Artes&Letras / Libros

Seres fabulosos, fantasías sin cuenta

El burgalés José Antonio Abella recrea en «El hombre pez» la leyenda popular de la localidad cántabra de Liérganes sobre la que escribió el Padre Feijoo

José Antonio Abella ICAL

NICOLÁS MIÑAMBRES

El comienzo, in medias res, no admite dudas: en mayo de 1679 «Cuatro pescadores que regresaban a puerto afirmaban haber descubierto en medio del golfo (…) a un hombre que nadaba en un grupo de delfines». El náufrago sólo conoce una palabra, «Liérganes», y otras tres palabras precisas: «pan, vino, tabaco». Con este planteamiento narrativo, la existencia de un hombre pez, José Antonio Abella escribe esta novela, aludiendo a un discurso histórico del Padre Feijoo.

Tal vez la trama no sea lo esencial de la narración: cuatro partes sustentan la marcha del contenido, sujeto a un riguroso ritmo, basado en la progresión literaria. Desde las órdenes clericales hasta el vulgo llano, pasando por la visión legendaria y la popular, todo colabora en el desarrollo de un planteamiento dinámico, transformado en páginas excelentes, con un cierto sentido de crítica.

En el primer bloque narrativo, el clero es la representación caricaturesca y profana de las órdenes religiosas. La segunda nos ofrece la vida del protagonista, Francisco de la Vega, «natural de Liérganes, Cantabria». Su formación siendo un niño se narra en la tercera parte, en tierras de Bilbao, experiencia en la que aparece la gran importancia del agua y la relación con los delfines, origen de pasajes narrativos muy bellos. El delfín es la realidad del afecto que requiere el niño: «Un delfín y un hombre pez. Dos seres solitarios reunidos por el destino o el azar de aquella mañana de septiembre».

Cuatro partes sustentan el contenido, sujeto a un riguroso ritmo, basado en la progresión literaria

Todo desemboca en una sensación feliz: «Una gavilla de tablas mal atadas. Un delfín que permanecía a su lado. Las primeras estrellas. El deseo de vivir». Y llegamos al final de la leyenda, en el capítulo IV, «Memoria de Fray Juan de Rosende», con cinco subcapítulos que explican la clave del enigma del hombre pez, aprovechando la técnica del manuscrito encontrado. Cruzaremos la Ruta de la Plata, describiendo sus hitos geográficos especiales. Y el caminante llegará a Liérganes, donde se aclara la aventura de Francisco de La Vega, el protagonista, gracias a la ayuda de fray Diego de Santander.

Todo termina en una actitud de entrega: «En manos de su madre lo dejé, y en mi mano ha estado el escribir su historia pasada, dando por bueno y verdadero todo aquello de cuanto fui testigo». El apartado 5, «Una carta», escrita por don Juan Fernández de Isla a fray Juan Rosende aclara mínimos datos argumentales. Y no olvida el misterioso párrafo que cierra la obra, sabiendo que, a los tres días, desaparecieron los delfines, aunque… con una curiosa compañía. He ahí su bello final y su misterio.

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