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Culmina una vendimia «sorprendentemente buena» con 76 millones de kilos de uva
Actualizado: 10:09

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Culmina una vendimia «sorprendentemente buena» con 76 millones de kilos de uva

Día 13/09/2015 - 10.09h

Chiclana apura la recolección que se espera de «buena calidad» y con un grado medio de 11,5º

En ese suelo gris y árido la vida se abre paso. Contrasta con el verdor de las hojas, con el dorado del fruto que espera pacientemente. Este será el día, ni uno más. El elegido para que las propiedades sean perfectas. Y, allí, en esa tierra suelta y seca hunden sus rodillas los jornaleros chiclaneros. Sus rostros morenos y cuarteados por el sol, su ropa empapada en barro y sudor, su fuerza transportando las espuertas repletas por los surcos de las cosechas, contrastan con la delicadeza con la que manejan el objeto de su trabajo.

Agachados cortan con mimo el racimo de uva de la vid, lo amontonan y van a la siguiente parra. Sin prisa, pero sin pausa, ya les quedarán uno o dos jornales en la viña de Bernal en Chiclana. Dirigidos por el capataz Antonio González, son diez de los centenares de jornaleros que han hecho posible el primer eslabón de la vendimia en el Marco de Jerez. Ya apuran la faena en los campos chiclaneros, mientras que en el resto de la provincia, la recolección ya terminó días atrás. En total, las previsiones apuntan a 76.000.000 kilos de una uva de «buena graduación y calidad». Una cosecha «sorprendentemente» próspera y que superará en 10.000.000 kilos de uva molturada al año anterior, según apuntan desde el Consejo Regulador del Marco de Jerez.

Será Chiclana la que confirmará la previsión cuando los últimos cooperativistas culminen el trabajo en sus tierras. De hecho, ahí radica el mayor encanto de Chiclana. Mucho antes de que Emiliano Zapata gritara aquel grito revolucionario de «la tierra para el que la trabaja», la localidad sabía de buena tinta lo que era eso. Porque para Chiclana el hoy es igual que el ayer. Esos jornaleros de la viña de Bernal son un ejemplo más de ese extrarradio salpicado de pequeñas viñas insertadas entre viviendas irregulares.

Allí, en un septiembre suave Antonio González a sus 60 años revive la tradición. Controla que los jornaleros rindan, mientras él mismo hace lo propio. Reconoce que conoce «el campo desde chico», pero el 'boom' urbanístico le llevó a la construcción. Hace unos años volvió a la vendimia como hombre de confianza de dos cooperativistas. A simple vista, sabe que «la uva viene buena». Y lo cierto es que Chiclana no puede quejarse de los caldos que genera. Sus temperaturas templadas por la costa dan lugar a un fruto de gran calidad. Es precisamente esta suavidad en el clima la que hace que la localidad sea de las últimas en recolectar.

De paso, da trabajo a centenares de chiclaneros a los que no se le caen los anillos, mientras recolectan agachados la uva en la forma más artesanal y ancestral de la vendimia, sin máquina que medie en la recolección. Entre esos jornaleros, un perfil se repite: la mayoría proceden de la construcción y consiguen «tirar adelante» con jornales de unos 50 euros. Es el caso de Javier Manzano (49 años), Manuel Avecilla (42 años) o Miguel Guerrero (38 años). El segundo no duda en calificar el trabajo de «duro», pero faena «en lo que salga». Y ahí está en la vendimia para mantener a su familia. Sabe de la dureza del campo que se quedará atrás con él: sus hijos «ya vuelan solos en sus estudios de informática y telecomunicaciones». Guerrero también se emplea en lo que le echen. De hecho, ya anda barruntando qué hará tras la vendimia: «He trabajado en la construcción, cuidando caballos... Después de la vendimia buscaré otra cosa».

Su esfuerzo de sudor y vid es el primer paso de un largo camino. En Chiclana, los viñistas unen sinergias en la Cooperativa de Viticultores Chiclaneros y su bodega que aglutina a 160 cooperativistas que componen el 90% de las viñas de la localidad. Hasta allí van y vienen constantemente pequeños tractores y paqueteras que alivian su carga amarilla y oro para que se inicie de inmediato su primer prensado y los siguientes procesos que llevan a la uva a convertirse en el preciado mosto. Ese prometedor líquido que mutará en el mejor fino. La mayor parte, se vende a bodegas más grandes de Jerez que completan así su producción. Otra parte, se queda en Chiclana, en las Bodegas Cooperativa para completar el ciclo como Fino Chiclanero. Manuel Manzano, presidente de la Cooperativa, reconoce la calidad alcanzada este año, sumada a una amplia cosecha que hace vaticinar futuros buenos caldos.

Buenos datos

Su opinión no dista de la de Beltrán Domecq, presidente del Consejo Regulador que lo tiene claro: «La cosecha de 2015 ha sido sorprendentemente óptima, con una lluvia buena en el pasado invierno, pero muy poca en la primavera y un mes de julio muy caluroso. Ha dado como resultado una producción muy buena de uva, con un grado medio de 11,5º Baumé, una acidez equilibrada y un estado fitosanitario magnífico. En resumen, esperamos un vino 2015 de muy buena calidad, gran estructura y de buen equilibrio». De hecho, a fecha del 11 de septiembre el Marco de Jerez llevaba recolectado 75.365.263 kilos de uva molturada. De ellos, 49.267.253 kilos han sido recolectados en Jerez, 12.021.725 en Sanlúcar, 9.157.530 en Trebujena, 9.157.530 en Chipiona, 1.418.770 en Chiclana, 304.680 en El Puerto y 87.005 en Rota.

Las cantidades distan de las cosechadas en 2014 que llegó a sumar 66.809.615 kilos; aunque se queda lejos de la genial cifra de 2013 en el que la buena pluviometría llevó a recoger 82.069.035 kilos. Como explica el Consejo Regulador, las primeras uvas de la variedad palomino -la predominante en la Denominación de Origen- empezaron a molturarse en una fecha temprana, el 3 de agosto, «como consecuencia del calor extremo registrado durante el comienzo del verano». Posteriormente, las temperaturas relativamente suaves de la segunda parte del mes provocaron una ralentización de las actividades, a la espera de que la uva fuera alcanzando el grado óptimo de madurez.

Y esa conjura de calor y frescor ha traído esa uva que sabe a puro oro líquido que ya terminan de recoger en Chiclana esos jornaleros del campo gaditano. Esos hombre de pies de tierra, tez morena, manos ásperas y corazón honesto que, un año más, surcan los campos con su costo y su herramienta bajo el brazo. Mantienen viva una llama, una tradición, una prosperidad modesta, mientras cantan ese ancestral conjuro del campo andaluz: «Gracias a nuestros amos que nos lo dan porque nos lo ganamos, permita Dios que yo lo vea: como nosotros estamos, nosotros siendo amos y ellos trabajando».

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