La misteriosa historia de los primeros monasterios de los Jerónimos en España

Monasterios perdidos entre la maleza y el tiempo fundados por la Orden de los Jerónimos a partir del siglo XIV

Monasterio de San Bartolomé de Lupiana Yildori // CC

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Silencio, reliquias, emperadores, desamortizaciones, cigüeñas, piratas, incendios, fiestas aristocráticas, misterios y hasta algún supuesto fantasma. La historia de los primeros monasterios que la Orden de los Jerónimos fundó en España ha sido larga y tortuosa y nos ha dejado ruinas que bien merecen una visita.

La orden fue fundada en 1373 por varios grupos de eremitas castellanos que querían seguir la vida ascética y contemplativa de San Jerónimo. Con la aprobación del papa Gregorio XI se establecieron, tomando como sede central el monasterio de San Bartolomé, en Lupiana (Guadalajara). Fue el primero de los más de 70 que llegaron a tener en España y Portugal, donde los Jerónimos fueron una de las órdenes monásticas más importantes durante siglos, hasta que la desamortización de Mendizábal y las Guerras Liberales de Portugal precipitaron su declive.

Su expansión fue rápida: en sus tres primeros años de existencia crearon otros cuatro monasterios, la mayoría en las dos Castillas (la excepción fue el de San Jerónimo de la Plana, en Jávea , que tuvo una vida corta y un fin infortunado, ya que en 1386 fue saqueado por piratas berberiscos que se llevaron como cautivos a ocho de los monjes): Santa María de la Sisla en Toledo, San Jerónimo de Guisando en El Tiemblo (Ávila) y Santa María de Aniago en Villanueva de Duero (Valladolid).

Claustro Mayor o Procesional AdriPozuelo // CC

San Bartolomé de Lupiana, Guadalajara

De San Bartolomé de Lupiana se conservan su segundo y tercer claustro. El segundo, conocido como claustro de la enfermería o de la hospedería, fue realizado en ladrillo a comienzos del siglo XVI y es un gran desconocido, ya que posteriormente fue encajonado en otra estructura de ladrillo, por lo que más destacan son sus capiteles, que recuerdan a los del cercano palacio de los Duques de Medinacelli , en Cogolludo. El tercer claustro –en el que hoy en día se celebran bodas y eventos– es la parte más conocida del monasterio y una de las grandes joyas del Renacimiento español . Construido en 1535 por Alonso de Covarrubias con arcos mixtilíneos en la segunda planta y arquerías de medio punto con columnas decoradas con calaveras, grifos y putti en la primera. La gran benefectora del monasterio fue Doña Aldonza de Mendoza, hermanastra del Marqués de Santillana, cuyo sepulcro gótico se encontraba originalmente en Lupiana, si bien fue posteriormente trasladado al Palacio del Infantado.

Santa María de la Sisla, Toledo

Si San Bartolomé de Lupiana destaca por su claustro, Santa María de la Sisla es célebre entre los aficionados a los fenómenos paranormales . O, más bien, lo es su 'heredero', el Palacio de la Sisla.

El segundo monasterio jerónimo tuvo momentos de gran importancia histórica: en él se firmó durante la revuelta comunera un acuerdo de paz conocido como Concordia de la Sisla y tanto Carlos I como Felipe II estuvieron a punto de escogerlo como lugar de retiro antes de decidirse, respectivamente, por Yuste y El Escorial (ambos también monasterios jerónimos). Pero con la desamortización de Mendizábal el convento fue vendido a un banquero (que se llevó los artesonados a su casa de Madrid) y cayó en la ruina.

Sobre estas ruinas –y aprovechando partes de ellas– Consuelo Cubas, condesa de Arcentales, mandó construir a principios del siglo XX un palacio en el que durante las siguientes décadas se celebrarían fiestas por las que pasaría lo más granado de la alta sociedad española, se rodarían películas... y se celebrarían rituales, algunos dicen que masónicos , otros que hasta satánicos. Pero tras la Guerra Civil el palacio quedó muy dañado y en 1974 el Estado lo expropió para ampliar un cercano campo de maniobras del Ejército y su propietario –dicen que descontento por el precio que se le ofrecía– lo dinamitó.

Quizá por haber quedado en ruinas dos veces, quizá porque algunos piensan que el monasterio albergó en su día el llamado 'cuchillo de Nerón' (supuestamente la espada con la que se degolló a San Pablo), quizá por su fama satánica, quizá porque uno de los pocos restos que se conservan más o menos intactos son unos bancos decorados con azulejos de Daniel Zuloaga que representan monstruos y seres mitológicos. El caso es que el lugar tiene fama de encantado y hay quien afirma que por la noche se ven misteriosas luces y se escuchan ruidos y llantos de niños.

Cartuja de Santa María de Aniago, Valladolid

Ruinas de la cartuja. Exterior de la capilla de las Reliquias, en la cabecera Juegopasivo

Menos siniestra, pero también misteriosa, es la fama de la Cartuja de Santa María de Aniago. Fueron varias las órdenes religiosas que intentaron instalarse en este paraje cercano al Duero , pero todas lo abandonaron sin que se sepa muy bien los motivos; los jerónimos estuvieron entre quienes tiraron la toalla, ya que abandonaron el monasterio en 1382, solo seis años después de fundarlo. Tan solo los cartujos fueron quienes lograron mantener una presencia en este lugar durante siglos y es a su monasterio al que pertenecen los restos que se conservan actualmente, con parte de un claustro gótico, una iglesia del mismo estilo coronada por una bonita y esbelta espadaña de 20 metros de altura y una gran cantidad de nidos de cigüeñas, cuyo peso hace temer por la integridad de los ya precarios y ruinosos restos. Una curiosidad: hay indicios que la cartuja pudo albergar, en algún momento durante su época de esplendor, una reliquia del Manto de Cristo .

San Jerónimo de Guisando

San Jerónimo de Guisando, como se puede suponer, se haya en el Cerro de Guisando, muy cerca de los famosos toros de piedra de la Edad de Hierro. Como el cerro es una reserva natural, se produce una estupenda conjunción de Prehistoria, Historia y naturaleza . Ya antes de que existiese el monasterio había en el cerro varias cuevas donde habitaban eremitas, como la de San Patricio. En cuanto al monasterio propiamente dicho, su historia se vio marcada por los incendios. El primero, en 1546, destruyó la iglesia y el claustro, que posteriormente serían reconstruidos (la reconstrucción de la iglesia es notable por ser obra de Pedro de Tolosa , maestro de cantería y aparejador de El Escorial). El segundo se produjo durante la ocupación napoleónica y la iglesia y el claustro volvieron a quedar muy dañados. Tras la desamortización, pasó a manos privadas como casa-palacio y se añadieron unos jardines románticos que hoy en día son una de las partes que se conservan del conjunto, junto con los restos de la iglesia y el claustro y la ermita renacentista de San Miguel.

Vista del Monasterio de San Jerónimo de Guisando Asqueladd / CC

Por supuesto, la orden jerónima dejó otros muchos monasterios en la península, algunos tan importantes como Yuste, San Jerónimo el Real de Madrid o el mismísimo Escorial. Pero hay algo de especial en estos primeros, perdidos como están entre el tiempo y la maleza.

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