis siglos, ni tampoco una declaración solemne que pusiese punto final a sus casi ocho años de Pontificado. Su última comparecencia ha sido un breve saludo a los vecinos y fieles que se han trasladado hasta la localidad italiana que ha servido durante siglos de residencia de verano de los Papas. "Soy simplemente un peregrino que inicia la última etapa de su peregrinaje (...) Gracias de corazón", ha dicho antes de desaparecer del balcón de la villa pontificia en una imagen para la historia.
"Ya sabéis que éste es un saludo distinto a los anteriores", ha advertido entre aplausos. "Con mi corazón, amor, oración, reflexión y todas mis fuerzas interiores seguiré trabajando para el bien común de la Iglesia y de la comunidad", ha señalado antes de dar su última bendición como Papa. "Gracias de nuevo. Y buenas noches" han sido sus últimas palabras en público como Sumo Pontífice.
Tan solo media hora antes, a las 17.07 horas, Benedicto XVI abandonaba el Vaticano a bordo de un helicóptero junto a su secretario personal Georg Gaenswein, quien le acompañará en su nueva vida. Se acababa de despedir de la Guardia Suiza y de sus más cercanos colaboradores, además del secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone y del decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano. Los dos cardenales que se repartirán el poder durante el interregno. Un momento para la historia que emocionó al propio Ganswein, que no pudo contener las lágrimas.
Antes, por la mañana, Benedicto XVI se había despedido personalmente uno a uno de todos los purpurados de la curia y los venidos a Roma para participar en el próximo cónclave que elegirá a su sucesor. Ante ellos, el aún Pontífice describía a la Iglesia como un "ente vivo" que se transforma y que nunca permanece igual: "Es un cuerpo vivo, animado por el Espíritu Santo". Ratzinger, al que se le ha visto en todo momento sereno, sonriente y relajado, en su discurso ha prometido "respeto incondicional y obediencia" a su sucesor, "que está entre vosotros", ha recordado. "Continuaré cerca de vosotros con las plegarias, especialmente en estos días, para que seáis plenamente dóciles a la acción del Espíritu Santo en la elección del Papa", ha asegurado.
La silla de Pedro, vacante
Cuando Joseph Ratzinger vuelva a poner el pie en el suelo del Vaticano, dentro de más o menos tres meses, lo hará como 'Papa Emérito'. Seguirá vistiendo de blanco, aunque con una sotana más sencilla que la de Pontífice y ya sin el anillo de Pescador ni el sello que utilizaba. Y también dejará de calzar sus llamativos zapatos rojos, que sustituir por otros de color marrón.
A las ocho de la tarde, el camarlengo, el cardenal Tarcisio Bertone, ha clausurado el apartamento pontificio con los sellos habituales así como el ascensor que lleva hasta él. Inmediatamente después, la Guardia Suiza ha cerrado las puertas del Palacio Apostólico, única señal externa de que Joseph Ratzinger, de 85 años, ha dejado de ser Papa. La silla de Pedro queda vacante y la Iglesia se sumerge en una incertidumbre extraña, desconocida desde hace siete siglos, la de esperar la llegada de su nuevo Sumo Pontífice con el anterior todavía vivo.
