Los dos edificios que van a cambiar la vida cultural de Oslo
Esta primavera se inaugurán el Museo Munch, obra del arquitecto español Juan Herreros, y la Biblioteca Pública Deichman Bjørvika
Esta renovación viene gestándose desde hace tiempo. La ciudad comenzó un proceso de metamorfosis en 2008, momento en que el gobierno local aprobó el programa Fjordbyen («Ciudad Fiordo») para renovar la zona portuaria de la capital. El objetivo era transformar los astilleros y las infraestructuras situadas sobre una superficie de 10 km cruzando de este a oeste el centro de la ciudad en edificios para usos culturales, oficinas, apartamentos y parques.
Es en Bjørvika , una zona ocupada durante décadas por elementos que obstaculizaban la conexión entre la ciudad del fiordo (como carreteras, vías de tren y puertos de carga), donde se han concentrado las transformaciones arquitectónicas más atractivas. En ella se encuentran la Ópera de Oslo diseñada por Snøhetta (2008) , posiblemente la firma de arquitectos noruega con mayor proyección internacional. Un edificio no sólo para melómanos: su impresionante cubierta es un espacio sobre el que pasear y contemplar el paisaje. También aquí se encuentra el complejo de torres conocidas como Barcode (2016) , realizadas por los equipos noruegos DARK Architects y A-lab y los holandeses MVRDV. Con su elevada altura estos doce edificios, que acogen oficinas, apartamentos, locales culturales, comerciales y de ocio, han redefinido de manera radical el cityscape local.
La Biblioteca Deichman Bjørvika y el Museo Munch , los dos nuevos edificios con inauguración prevista en primavera, y ya llamados a convertirse en emblemas para la ciudad, se sitúan también en este vital enclave.
Lund Hagem Arkitekter y Atelier Oslo son los autores de la Biblioteca: un edificio de cinco plantas que basa su concepto en un gran espacio central y continuo que se extiende a través de cada piso y que se ha planteado no sólo como un espacio para la lectura y el almacenamiento de material bibliográfico sino como ámbito cultural, ya que incorpora un cine, auditorio, restaurante, talleres digitales…, deseando transmitir la impresión acogedora de una atmósfera doméstica, a la manera de una gran sala de estar. «Queremos que el edificio sea un área colectiva abierta a todo el mundo donde tengan lugar conversaciones, debates, se comparta, se aprenda, se lea…», dice Knut Skansen, director de la biblioteca pública de Oslo, señalando que las propuestas desarrolladas en los países nórdicos para reimaginar el espacio de las bibliotecas se encuentra hoy a la vanguardia y, en este caso, los proyectos Oodi en Helsinki (Finlandia) y Dokk1 en Aarhus (Dinamarca) han sido referentes importantes.
El edificio se ha construido respondiendo a los más exigentes criterios medioambientales y procurando que sus servicios y equipamientos tecnológicos se adecuen a las necesidades de todo tipo de usuarios, especialmente los más jóvenes. Su aspecto externo ofrece la impresión de ligereza y apertura. Las fachadas combinan muros translúcidos y ventanas transparentes, permitiendo conexiones visuales entre el interior y los paisajes urbanos y naturales del exterior. La energía y cuidado puestos en este proyecto corroboran a los ojos del visitante extranjero el importantísimo papel de la lectura entre los hábitos de los noruegos. Hay que destacar el atractivo proyecto Future Library , que se alberga en una sala en la cuarta planta, consistente en crear una colección de cien manuscritos (anualmente se agregará uno) que no podrán ser leídos hasta 2114. El visitante sólo podrá verlos y reflexionar sobre ellos.
El «grito» de la innovación
La construcción del Museo Munch se ha prolongado una década que para su autor, Juan Herreros , ha sido un periodo fructífero y de gran aprendizaje. Le enorgullece confirmar cómo la ciudad y sus habitantes ya se han apropiado del edificio y se sienten reflejados en él y la voluntad de experimentación e innovación que han sido su motor.
Aunque el principal atractivo de este museo será contemplar la pintura de Edvard Munch , entre la que destacan obras como El grito (1893), La vampiresa (1893), Madonna (1894) o Trabajadores en la nieve (1915), la visita a este espacio será también una ocasión para conocer los diferentes estratos históricos de Oslo a través del recorrido interior por éste así como para adentrarse en un concepto museístico dinámico y plenamente propio del siglo XXI. El equipo de Herreros ha cuidado al máximo los aspectos medioambientales además de la articulación de una relación fluida entre el edificio y el ámbito urbano circundante: el museo no se posiciona como un objeto exento y vanidoso (a la manera del edificio icónico al uso) sino que se integra e interactúa con el entorno , aportándole también unos matices estéticos complejos y ricos a través de sus fachadas, que permiten percepciones visuales cambiantes del edificio al reaccionar a los estímulos del clima de Oslo.
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