Los albergues de carretera de los años 30 en España que murieron de éxito
Los albergues de carretera fueron una innovadora red de inmuebles que ofrecían la posibilidad de alojarse a los primeros conductores en España
El albergue de Manzanares, en Ciudad Real, el primero en abrir, fue inaugurado en 1931 y ahora celebra convertido en Parador estos 90 años de historia
En 1927, los arquitectos Martín Domínguez y Carlos Arniches presentaron su idea de «albergue-refugio automovilista» en un artículo en 'El Sol'. Alguien del recién creado Patronato Nacional de Turismo la leyó y le gustó, hasta el punto de promover un concurso en noviembre de 1928. «Se nos ocurrió a Carlos y a mi pensar que al irse completando el Circuito de Firmes Especiales, cuya construcción se inauguraba a bombo y platillos, a lo mejor les daba a las gentes por viajar por él en automóvil. ¿No habría llegado el momento de ir previendo dónde se iban a alojar los viajeros a los que sorprendiera la noche por el camino?», dejó escrito Domínguez.
El edificio propuesto era un modelo estándar de construcción rápida y económica , pensado para dar servicio a los automovilistas de aquella época que suena tan lejana (en realidad, menos de un siglo). Su ubicación -se decía- debía ser visible y reconocible en los dos sentidos de la circulación, cerca de la carretera. Se pensó en diez habitaciones dobles , muy pequeñas, con dos cuartos de baño compartidos y el inodoro en el exterior. Tenía que haber además surtidor de gasolina, lavadero y otros servicios anexos para los primeros automovilistas.
Ese era el proyecto de construcción de estos alojamientos, que finalmente fueron doce. El primero, el de Manzanares (Ciudad Real), inaugurado el 12 de marzo de 1931, utilizado como una especie de edificio piloto del concepto ideado por los arquitectos. Todos fueron construidos antes de la Guerra Civil , aunque la posterior urbanización de las parcelas determinó que fueran entrando en servicio de forma desigual. Alguno no lo hizo hasta los años cuarenta.
Los albergues de carretera pronto sucumbieron a su propio éxito. Se quedaron pequeños en relación con su demanda, con el imparable desarrollo del mundo automovilístico. El desarrollo del trazado de la red de carreteras, la evolución del turismo y el avance tecnológico del automóvil determinaron la reorganización de la estructura inicial de la red de albergues y la reconfiguración arquitectónica de sus edificios. Además, durante la guerra, tuvieron otros usos como hospitales de sangre y cuarteles ocasionales, como el caso de Manzanares.
La mayoría de los albergues construidos por Arniches y Domínguez siguen en pie, aunque no con la función original, según recogen María José Rodríguez Pérez y Antonio Ceresuela Puche en su meticuloso trabajo «Albergues de carretera. La metamorfosis de un tipo hotelero», publicado en 2015 en 'Estudios Turísticos'.
El de Manzanares es hoy un Parador que celebra el 90 aniversario del primer edificio; el de Quintanar de la Orden fue rehabilitado para centro de enseñanza especial; el de Benicarló , demolido (en su lugar hay un Parador de Turismo); el de Aranda de Duero está en manos del Ayuntamiento, que lo dedica a uso asistencial; el de Almazán , vivienda privada; el de Medinaceli es un almacén municipal; el de Triste está en ruinas, aunque se uso como refugio para montañeros; el de Puerto Lumbreras fue Parador, que cerró tras la inauguración del nuevo parador de Lorca el 12 de julio de 2012; el de La Bañeza , demolido; el de Bailén , en ruinas; el de Antequera , demolido; y el de Puebla de Sanabria , al igual que Manzanares y Puerto Lumbreras es el Parador de Turismo, aunque muy reformado.
«Cada uno de los albergues todavía en pie conserva en estado original alguno de sus elementos distintivos: la marquesina en Manzanares y Puerto Lumbreras, la escalera de servicio en Medinaceli, la chimenea y las vigas trianguladas de la terraza en Almazán, el sótano con sus escaleras de samba en Quintanar de la Orden, o los remates curvos de las particiones interiores en Aranda de Duero. Sin embargo, de todos los albergues, el de Triste, en el pantano de La Peña, es el único que conserva casi íntegramente todos sus elementos originales, incluidas las carpinterías y algunos de sus pavimentos», explicaban Rodríguez Pérez y Ceresuela Puche.
En los años cuarenta los arquitectos de la Dirección General de Turismo Manuel Sainz de Vicuña y José María Muguruza Otaño se encargaron de diseñar la ampliación de todos ellos, aumentando el número y tamaño de las habitaciones, dotándolas de baños independientes, zonas de aparcamiento y un comedor más grande. Esta sería la primera ampliación del albergue de Manzanares, donde se reutilizaron las zonas de servicio, que se desplazaron a un anexo; posteriormente, dos ampliaciones sucesivas con pabellones mantuvieron el concepto original de arquitectura moderna, denominándose desde entonces “parador” en los años 60.
A partir de la última década del siglo XX, las reformas en Manzanares enmascararon la modernidad arquitectónica con el estilo regional de la casa manchega dotándole de un porche y las solanas de madera de las habitaciones tan identificativas del Parador de Manzanares. Aun así, el primitivo albergue se conserva en la trasera del parador, como recuerdo del pretérito tiempo en que el turismo era exclusivo de una élite social que descubría la libertad del viaje en automóvil.
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