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Lugar para el reencuentro (35): Un derroche de luz que se despide
«El mañana se presenta ahora en forma de otoño, y aquí aguardamos su tiempo de castañas y de setas»
Éste ha sido un verano de calor implacable que empezó ardiendo, anunció su despedida de forma tormentosa y ahora parece marcharse con la calidez y la dulzura con la que a veces se pide una disculpa .
El verano a menudo me ha parecido un tiempo misterioso, a pesar de su luz , o, quizá, precisamente por ella: en las últimas horas de una tarde estival suelo tener la sensación de que la noche no va a llegar nunca porque el tiempo se ha convertido en luz. Pero el tiempo tiene sus ironías, ya lo sabemos, y después de jugar al escondite, me dice sin contemplaciones: «No te creas tus deseos, que siempre he estado aquí». Y entonces viene lo peor, porque en mí nace, impetuoso, el deseo de vivir y beber toda esa luz antes de que se vaya. Y no puede ser. Bien lo sé. Y éste es el principio de una melancolía estival que coincide con el comienzo del verano. Luego se va pasando, ya que el verano suele ser generoso conmigo regalándome sorpresas, encuentros o situaciones que me permiten irme viviendo de tal forma que el tiempo de nuevo se hace luz y me hace jugar con la idea de que ya no es esa flecha que nos lleva, en una única dirección, a un destino marcado por las sombras. Entre otras cosas, he pasado una vez más por Dublín, invitada por Dublin City University a dar un recital junto al poeta irlandés Ciaran Carson. Acudí patrocinada por la Embajada de España en Irlanda. Guardo un luminoso recuerdo.
El verano se marcha. Su comienzo de fuego ya parece lejano . Queda ahora el resplandor de sus últimas luces, como las que quedan tras la puesta del sol, momento para el cual el inglés tiene una palabra hermosa y perfecta: «afterglow». Quiero despedir este verano con un recuerdo a su comienzo, cuando alguien dijo un día: «Junio siempre me ha parecido una bandada de pájaros.» A lo que yo le respondí: «En Junio se acentúa mi envidia de los pájaros.»
«¿Por qué?», me preguntó con lógica sorpresa. «Porque las tardes largas me recuerdan durante más tiempo que no puedo alcanzarlos. » Su respuesta fue: «Hoy no. Tal vez mañana.»
Se lo agradecí calladamente. En cualquier caso, el mañana se presenta ahora en forma de otoño, y aquí aguardamos su tiempo de castañas y de setas. Y algún fuego que otro en la chimenea. Y un fuego interior que no se apaga. Que no se apague...
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