Inglaterra da otra oportunidad al gin

Las destilerías inglesas se multiplican tras autorizarse la producción a pequeña escala, prohibida tras la «locura de la ginebra» del siglo XVIII

Los fundadores de Sipsmith, la marca que revolucionó el mercado del gin ABC

LUIS VENTOSO

«La ebriedad de la gente común es universal. Todo Londres está atestado de gente borracha de la mañana a la noche», anotaba a mediados del XVIII el chambelán del Rey. A finales del siglo anterior, la guerra con Francia había vuelto sospechoso el brandy galo. La alternativa patriótica de los ingleses fue la ginebra, un invento holandés. La moda causó furor. El auténtico opio del pueblo. En 1730 se bebían en Londres 45 millones de litros de gin al año, 63 por cabeza. Los precios de los alimentos habían bajado por las buenas cosechas y el vulgo destinó los peniques extra al alcohol barato. En las peores fórmulas incluía ácido sulfúrico y cal y causaba ceguera.

Londres perdió la cabeza. El fenómeno fue llamado «La locura de la ginebra» . Disparó el crimen, la prostitución, los desórdenes y la mortalidad en los partos. La embriaguez rápida ayudaba a olvidar el frío y las pésimas condiciones de vida. Había 7.000 de las llamadas «tiendas del trago», donde el aturdimiento urgente era baratísimo. «Por un penique, borracho. Por dos, muerto», se decía.

En 1734, una mujer llamada Judith Dufor mató a su hijo de 2 años para cambiar sus ropas por ginebra . La conmoción llevó a aprobar las Leyes de la Ginebra de 1736 y 1751, que prohibían la producción artesanal. En 1757 la locura se había acabado.

Las exportaciones subieron un 37% y las bodegas facturarán 1.270 millones de euros en 2016

La normativa que solo autorizaba a producir ginebra a empresas de escala industrial perduró hasta este siglo. En 2006, Sipsmith, una pequeña destilería del oeste de Londres, ganó un pleito de dos años contra Hacienda para producir a nivel artesanal. Con la luz verde ha llegado una segunda oportunidad para el gin, esta vez en versiones boutique. En seis años se ha duplicado el número de destilerías y ahora hay 233 en el Reino Unido. Se ha llegado incluso a abrir una en la terminal norte del aeropuerto de Gatwick, donde en un espacio de 4 x 3 metros se fabrica la Nicholas Culpeper London Dry Gin, a 20 libras la botella.

Como sucede en España, donde se da un fenómeno similar, la ginebra se ha sofisticado. Del raticida del XVIII se ha pasado al cardamomo, la cáscara de pomelo, las violetas de Devon, las aguas de torrentes… Y funciona: las exportaciones han subido un 37% y este año las bodegas de ginebra facturarán 1.270 millones de euros, un 10% más que el anterior. El año pasado se abrieron 29 destilerías.

Las ONG que luchan contra el alcoholismo advierten que el boom tiene otra cara: en los supermercados se está viviendo una segunda locura silenciosa con el alcohol barato . La sanidad británica ha rebajado a 14 unidades por semana el tope de consumo recomendable, pero por solo 15,5 peniques es posible comprar una unidad. Con todo, quedan muy lejos los días en que el gin era «la locura de las madres», inmortalizada por William Hogarth en un asombroso grabado de mediados del XVIII.

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