En Pamplona no para todos son días de fiesta; en la segunda jornada, la basura forma ya auténticas montañas y la calle de la Estafeta tiene que quedar perfecta para el encierro. De ello se encargan 150 personas en toda Pamplona, custodiados por la policía para evitar problemas con la gente borracha. Los hay que apuran los últimos tragos y que no ven la hora de marcharse a casa. La Policía intenta controlar el desmadre para que la fiesta acabe en paz. La madrugada sorprende a los que duermen en la calle. San Fermín, el santo ajeno al desparrame pasea junto a los pamploneses más devotos. Los gigantes...