PERDONEN LAS MOLESTIAS

Primates

Los parlamentarios agarran el BOE por la parte que más duele para arrojárselo al señor del escaño de enfrente

Imagen de una sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados IGNACIO GIL
Aristóteles Moreno

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Desde el pleistoceno , el ser humano ha utilizado toda suerte de herramientas para atizarse el cráneo . Los neandertales, sin ir más lejos, libraban sus litigios territoriales aporreándose el occipital con huesos de mamut. Blandían la estaca por un extremo y la proyectaban violentamente sobre la cabeza del adversario para arrebatarle las vísceras de un bisonte o expulsarlo de la orilla de un estanque.

Era dura la vida en el pleistoceno . Aún quedaban varias decenas de miles de años para que se instituyera el Parlamento como espacio civilizado de intercambio de garrotazos . Y hoy los homínidos ya no se sacuden con huesos de mamut para resolver sus diferencias. En eso la humanidad ha dado un paso de gigante, similar al que dio Neil Armstrong el 20 de julio de 1969 cuando descendió del Apolo 11 y pisó la superficie lunar.

Ahora los primates se arrean con el estado de alarma . A simple vista, las heridas provocadas por un hueso de mamut sobre el cráneo de un homínido son considerablemente más graves. Y, en algunos casos, mortales de necesidad. Al fin y al cabo, el estado de alarma es un simple instrumento legislativo mecanografiado en el BOE que habilita a las autoridades competentes para adoptar medidas excepcionales en casos excepcionales. Por ejemplo, la pandemia.

El mundo ha avanzado una barbaridad . Los primates parlamentarios ya no se manchan las manos cogiendo del suelo huesos de grandes mamíferos exánimes. No han culminado estudios de posgrado para semejante ordinariez. Ahora agarran el BOE por la parte que más duele para arrojárselo al señor del escaño de enfrente mientras las UCI de España colapsan de enfermos de Covid .

En estos catorce meses de dolor y muerte , hemos visto el estado de alarma volar de una bancada a otra de las Cortes Generales con una fiereza que no recordábamos desde que el homo sapiens declaró la guerra a los neandertales en aquel momento decisivo del planeta. En eso, los homínidos somos la hostia en verso. Transformamos un instrumento para salvar vidas en un arma para aniquilarlas en un santiamén.

Casi mejor hubiera sido seguir atizándonos con huesos de mamut .

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