La gran noche de fervor y fuego en Nava del Rey
Antorchas y hogueras acompañan cada año a la procesión de la Virgen de los Pegotes
Nava del Rey es un pueblo castellano (no confundir con Navas del Rey en Madrid) situado en las anchas llanuras del suroeste de la provincia de Valladolid , muy cerca de Medina del Campo y Tordesillas, y a solo dos horas en coche de la capital de España. Está rodeado por grandes pinares y viñedos, la madera y el vino son sus señas de identidad.
Pueblo recio caracterizado por un caserío noble a base de ladrillo en las paredes, sillares en esquinas y basamentos, y cubiertas de madera. Bodegas urbanas que horadan totalmente su subsuelo y sirven para guardar ese maravilloso caldo al que está ligado desde tiempo inmemorial. De las 421 censadas, alguna, como la de Urdil , se puede visitar.
A mediados del s. XVIII los arrieros navarreses llevaban en carros de mulas el llamado «vino de la Nava» hasta Asturias y Cantabria. Recio y con carácter, al que algunos llamaron «vino rancio», que no quiere decir pasado, sino añejo, parecido a un amontillado. Otros lo llamaban «vino caro» pues llegaba a costar tres veces más que el vino normal. Hoy forma parte de la D.O. Rueda .
Desde mucho antes de entrar en la villa se divisa la torre de la parroquia de los Santos Juanes (Bautista y Evangelista), de estructura tan peculiar que se la conoce como la «Giralda de Castilla», el edificio más monumental de Nava.
Los montes circundantes, como el del Rebollar y Escobares componen un amplio terreno de más de 1.500 ha, conocido popularmente como el «Pinar de la Nava» , la mayor mancha pinariega de la zona.
La fiesta del año
Junto a uno de estos bosquecillos, sobre una colina llamada Pico Zarcero, se levanta la ermita de Nuestra Señora de la Concepción (s. XVI), patrona de la localidad. Desde allí se baja la imagen de la Virgen hasta el pueblo (unos 2 km.) cada 30 de noviembre, y se vuelve a subir en procesión todos los 8 de diciembre. Los muleros llevan hasta la puerta de la iglesia la carroza de cristal fabricada ex profeso en 1893 por la familia Pino Rodríguez. Allí, una doble fila de niños con antorchas la escoltan. Hoy son teas de parafina, pero la primera vez que se hizo esta procesión, en 1745, se fabricaron con brea. Dicen que aquel día cayó un aguacero tan fuerte que tuvo que retrasarse la procesión y no hubo más remedio que alumbrarla con estacas embadurnadas con pegotes de pez a las que se prendió fuego. Nacía así la Virgen de los Pegotes .
La comitiva tien que detenerse varias veces cuando algunos fieles lanzan a la Virgen vítores o vivas a pleno pulmón: «¡Viva la Pura y Sin Mancha!», «¡Viva la Estrella de la Mañana!» , «¡Viva la Rosa de Jericó!», a las que los asistentes responden con un seco y tajante «¡Viva!».
Trascurre el cortejo por una de las calles principales de Nava, la de Manuel Salvador Carmona (hijo de la villa e ilustrador del s. XVIII), alumbrada por los pegotes y las hogueras hechas con borrajo y ramas de pinos y olivos. Pero lo hace de forma muy lenta, interrumpida por las constantes salvas. «¡Viva la que nos trajo bandera y sable!», «¡Viva la Virgen de las Castañas!» , porque antiguamente era costumbre asar castañas en los rescoldos que quedaban. Y así hasta más de 30 jaculatorias diferentes.
Tradición, fervor y fuego que se mezclan en la negra noche castellana. Fiesta que fue declarada en 2008 de interés turístico regional, y que aspira a ser considerada de interés turístico nacional.