Tenía para este martes la idea, más que meditada, de dedicar las presentes líneas a la recién finalizada Semana Santa y, por qué no, realizar de paso un guiño a la próxima Feria del Caballo, más cercana que nunca tras concluir la Semana de Pasión. Sin embargo, este domingo todo ello se desmoronó de un soplo, cual castillo de naipes, cuando pasado el mediodía, recibía la llamada de mi entrañable amigo Fernando García, comunicándome el fallecimiento de un viejo buen amigo.
La noticia, de entrada impactante, fue subiendo de tono cuando llegada la noche acudí al Tanatorio de esta ciudad para reencontrarme -maldito reencuentro-, con todos los que como yo, alguna vez hemos tenido la suerte de gozar de su amistad. Y por si aquello no bastara para que furtivas lágrimas comenzaran a asomar por mis ojos, ayer por la mañana de nuevo regresé al Tanatorio, esta vez para despedir a un viejo buen amigo, periodista de profesión, de nombre Juan Andrés García, que a sus cuarenta y cinco años de edad ha dejado este mundo que nos ha tocado vivir.
He de confesar que tuve la gran suerte de compartir muchos y buenos momentos con él, en aquellos años que juntos pasamos en Canal Sur Radio: programas, reportajes, transmisiones de Semana Santa, especiales desde las diversas ferias de nuestra comarca y un largo etcétera. El destino quiso que este cronista dejara aquella emisora, a la que Juan Andrés continuó ligado con su peculiar forma de ser y esa voz tan personal, que por siempre llevaré entre mis recuerdos. La última vez que tuve la oportunidad de departir con Juan Andrés, fue poco antes de las fiestas navideñas y de nuevo ante los micrófonos de Canal Sur, a donde él me había invitado dentro de las actividades conmemorativas del veinte aniversario de dicha emisora. Pasar juntos unos minutos de agradable tertulia, -cuya grabación conservo a buen recaudo gracias a Santiago, otro de mis viejos buenos amigos-, hizo que por mi mente se pasearan todos los buenos recuerdos que conservo de aquella emisora, de todos los compañeros y, como no, especialmente de mi viejo buen amigo Juan Andrés.
Sé que para todos ha sido un enorme mazazo el que Juan Andrés, en la plenitud de su vida, haya abandonado este mundo. Las lágrimas, los sollozos y los abrazos vistos y oídos en los pasillos del Tanatorio, así me lo han confirmado. Afortunadamente para quienes, como es mi caso, creemos en el más allá y en la existencia de un Dios justo que nos dará una vida eterna, la muerte de Juan Andrés, dentro de su extrema dureza, es menos grave, pues siempre nos quedará el consuelo de saber que algún día nos reencontraremos en las inmensidades celestiales, donde a buen seguro habrá una réplica de los estudios de Canal Sur, una copia de la Plaza de las Angustias y del bar El 27, y en ella, algún amable camarero que seguro estará encantado de ponernos dos copitas de oloroso fresquito.
Permítanme terminar hoy estas líneas enviando mi más sincero pésame a su familia, a los compañeros de Canal Sur (mis viejos buenos amigos), a la profesión periodística y a quienes, como yo, hemos tenido la suerte de compartir un trozo de la existencia terrenal de Juan Andrés, pues como vaticinaba Gabriel García Márquez: «Sólo entonces comprendí que morir es no estar nunca más con los amigos...».