La historia del Juan Sebastián de Elcano estará siempre ligada a la Bahía de Cádiz, porque en ella se gestó su nacimiento y porque en ella recala todos los años para su revisión y puesta a punto para un nuevo crucero de instrucción.
El proyecto del Elcano encarna una de las épocas de esplendor de la industria naval en Cádiz de la mano de los empresarios vizcaínos Echevarrieta y Larrinaga, que guiaron los designios del astillero de la capital desde 1917 y hasta 1951.
Más de tres décadas de prolífica producción que arrancó con el Gadir -en la imagen-, el buque considerado desde entonces número uno en la serie de la factoría gaditana.
Con 113 metros de eslora, la majestuosa embarcación dispone de una autonomía de 13.000 millas y mueve garboso por aguas internacionales sus más de 3.700 toneladas. Botado el 5 de marzo de 1927 y entregado a la Armada Española un año después, ha visitado a lo largo de su historia más de 200 puertos, ejerciendo de embajador en más de 70 países, navegando más de un millón y medio de millas náuticas, y dando más de diez veces la vuelta al mundo.
A mediados del pasado mes de julio, el buque finalizaba su último periplo marinero. El día 21 llegaba a Cádiz tras finalizar su LXXXV Crucero de Instrucción y era recibido por el almirante de la Flota y otras autoridades en el muelle Ciudad del puerto gaditano.
De allí partió a las pocas horas hasta su base, el Arsenal de La Carraca en San Fernando, donde dos semanas después saltaba la noticia del alijo de droga; 127 kilos de cocaína, que son 127 certeros disparos a su línea de flotación.
Y es que el 'barco blanco', como de forma parece que premonitoria lo bautizó hace tan sólo unos meses un documental catalán, es «como un hijo para los gaditanos». Eso sí, como a todos los hijos, «lo seguiremos queriendo por muchas tonterías que haga».