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La canoa de Punta Umbría, un paseo fluvial por una reserva de la biosfera
Descubrimos las bondades de la ría a través de los ojos de Pedro, profesional del paseo y la contemplación de este pueblo
Punta Umbría más allá de la playa
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Pedro y Ana, un matrimonio sevillano de más de cuarenta años, y de cincuenta también, que encarando los sesenta andan, regresaban a Punta Umbría a continuar con su veraneo después de pasar una semana en Formentera cuando tuvieron una conversación amistosa. Ana recuerda el agua cristalina de la isla, las comidas, Ibiza, los atardeceres en el barco…, pero muy especialmente el comentario de su marido al entrar en la pequeña localidad onubense. Iban en el coche, a la altura de los pisos Everluz: «Qué maravilla. Qué luz tiene esto. Estaba deseando llegar». Las comparaciones son odiosas, pero Pedro lo tenía más claro que el agua en la que se había estado bañando días atrás. Él, que desde niño la frecuenta, se queda con Punta Umbría.
Pedro todavía camina descalzo en recuerdo de esa vieja duna que ha ido cediendo terreno al pavimento. Saluda a unos y otros. Gente del pueblo. También de fuera. Se acerca a la lonja municipal, donde se subasta el pescado, cerca del puerto y a escasos metros de la zona desde la que parte la canoa que conecta Punta Umbría con Huelva capital. Esa ría se la conoce él bien. «Como la palma de mi mano», aclara. «Cuando éramos niños nos comíamos la salicornia. La cocinábamos, eh. Con arroz estaba buenísima», cuenta en lo que le echa el ojo a esas matas que crecen por toda la marisma, tan frecuentada por primos, hermanos, sobrinos y amigos varios que siendo de Sevilla hace tiempo que eligieron este destino para la temporada estival.
Tiene en el paladar de la nostalgia vestigios de esa ría en la que ha nadado, sobre la que ha navegado y que directamente se ha comido. Es uno de esos marineros de barco ajeno, tan sabio él. «Y tan tieso», se ríe. Buen paseador, tanto a pie con las manos por detrás como en bicicleta. En alguna ocasión se ha marchado pedaleando hasta Huelva por el carril bici. La última vez que lo hizo fue para recordar que se puede, básicamente. Sin embargo, la vuelta, que se puede hacer dura al sumar otros veinte kilómetros al trayecto, la hizo en barco, cambiando el asfalto por la travesía. La canoa le ofrece esa posibilidad: ir en bici y volver navegando: «Las vistas son geniales todo el recorrido. Dura poco, pero es agradable», apunta, nunca mejor dicho. Porque a Punta la tiene siempre en el mejor cielo de la boca.

Hay pecios de barcos atrapados en los caños de agua, que van dibujando curvas sinuosas al colarse por la tierra. Algunos son relativamente nuevos. Otros están completamente castigados por la sal, la marea y el viento. También abundan los pesqueros, esos que quedaron enmarcados en la sevillana que escribió Manuel Melado, 'Quiero cruzar la bahía', y en unas alegrías del guitarrista Niño de Pura que en la voz de Arcángel colorean el paisaje: «Flamenca yo te robaba/los colores de la mar/para luego hacerme cautivo/del verde de tu pinar». Punta Umbría está en la música y la literatura, pero también, y sobre todo, en los ojos de gente como Pedro, que se enciende al verla desde las salinas y desde el espigón, mientras navega, cuando de niño vadeaba nadando sus orillas y ahora que la disfruta todo lo que le dejan.
Ese paseo fluvial por el Paraje Natural Marismas del Odiel resulta delicioso. Permite ver los encantos de la vela ligera y la migración de las aves, entre ellas, cormoranes, flamencos, gaviotas e incluso águilas pescadoras. A lo lejos queda el Monumento a la Fe Descubridora, cerca de Palos de la Frontera y el Muelle de las Carabelas, desde donde partió Colón hacia el Nuevo Mundo. Isla Saltés, Isla de Enmedio, el característico Muelle de la Compañía de Río Tinto… Todo ello distribuido entre estas dos poblaciones, la de Huelva y Punta, que se intercambian bondades. Que las comparten. Hay, por ejemplo, quien acude hasta la costa para almorzar en Casa Diego y quien, al contrario, acude a la ciudad para disfrutar de las vistas de La Cantina del Puerto o visitar su plaza de abastos, tan poderosa. Qué duda hay de que Formentera es un lugar privilegiado. Ninguna. Como tampoco de que Pedro andaba deseando bajar a la playa por Terramar, soñar con la canoa de nuevo y ya de noche preguntar en El Marinero si tiene boquerones a la plancha. Churros mañaneros, un cigarrito, la brisa que se le descubre cada vez diferente en el rostro de media tarde y vuelta a empezar hasta septiembre, donde asegura instituirse la mejor luz.
Horarios y tarifas
Desde el 30 de junio hasta septiembre de 2023, la canoa zarpa desde el Muelle de las Canoas de Punta Umbría en los siguientes horarios: 10, 12, 14, 18 y 20 horas. Desde el Muelle de Levante Huelva, a las 11, 13, 15, 19, 21. En la página web del ayuntamiento, ofrecen un par de teléfonos para consultas: 605 80 00 23 - 645 99 74 17. El precio: 3,5 euros el billete.