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SEGUNDO PUENTE

Preparados para el impacto en 3, 2, 1...

Día 24/09/2015 - 14.11h

Trabajadores, vecinos y comerciantes del entorno hablan de sus expectativas

Apenas 24 horas antes de que el magno puente quede abierto al tráfico, un enorme trailer quedó varado en la avenida Juan Carlos I. Transportaba, con fatigas, un gran autobús acristalado. Uno de esos vehículos largos, pegados al suelo, llamados jardineras o lanzaderas, en las que los pasajeros suelen ir de la terminal del aeropuerto hasta el avión. Con frontal y trasera blancos, con paredes transparentes. Pensado para contemplar el exterior y traído expresamente desde la capital del reino para que las autoridades lo puedan usar en la polémica y esperada inauguración.

Se estropeó la grúa que lo cargaba en borricate desde Madrid. La Policía Local tuvo que desviar el tráfico mientras el bicho esperaba asistencia. Un señor entrado en años, parado con su ciclomotor en un semáforo, a diez metros de la escena, miró el autocar y entendió sin explicaciones para qué lo iban a usar. Miró a los policías que rodeaban el bus y les gritó sonriendo: «¡Bien empezamos!».

Porque todo el mundo, en especial los vecinos de Extramuros, vive con expectación la jornada de hoy. Será de las recordadas. La capital gaditana, la Bahía, vive una de sus transformaciones más trascendentes. Muchos hábitos cotidianos pueden cambiar desde hoy. Todos recordarán la primera vez que lo pisaron (con neumáticos) y lo cruzaron.

Hay que trasladarse al 28 de octubre de 1969 para encontrar algo parecido. Hace 46 años, cuando se inauguró el puente Carranza. Quizás, a marzo de 2002, cuando concluyó el soterramiento de la vía férrea que cortaba en dos el istmo de Cádiz. Todos han visto lo que ocurrió con el primer puente (activó el tramo Cortadura-Puertas de Tierra en 20 años como no había sucedido antes) o con la creación de la avenida Juan Carlos I (conexión física y social de media docena de barrios populosos). Ahora, cabe esperar otros efectos positivos o molestos. Inmediatos o paulatinos. Los que sean, empiezan hoy. Como el bromista de la moto, todo el mundo está al tanto, todos los que viven o trabajan en Cádiz y Puerto Real están mirando, al tanto.

Cualquier vecino de Cádiz con más de 50 años lleva toda su vida con este proyecto a cuestas. Lo ha escuchado desde pequeño. Algún día se hará otro puente. Alguna vez empezarán las obras. Ya empezaron. Se inaugura para el Doce. O para el 13. Que sea el 15. Planes, parones, polémicas, ocho años de obras. Debate vecinal sobre cómo debía conectar el gigante con la ciudad. Ministros que pasaron y titulares en cadena. Un otoño tras otro. Hasta que llega el día. Comienza la nueva etapa. Afectará a todos los que habitan en Cádiz, a los que pasan por Puerto Real, El Puerto y la capital con cierta asiduidad. Pero los vecinos, comerciantes y trabajadores de los barrios más cercanos (Astilleros y Barriada de La Paz) recibirán el mayor impacto. Su pequeña ilusión o sus temores pueden servir para entender los que tienen otros.

Ida y vuelta

Manuel Crespillo es un operario de una planta industrial de Puerto Real de 45 años. Su casa es el mejor observatorio posible del segundo puente. En la avenida de la Bahía número 31. En la octava planta del edificio que forma la curva con la avenida de Huelva. Palco privilegiado sobre el gigante. Llega un día del que ha hablado mucho: «La mayor alegría es que terminen las obras. Siempre son molestas, los ruidos, la suciedad. Ha sido un pelín larga». Su tiempo de desplazamiento entre casa y trabajo se va a recortar mucho, admite. Como broma, recuerda que en su familia hay vecinos de Puerto Real que trabajan en El Corte Inglés. Tendrán la misma ventaja pero en dirección opuesta.

Sobre las expectativas como ciudadano, admite tener «ilusión» en que el puente sea «un motor de arranque para la ciudad, para que vengan más visitantes. Aunque tengo mis dudas de que realmente ocurra». Los temores a la apertura de hoy están en tráfico y aparcamiento: «Espero equivocarme pero me da la impresión que el paso de coches y camiones será muy denso, lento, por la cantidad de rotondas y semáforos en poco espacio. Y será más difícil aparcar en una zona ya saturada. Al menos, que no haya accidentes».

