Dedicarse a la política es lo que tiene. Que automáticamente una fuerza divina extrasensorial se apodera del cuerpo del ser electo o por elegir y lo dota de una sabiduría especial -inalcanzable para el resto de la humanidad- que claramente le indica qué es lo que quiere el pueblo, lo que reclama la ciudadanía, la gente. Aquí no hay distinción de siglas. Se da en todos los partidos. Le ocurrió a Susana Díaz, cuando aseguraba de forma tajante e inapelable que ella sabía lo que querían los andaluces. Todos. Los de Almería, los de Bornos y los de Motril. Le ocurrió también a Aznar, que estaba convencido -gracias a esos poderes divinos- de la existencia de armas de destrucción masiva y que todo español estaba deseando entrar en guerra para acabar con ellas. Le ocurre a Artur Mas, quien no duda que los catalanes quieren ser solo catalanes. Nada más. Y nada menos.
Y por supuesto, ocurre con los políticos de Podemos. De un modo aún más patente si cabe, pues ellos vienen de abajo, del pueblo mismo. No son casta, por lo que sus poderes incluso se manifiestan antes de dedicarse a la política. Durante la fase previa, la del activismo militante, ya dan muestras de ese don especial. Tenemos los gaditanos la fortuna de que en nuestro ayuntamiento contamos con varios de estos visionarios, liderados por el alcalde José María González. Pero sin duda, el más claro ejemplo de ello es el concejal Martínez de Pinillos, quien fue capaz de ver antes que nadie que el pueblo gaditano clamaba por unas barbacoas del Trofeo que ocuparan toda la playa. De punta a punta. De la Caleta a Cortadura. A tutiplén. Ahora, en una nueva y magistral muestra de clarividencia, ha desvelado que el pueblo de Cádiz vive sumido en la angustia desde que la final del Falla no acaba a las siete de la mañana, como antaño. Y ya se ha puesto manos a la obra para apaciguar nuestros desvelos.
También su partido ha recogido el clamor popular que rechaza de plano la construcción de un aparcamiento en la plaza de Sevilla. Es obvio que todos los ciudadanos así lo han manifestado cada vez que han tenido la oportunidad. Un clamor popular en toda regla. Lo mismo da que el Pleno del Ayuntamiento, que a todos representa, lo haya aprobado. La ciudadanía, la gente, no lo quiere. Ellos lo saben. Y no se hable más.
No creo que lleguemos nunca a entender por medio de qué fenómeno paranormal logran los políticos meterse en nuestras mentes y adivinar nuestros anhelos. Quizá son capaces de percibirlos si lo deseamos mucho, como los niños con los Reyes Magos. Así que, con el fin de facilitarles la labor, quizá debamos empezar todos a repetir mentalmente nuestros verdaderos deseos para la provincia de Cádiz: planes de empleo, estrategias para atraer inversores, mejores servicios sanitarios, mejores servicios educativos, mejores servicios públicos en general... Repitámoslo. Mucho. A ver si de verdad se enteran.