Buenas razones (ninguna política) para descubrir Bruselas

Más allá de su fachada como sede de las instituciones europeas, hay una ciudad acogedora en la que se respira arte y se come de fábula

Buenas razones (ninguna política) para descubrir Bruselas turismo de flandes

alicia aragón

Más allá de su fachada como sede de las instituciones europeas, hay una ciudad acogedora en la que se respira arte y se come de fábula

Buenas razones (ninguna política) para descubrir Bruselas

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Tapiz de flores en la Grand Place de Bruselas turismo de flandes

Arquitectura

La actualidad política europea siempre tiene como referencia espacial a Bruselas. La ciudad más grande de Bélgica alberga en su territorio el Consejo, la Comisión y el Parlamento Europeo, entre otras instituciones. Pero la zona donde se asientan los edificios dedicados a tan importantes causas es muy diferente al resto de Bruselas, donde la alegría y el color salpican cada rincón de una tremenda originalidad.

Para disfrutar sin obstáculos de todo lo que ofrece la cuna de Tintín o de las patatas fritas, nada mejor que alojarse en algún apartamento turístico . Hoy en día es sencillo ponerse en contacto con los propietarios gracias a webs como HouseTrip . Aunque la oferta hotelera bruselense es amplia y muy variada, la experiencia de pasar unos días como un ciudadano más facilita la inmersión en la cultura local.

Otra buena idea es alquilar un coche. El tiempo en desplazamientos que se ahorra se puede aprovechar para abarcar más museos o parques. Además, es muy fácil llegar a cualquier sitio gracias a una red de túneles subterráneos tipo M-30 madrileña, pero circunscritos únicamente al centro histórico. Aunque el transporte público es de sobresaliente, un vehículo propio te permitirá visitar a tu aire ciudades cercanas como Brujas, Gante o Amberes.

Arquitectura para todos los gustos

La Grand Place es un magnífico punto de partida para un recorrido a pie. En la plaza que Victor Hugo bautizó como la más hermosa del mundo, se dan la mano ricos estilos ornamentales. Los edificios que lucen de un modo más imponente son el ayuntamiento y, justo enfrente, la Casa del Rey, que hoy es el Museo de la Ciudad. Tampoco te pierdas las fachadas de casas gremiales como la de la trompa, el zorro o el cisne. Si te quedas con ganas de más estilo gótico, la catedral de San Miguel y Santa Gúdula es visita obligada.

Damos un salto en el tiempo y nos vamos desde finales del siglo XIX hasta casi la primera mitad del XX para encontrar en varias calles los edificios que han quedado como legado del Art Noveau y el Art Decó. Entre las primeras, la Maison Cauchie o la Saint-Cyr, así como el Museo Horta o el de Instrumentos de Música te dejarán sin aliento. Respecto a las segundas, la más representativa es la Villa Empain, seguida de cerca por el Bozar o Palacio de Bellas Artes.

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El Atomium, símbolo de Bruselas turismo de flandes

Iconos meones y futuristas

Dicen que gracias a su acto irreverente se logró apagar una bomba en la Gran Place. Sea cual fuera el origen de la leyenda, lo cierto es que el Manneken-Pis es uno de los personajes más queridos de la capital belga. Esta talla de bronce de tal solo 61 cm dispone de un vestuario de 650 a 800 trajes, según las fuentes. Su contrapunto es otra estatua, mucho más reciente, realizando la misma acción, pero de una figura femenina: la Jeanneke-Pis.

Otro de los símbolos de Bruselas es el Atomium. Aunque para llegar hasta él hay que adentrarse en la periferia, vale la pena verlo en persona. Esta atracción de 102 metros tiene su origen en la Exposición Universal de 1958 y nació con vocación temporal. Sin embargo, la popularidad que alcanzó le dio continuidad. La estructura, con sus nueve esferas de acero, es la de un cristal del hierro. Recorrerla por dentro es una experiencia de ciencia ficción, pero si no te es posible, al menos espera al atardecer para verla iluminada por casi 3.000 leds.

