Un jardín secreto en Alicante que los turistas de sol y playa no conocen
El Jardín de l’Albarda fue imaginado por el empresario Enrique Montoliu como un ejemplo de jardín mediterráneo
En la playa cuesta mirar a la espalda. Incluso en días de tormenta, incluso cuando el mar brama agitado. Y, sin embargo, fuera de la arena y el agua, del chiringuito y la crema de sol, la costa esconde pequeños secretos que pueden enriquecer unas felices vacaciones. En Pedreguer (Alicante) , muy cerca de Denia y Jávea, ya cerca de la frontera con Valencia, está uno de esos tesoros inesperados: el Jardín Mediterráneo de l’Albarda , creado en 1990.
El empresario Enrique Montoliu adquirió en los años 80 una finca de naranjos y limoneros con vistas al Parque Natural del Montgó . Su pasión por la naturaleza le llevó a planear un proyecto que pocos hubieran pensado en este entorno. Imaginó un ejemplo de jardín mediterráneo , y ese sueño lo puso en manos de Juanjo Todolí, propietario de un vivero de la zona que trabajaba con plantas autóctonas. A partir de esa primera idea empezó a construir la vivienda que ocupa el espacio central de la finca -recuerda a una villa de la Toscana-, donde acude los fines de semana. Dicen los que le conocen que Montoliu aún se entretiene hablando con los viajeros sobre las virtudes actuales y la historia del jardín.
El Jardín de l’Albarda tiene una superficie de 50.000 m2, con más de 700 especies de plantas autóctonas , algunas de ellas endémicas. Es un paraíso secreto rodeado de residencias de lujo al que se llega en menos de veinte minutos desde la costa. A día de hoy, ese jardín está en manos de la fundación Enrique Montoliu, Fundem , creada en 1996 para proteger la flora y la fauna mediterránea. Y está abierto al público (6 euros la entrada), un grupo reducido de personas que un día de agosto pasean sorprendidas entre los jardines, la casa y la enorme piscina que la subraya.
L’Albarda recrea la imagen de los antiguos jardines renacentistas valencianos, influenciados por la cultura árabe, dicen los guías oficiales. Y esas características, con un proyecto sostenible y un mínimo consumo de agua , hicieron que esté reconocido por la Universitat Politècnica de València y galardonado con el premio Magister de Paisajismo en el año 2002.
El paseo nos lleva entre jardines (una zona más formal y otra más salvaje), la rosaleda, estanques, el umbráculo, trencadís (un tipo de aplicación ornamental del mosaico a partir de fragmentos cerámicos), fuentes, rocalla … Un gozo para los sentidos que, de repente, cambian los sonidos de la playa por el runrún discreto del agua, el vuelo de los pájaros y la suave brisa que hace excursiones entre los árboles.
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