Diez razones por las que merece la pena visitar Madeira
El corresponsal de ABC visita la isla tras los devastadores incendios del pasado verano
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Asombrosa recuperación después del fuego
La operación de rescate de Madeira tras los graves incendios del pasado mes de agosto ha dado sus frutos y visitar la isla se convierte en una experiencia tan intensa como siempre… o más aún. Funchal no es sólo la capital de este paradisiaco enclave, también una ciudad moderna de 100.000 habitantes que dialoga de forma constante con Lisboa y Oporto .
La vegetación tropical y el clima benevolente nos indican que estamos 1.000 kilómetros al oeste del Portugal del continente. Bienvenidos a un entorno idílico que se sirvió (en septiembre) de la XIX Regata Canarias-Madeira para escenificar su pujanza turística.
He aquí 10 razones (podían ser muchas más) por las que merece la pena viajar hasta allí, a escasa hora y media de avión de Lisboa:
Recuperación después del fuego
Entre el aeropuerto y el centro de Funchal, los montes calcinados dibujan un paisaje apocalíptico que contrasta con el sosiego absoluto instalado en la ciudad. Madeira se ha levantado con fuerza después de haber sufrido la embestida de las llamas, que llegaron a las puertas del casco histórico en el ecuador del verano. ABC ha sido testigo de la asombrosa recuperación, que encuentra su mejor termómetro en el incremento del turismo hasta alcanzar en septiembre casi el 100% de ocupación hotelera , motor de las finanzas locales.
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Mejor destino insular europeo
La reciente concesión de los «Oscar» europeos del Turismo vio cómo Madeira era reconocida como mejor destino insular. Y en absoluto resulta sorprendente. La solvencia de sus prestaciones se une a un espectacular paisaje, tal cual reflejan los miradores al Océano Atlántico.
Desde Funchal, donde florece un estimable comercio local, es fácil desplazarse por la isla para trazar un recorrido que estimula los sentidos. Como sucede en Canarias, el tiempo amable se extiende a lo largo de todo el año.
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Câmara de Lobos
A sólo 11 kilómetros, se alza uno de los enclaves más encantadores de la isla. Las redes y las barcas no dejan lugar a dudas: nos encontramos en el pueblecito pesquero de Câmara de Lobos. Casitas blancas, callecitas empedradas, piscinas océanicas naturales, restaurantes con terraza... Una delicia pasear entre corrillos de simpáticos lugareños que descansan después de la faena en las aguas.
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Miradouro do Cabo Girao
Muy cerca de allí, merece la pena detenerse en el espectacular Miradouro do Cabo Girao, rodeado de jardines y con unas vistas realmente impresionantes sobre los acantilados. El azul del océano se despliega en todo su esplendor mientras nos asalta la sensación de vértigo si miramos bajo los pies, ya que el suelo con rejilla incrementa la experiencia intensa. Tomar un café y comprar un recuerdo puede ser el colofón perfecto para la excursión.
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Bosque de Laurisilva
Uno de los parajes más impresionantes de Madeira (y ya es decir) se concentra en el Bosque de Laurisilva. Húmedo y subtropical, está canalizado a través de las levadas, que datan del siglo XVI y fueron construidas para facilitar la irrigación. Además, integran una amplísima franja protegida, que incluye el Parque Ecológico de Madeira y el Parque Ecológico de Funchal.
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Porto Santo
Del puerto de Funchal sale un ferry con destino a la isla de Porto Santo. Dos horas y 15 minutos de trayecto (58 euros ida y vuelta) para plantarse en una playa idílica de nueve kilómetros y arena fina. Allí rueda, precisamente, su nueva película Leonel Vieira. «Perdidos» cuenta la historia de unos amigos embarcados en un crucero de fin de semana, que termina bajo el pánico y la angustia. Un largometraje auspiciado por la Asociación de Promoción de Madeira.
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Club Naval de Funchal
Regresamos a Funchal y nos sumergimos en una de las instituciones más activas de la ciudad: el Club Naval, que acoge a 6.000 socios y ofrece unas instalaciones envidiables. Con todo, lo más atractivo es su entorno natural, pues incluye un precioso paseo y un coqueto restaurante donde comer, por ejemplo, un riquísimo «bacalhau-à-bras».
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Casco histórico
La Zona Velha de Funchal reúne un gran encanto con su suelo adoquinado. Restaurantes y galerías de arte jalonan la calle Santa María, que muda de noche para concentrar a los jóvenes cuando salen a divertirse. El Parque Santa Catarina y el Jardín Municipal nos embriagan con su frondosa vegetación, mientras The Ritz proporciona un sello de distinción con su concurrida y deliciosa heladería, toda una antesala para contemplar la catedral gótica.
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Estrada Monumental
La mayor concentración turística de Funchal se articula alrededor de la Estrada Monumental, que desemboca en el centro de la ciudad y ofrece una larga sucesión de hoteles de lujo, restaurantes chic y atractivas cafeterías. El aire cálido nos envuelve a cada instante en esta especie de traslación madeirense del universo de Las Vegas.
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Gastronomía y vinos
Uno de los grandes placeres al visitar Madeira (incluida su capital, claro) es dar gusto al paladar con las especialidades culinarias locales. Patatas con habas y mazorcas, espetadas, kebab regional o pulpo cocinado de varios formas pueden satisfacer a los más exigentes. En cuanto a los vinos, su denominación de origen resulta un sinónimo de producto infalible. Y, casi obligado, beber poncha: un aguardiente o ron blanco con azúcar y limón. Mejor aún acompañado de las sabrosas broas de miel.