El Nástic no rompió el hechizo de Chapín. La tradición venía diciendo que el estadio jerezano tenía que vivir un nuevo ascenso, y así fue. Para los visitantes es una bendición, un campo talismán, y para los jugadores y aficionados locales es una auténtica maldición. En los últimos años han aprendido de primera mano cómo se celebra un ascenso a al fútbol más elitista de España. El Nàstic se incorpora ahora a esa lista en la que ya se encontraban Levante, Celta y Cádiz, mientras que a los xerecistas les restriegan en su propia casa una celebración con la que ellos se habían ilusionado, soñado e incluso planificado.