El que trabaja en el epicentro

A medio kilómetro de ese domicilio trabaja a diario Manuel Bustillo. Es monitor de un gimnasio muy frecuentado, que abre 24 horas todo los días del año. Acude mañana y tarde hasta el centro del barrio de Astilleros y está convencido de que hoy cambian muchas de sus rutinas. Y de sus clientes. Lamenta que no haya llegado antes: «Me he pasado casi siete años en Puerto Real dando clases y he perdido mucho tiempo en los atascos que se formaban antes de que pusieran el tercer carril en el puente Carranza. Tiempo que he perdido y ya no vuelve. Este nuevo puente va a producir un impacto positivo en los que nos desplazamos por la Bahía. Llegaremos antes, sin atascos -espero- y tendremos más tiempo para dedicar a la familia, al ocio, o llegar sin estrés al trabajo».

A la hora de los temores, señala la rotonda: «No tengo muy claro si va a funcionar y si Cádiz va a poder soportar tanto tráfico». Como añadido, le sale la vocación deportiva: «No estaría mal que se contemplara la posibilidad de poder utilizar la bici por el puente Carranza».

El vecino tipo

José Manuel Ramos representa a una familia frecuente en el barrio de Astilleros. Casado y con dos hijos, se desplaza a diario hacia su trabajo en otra zona de la ciudad, sin salir de su término municipal. Se declara «ilusionado con una fecha histórica. Supone un hito. Celebro que finalice la obra -bastante molesta para el barrio- y estoy orgulloso del sacrificio de todo el vecindario por el bien de Cádiz».

Los beneficios que espera se resumen en que «indudablemente facilitará la salida al resto de la provincia, la entrada de los que viven en la Bahía. Se ganará tiempo, ya no será forzoso hacer el recorrido hasta el puente Carranza. Eran 20 minutos añadidos como mínimo. Confieso que estoy ansioso por cruzarlo, aunque sea por la típica novelería gaditana». Las prudencias las centra en «el enlace peatonal del paseo marítimo bajo el puente. Y los atascos están garantizados en la rotonda, tanto en dirección a la avenida de la Bahía, con un solo carril, como por la avenida de Las Cortes. Eso, a priori parece mal diseñado». Como su vecino anterior, se acuerda de los ciclistas: «Me parece fatal que el puente nuevo no disponga de carril-bici».

El comerciante

Leandro Taddía es un joven empresario que abrió hace dos años, con notable éxito, una terraza en el paseo marítimo de Astilleros, junto a la piscina. Las mesas de su «chiringuito urbano» miran hacia el nuevo puente y ofrece una de las mejores vistas. Admite que espera público durante la jornada de inauguración «e incluso el fin de semana. Las familias se darán una vuelta para verlo». Las expectativas que tiene con la apertura son positivas: «Creo que este nuevo paseo marítimo está infravalorado. Muchos clientes que tengo, cuando vienen, dicen que no lo conocían aunque viven en Cádiz. Ahora, mucha más gente verá esta zona y podrá descubrirla. Creo que tiene mucho potencial».

Este argentino afincado hace años entre Cádiz y Chiclana es optimista respecto al puente: «A futuro, me interesa. Creo que le interesa a toda la zona, a toda la ciudad». Los posibles inconvenientes que encuentra son distintos a los del resto del vecindario: «Mi negocio está alejado de las avenidas y no me afectará tanto que el tráfico sea más denso. La eliminación de aparcamientos en la carretera industrial sí que puede fastidiarme. Los clientes ya se quejan de que es muy difícil aparcar por aquí. Si quitan esa zona de aparcamiento, como ha dicho el Ayuntamiento que hará de forma provisional, todavía será más complicado».

Mayores y niños

Rosa García López es una pensionista de 68 años. Asume a diario el papel esencial de cuidar a sus nietos mientras los padres trabajan. Su punto de vista es el de peatón y paseante. «Me da un poco de miedo que cruzar por estas calles y por la avenida se vaya a complicar. Ahora hay muy poco tráfico pero imagino que ahora entrará mucho más. Pasear por aquí ya no será tan tranquilo, tan agradable. Habrá que estar más pendiente a los chiquillos. Cuanto más cerca del puente, más peligro».

El aspecto positivo lo centra en los demás, en el resto de vecinos: «Imagino que los barrios de por aquí tendrán más paso, más ambiente, que ahora se quedan muy vacíos en las horas de trabajo. Eso animará los negocios, abrirán cosas nuevas y espero que haya algún puesto de trabajo más. Ojalá, que hacen mucha falta».

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