Portugal dice basta a los turistas en un paraíso natural

Aplica un límite de 550 personas diarias para visitar las Islas Berlengas, un tesoro situado cien kilómetros al norte de Lisboa

Paisaje de las islas Berlengas
Francisco Chacón

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Subimos 100 kilómetros por el litoral desde Lisboa y llegamos al rincón de Peniche, allá donde Portugal dibuja la pequeña península que delimita su perfil por el flanco más occidental. Tomamos un barco y, en poco más de media hora, se despliega frente a nosotros el triángulo de las islas Berlengas , un verdadero tesoro escondido.

Únicamente la más grande de ellas puede visitarse, cual paraíso imponente a golpe de acantilados, de grutas, de arcos naturales, del azul cristalino de las aguas… Un edén de la biodiversidad que ha de preservarse de la avalancha turística, de modo que el Gobierno luso ha decretado una medida drástica que implica un tope diario en esa desbordante afluencia.

Nada extraño, si tenemos en cuenta el estudio realizado por la Universidad Nova de Lisboa: más de 80.000 personas visitan el idílico enclave cada año , con la mayor concentración (53.500) en los meses de verano. Un ritmo superior a los 1.000 turistas por día.

La situación, por tanto, comienza a hacerse insostenible y el ecosistema da muestras de ciertos síntomas preocupantes, especialmente porque se trata de una Reserva Mundial de la Biosfera , según certificó la UNESCO en 2011.

Ya se aplican las restricciones, con 550 visitantes al mismo tiempo como límite

Así las cosas, la más acuciante urgencia pasaba por no poner en peligro semejantes recursos naturales. Por eso, fueron los propios pescadores de la zona quienes dieron la voz de alarma.

Playa de las islas Berlengas

«La isla mide menos de un kilómetro de ancho y solo se puede caminar por los senderos. No tiene agua corriente (toda la que se consuma debe ser transportada desde el exterior) y las infraestructuras, como los WC, son limitadas, por no hablar de las condiciones de seguridad en medio de tal saturación humana», explica el geógrafo Carlos Pereira.

Así que, desde ya, se aplican las restricciones, con 550 visitantes al mismo tiempo como límite , de acuerdo con el plan organizado por el Ayuntamiento de Peniche y refrendado por la Asociación de Operadores Marítimo-Turísticos. De hecho, el presidente de este colectivo profesional, José Manuel Fernandes, no duda en puntualizar: «El tope de visitantes permitirá un mejor servicio y una mejor preservación de la isla».

Las consecuencias que venían manifestándose en los últimos meses retratan por sí mismas la dimensión de la premura necesaria a la hora de aplicar las nuevas condiciones de acceso. «Extender una toalla para tomar el sol se había convertido en una misión imposible en la época alta», dice Sérgio Ferreira, propietario de un catamarán y muy consciente de la polución marítima que causa la acumulación de embarcaciones.

Las recién estrenadas medidas restrictivas forman parte de un proyecto global denominado «Life Berlengas» , donde confluye un equipo de biólogos y geógrafos con el objetivo de mantener intacto el microcosmos de las especies autóctonas.

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