entrevista
Mayra Gómez Kemp: «El cáncer me dejó en los huesos y pellejos, pero nunca tiré la toalla»
La mítica presentadora del «Un, dos, tres...» ajusta cuentas con su vida en un libro de memorias
Nacida hace 66 años en La Habana, Mayra Gómez Kemp forma parte del imaginario televisivo de varias generaciones de españoles, gracias al concurso «1,2,3, responda otra vez», para el común de la gente «el un, dos, tres», que emitió TVE durante veinte años. En su libro de memorias «Hasta aquí puedo leer» (Plaza&Janés) cuenta cómo el triunfo de la revolución cubana dejó sin nada a sus padres, que se tuvieron que exiliar con ella y su hermana a Estados Unidos. En Barcelona, de jovencita, trabajó como cantante, bailarina, actriz y ejecutiva publicitaria antes de que Chicho Ibáñez Serrador la viera en un programa de televisión y la eligiera para sustituir a Kiko Ledgard al frente del mítico concurso. Después de seis años de exitoso trabajo, la presentadora más famosa y querida de los 70 y los 80 en España perdió su empleo, aunque no su popularidad. Muchas personas la siguen recordando y parando por la calle, treinta años después, preguntándole por «la calabaza Ruperta» o los «tacañones».
-¿Es más fácil alcanzar el éxito que mantenerlo?
-Sí, mucho más fácil. El burro puede tocar la flauta, pero lo difícil es hacer un concierto.
-Empezó como bailarina y cantante y acabó de presentadora. ¿Se lo había imaginado alguna vez?
-Me imaginé muchas cosas, pero bailé y canté para pagarme la Universidad.
-Llegó hasta a trabajar en un circo, como Bárbara Rey…
-Sí, pero sin elefantes. Fue en un programa infantil.
-Antes de dedicarse al mundo del espectáculo, trabajó en una agencia de publicidad y dirigió a un grupo de creativos.
-Así es. Yo estudié Comunicación, Periodismo y Publicidad.
-¿Recuerda su mejor eslógan?
-El de una marca de maquillajes para mujer. Era: «Yo no uso maquillaje, yo uso Bárbara Bort».
-Luego fue la primera mujer que presentó un concurso en la televisión.
-No sólo en España sino en el mundo. Cuando vinieron los ingleses en 1982 a comprar el formato del «Un, dos, tres», me lo dijo el productor. Ninguna mujer en el mundo había presentado un concurso en televisión hasta ese momento.
-En el programa, ¿memorizaba de pe a pa el guión que le ponía Chicho o improvisaba mucho?
-Yo memorizaba mis actuaciones con los cómicos, porque si les cambiaba un pie les mataba el chiste, pero todo lo demás se improvisaba, porque eran imposibles de prever las reacciones de los concursantes, si eran simpáticos o no, si eran habladores o todo lo contrario. Y tampoco existía el pinganillo ni el «teleprompter».
-¿Y lo de «hasta ahí puedo leer», a quién se le ocurrió?
-Cuando el primer ensayo del programa le pregunté a Chicho que hasta dónde podía leer y él me dijo que iba a poner puntos suspensivos y que leyera hasta ahí. Y eso hice y cuando vi los puntos suspensivos, dije «y hasta ahí puedo leer».
-¿Le daban un plus si el concursante se llevaba la calabaza o un premio barato, o era al revés?
-Jajaja. Ni lo uno ni lo otro. Y no me daban ningún plus. Para el programa era indiferente que el premio fuera bueno o malo. El gasto estaba estudiado y presupuestado según un cálculo estadístico.
-¿Se olvidaron de usted a los pocos meses de que dejara de salir en el «Un, dos, tres...?
-En TVE son como son y yo no esperaba otra cosa de ellos.
-¿Qué le pasó con Chicho, su descubridor, cuando la sustituyó?
-El tenía derecho a hacer lo que quisiera con su programa, pero para mí fue muy doloroso que me fallara como amigo.
-No le dejaron llevarse ni la Ruperta cuando se despidió del programa…
-No, no me dejaron. La pedí de recuerdo pero me dijeron que era propiedad de TVE
-Por cierto, ¿por qué Chicho se llevaba un notario al plató que certificaba previamente el guión de cada programa?
-Porque Chicho era muy inteligente y no quería tener problemas con los concursantes que salieran con premios malos.
-¿Reconoce en algo de la televisión de ahora la televisión que se hacía antes, cuando esta era la estrella del prime time?
-Hay programas-concurso, programas espectáculo, buenos, no tan buenos, hay de todo. Ha cambiado mucho todo, especialmente la tecnología.
-¿Y el cambio ha sido para bien o para mal?
-Para mí, los tiempos pasados nunca fueron mejores.
-Dice en su libro de memorias que «las empresas no tienen corazón...».
-Así es. No conozco a ninguna que tenga corazón.
-¿Qué le pasó con Jesús Hermida?
-Un desencuentro, pero no sé por qué, habrá que preguntárselo a él. Un día en un pasillo de Antena 3 me acerqué a darle un beso y me dijo con la mano que no. Tal vez pensaba que tenía el ébola...
-Reconoce que estuvo intentando perder kilos casi toda su vida y luego los perdió todos de golpe por culpa de un cáncer. ¿Paradojas de la vida?
-Yo, como todas las mujeres, me he pasado toda la vida luchando por mantener un peso y con el cáncer me quedé con los huesos y los pellejos, de campo de concentración.
-Ha tenido que luchar contra dos cánceres, uno de lengua y otro de garganta. ¿De dónde se sacan fuerzas cuando ya no las hay?
-No lo sé, creo que del pensar en la gente a la que quiero y de que no quería dejarlos. Mi marido, mi hermana, las hijas de mi marido....
-Su pareja, el actor argentino Alberto Berco, ha sido su gran apoyo, aunque él intentó en una ocasión suicidarse. ¿Usted lo pensó también alguna vez?
-Nunca se me pasó por la cabeza. Siempre he sido una luchadora y nunca creo que tire la toalla.
-Tiene revisiones cada tres meses, las ves como una especie de propina, de prórroga de la vida...
-Lo veo como un tiempo extra que hay que aprovechar.
-¿Sintió el calor de la gente cuando después de la quimioterapia no se reconocía frente al espejo?
-Después de la quimio y la radioterapia no podía comer, era imposible. Me alimenté primero por vía intravenosa y luego con unos horribles batidos, pero el calor de la gente era lo que me daba alimento y me hizo luchar y seguir adelante.
-¿Y le ayudó eso a recuperar el habla, por el que no daban un duro sus médicos?
-A eso me ayudó el logopeda y el ponerme todos los días delante del espejo a hacer ejercicios vocales.
-Su matrimonio dura ya 40 años. ¿El amor es una cuestión más de voluntad que de química?
-El amor hay que trabajárselo, como todo en esta vida. No se da solo.
-Fidel Castro le quitó todas sus propiedades a su familia y usted tuvo que emigrar, ¿le guarda rencor?
-Mis padres, que eran unos padres excelentes, decidieron que era mejor el exilio que quedarse a vivir allí. Nos fuimos mis padres y mi hermana y yo. No guardo rencor a Fidel Castro ni a nadie porque el rencor es algo que sólo hace daño al que lo siente. Nunca nada bueno salió del rencor ni del odio, sino todo lo contrario.