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Los dibujos de Roba, en las calles de Bruselas

Cómics y pintura surrealista

Hablar de Bélgica es hablar de cómics, y si acudes al Centro Belga del Cómic sabrás el porqué. Sin embargo, el noveno arte no se limita a estar encerrado, sino que inunda las paredes de los edificios. Durante tus paseos, te darás de frente con magníficas obras murales con Tintín de Hergé, Bill y Bolita de Roba o el Marsupilami de Franquin como protagonistas. Comprar alguna edición especial para tu colección no será complicado si acudes a tiendas especializadas como Brüsel.

El trazo de las historietas no está reñido con estilos pictóricos más formales. René Magritte es el estandarte del surrealismo belga, y en Bruselas hay un museo que le rinde homenaje. Tendremos la suerte de admirar un amplísimo número de cuadros del artista, observando en algunos de ellos elementos característicos de su cosecha como la pipa, las nubes o el hombre con sombrero, además de los contrastes entre luz y oscuridad.

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Mejillones, siempre apetitosos en Bruselas a. aragón

De los mejillones a los gofres

En Bélgica se come bien y en abundancia. En cuestión de salados, hay dos alimentos que pugnan por ser lo primero que el turista pida nada más llegar. Los mejillones más típicos se toman directamente de la cazuela donde han sido cocinados al vapor con apio, cebolla y pimienta, añadiendo a veces zanahoria, un chorro de vino blanco y un poco de nata. En otras recetas más elaboradas se emplean extras como la bechamel y el queso gratinado.

El acompañamiento de patatas fritas es imprescindible, más aún cuando se está en la tierra que las inventó. Para los moluscos, la parada obligatoria es Chez Leon. Si solo quieres un cucurucho de papas, acude al kiosko de Maison Antoine y riégalas con salsa Andalouse. Los más hambrientos, que se atrevan con esa fiesta del hidrato y la comida rápida llamada mitraillette: un bocata con carne de hamburguesa o salchicha, una pizca testimonial de lechuga y un puñado abundante de patatas fritas.

En el capítulo dulce, el carácter pionero de los belgas vuelve a hacer acto de presencia, dado que el padre del praliné fue Jean Neuhaus en 1912. Precisamente, las tiendas Neuhaus son un marco ideal para conocer la oferta actual de bombones, al igual que las de Godiva, Galler o Leonidas donde queda patente la buena reputación de sus maestros chocolateros. La dosis añadida de azúcar la ponen los gofres. Este bollo crujiente en forma de rejilla y azúcar perlado se come solo o adornado con frutas, helado, nata montada, chocolate caliente, mermelada… Pásate por Le Funambule para degustarlos como más te guste.

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Délirium Café, en Bruselas a. aragón

Cerveza por doquier

Un reportaje sobre Bélgica no estaría completo si no se menciona su bebida más internacional. El zumo de cebada tiene un lugar de honor en esta ciudad. Una ruta por las principales cervecerías debe incluir unas horas, o incluso toda una tarde, en Délirium Café. En sus varios cientos de metros cuadrados se reúnen tanto locales y foráneos para degustar alguna de las 2.000 variedades de las que disponen. Un aviso: cuidado con la graduación alcohólica porque las cervezas belgas suelen ser fuertes.

Un ambiente más relajado y vetusto es el que se respira en À la Mort Subite, otro rincón donde paladear, por ejemplo, las cervezas de la marca que da nombre al local. También son excelentes elecciones Le Cirio, Le Falstaff o Le Poechenellekelder. Para los que buscan algo fuera de lo normal y no tienen miedo a las atmósferas tétricas, Cercuil es una cervecería atípica donde la cerveza se sirve en calaveras y las mesas son ataúdes. Hay una Bruselas para cada viajero. ¿Cuál es la tuya?

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