El barranco en el que Félix Rodríguez de la Fuente fue feliz

En el 40 aniversario de la muerte del naturalista y divulgador viajamos a uno de sus escenarios preferidos, el barranco del Río Dulce, en Pelegrina (Guadalajara), donde grabó algunos de sus documentales

Ruta por la Hoz de Pelegrina, en el Parque Natural del Barranco del Río Dulce
J. F. Alonso

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Este sábado 14 de marzo se cumplen cuarenta años de la muerte de Félix Rodríguez de la Fuente (1928-1980), un símbolo de la divulgación de la naturaleza en España. Sus documentales habitan en nuestra memoria con sintonías que aún podemos tararear e imágenes poderosas. «Incluso en los bares se hacía el silencio cuando ponían 'El hombre y la tierra' o alguno de sus programas», recordaba -en una entrevista con la agencia Efe- Odile, su hija, que tenía siete años cuando se estrelló la avioneta de su padre en Alaska una mañana lúgubre y lluviosa.

Mirador dedicado a Félix Rodríguez de la Fuente en Pelegrina por suscripción popular

Uno de los lugares donde Félix Rodríguez de la Fuente grabó muchos de sus documentales fue la provincia de Guadalajara. Sobre todo en el barranco del río Dulce , en Pelegrina, una pequeña localidad próxima a Sigüenza. Allí los vecinos le recuerdan con un mirador desde el que se aprecia la grandiosidad de los paisajes de sus documentales protagonizados por lobos y buitres. Una ruta por aquellos parajes, entre agua y cortados , puede ser un gran homenaje a su figura.

Hay diferentes formas de hacer una ruta por el río Dulce. Desde una marcha de unos 15 km y dificultad media, saliendo de La Cabrera -una pedanía que pertenece al municipio de Sigüenza-, a ir directamente a Pelegrina y dar desde allí un paseo de unos cinco kilómetros junto al río. La primera opción tiene una cierta dificultad; la segunda, en cambio, es fácil y asequible para toda la familia.

Pelegrina, con su castillo roquero al fondo

La Hoz de Pelegrina forma parte del Parque Natural del Barranco del río Dulce. Dejaremos el coche en la entrada del pueblo, y allí, por la primera calle a la izquierda, sale un camino cuesta abajo hacia la ribera del río. Si levantamos la vista veremos un castillo roquero construido entre los siglos XI y XII sobre la cima de un cerro. No está en muy buen estado, pero su figura domina el horizonte. A sus pies, un puñado de casas de las que al menos resulta inevitable envidiar sus vistas.

En el camino encontramos impresionantes rocas, hogar de águilas y buitres. Hay también un puente de madera para cruzar al otro lado del Dulce y volver a la salida, pero por el momento no lo tomaremos. El paseo sigue entre los chopos y el runrún del agua , bajo la inmensidad de los cortados, hasta encontrar una caseta donde Félix y su equipo guardaban las herramientas de trabajo. Un poco más adelante hay unas rocas puestas sobre el río para cruzar, esta vez sí, al otro lado y regresar hacia Pelegrina.

En este puente hay un desvío hacia la cascada del Gollorio , un salto de agua que se desploma sobre este afluente del río Dulce. Si seguimos ese hilo, la ruta se alarga y tiene alguna dificultad más. Para la escapada familiar, de homenaje a Félix, planeada en esta ocasión basta con llegar a este punto y volver a la salida, hacia Pelegrina y su castillo primero y hacia la cercana y medieval Sigüenza, donde se come tan bien como parece y cada calle tiene una foto. La de la catedral llena de cigüeñas en sus torres vale por sí misma el viaje.

Para saber más. Estos días, Odile Rodríguez de la Fuente ha publicado «Félix. Un hombre en la tierra» (geoPlaneta), con los recuerdos de su padre, ilustraciones originales de Christa Soriano y las mejores narraciones, cuentos y reflexiones del naturalista.

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