La inmigración que nos invade (y III)

«La sensiblería no es solidaridad, ni aún menos caridad»

luis sáiz sáiz

Este artículo pretende ser el último de los escritos sobre la inmigración que nos invade, a lo que tengo que añadir que, como todos suponen, no ha sido elegido al azar. Los últimos días nos siguen bombardeando con imágenes que tienden, por buscadas, a provocar la sensiblería, pues están basadas en el falso aforismo de que una imagen vale más que mil palabras. No, señores, una imagen es sólo una imagen y convenientemente tratada, tal como se está haciendo, permite introducir una idea en la mente de los espectadores de manera que éstos no razonen. Añadiré para reforzar lo que digo que sólo las palabras son capaces de expresar y explicar un concepto. Emplazo a alguien a que haga una fotografía del concepto libertad; me malicio que tendrá que utilizar las palabras para explicarlo. Para fundamentar mi razonamiento recordaré el inicio del evangelio de San Juan: «En el principio era la Palabra y la Palabra estaba en Dios, porque la Palabra era Dios».

La sensibilidad ayuda, y esto va para los creyentes, a promover el amor y la caridad, pero sólo ayuda; al final obras son amores y no buenas razones. Muchas veces hemos obrado en ayuda de alguien que lo necesitaba porque él no podía proporcionársela y en cambio el cuerpo nos pedía otra cosa : eso es auténtico amor y caridad, cuando la emotividad andaba por otros lares.

Sé que mis palabras van a parecer duras pero cuando un cirujano tiene que actuar tiene que dejar las emociones en la puerta del hospital y tener la cabeza lo más fría posible, ya que es la mejor manera de actuar en estos casos. Sí, por aquí van mis apuntes: en el tema que nos ocupa conviene ser lo más frío y objetivo posible , aun a sabiendas de que somos humanos y la emotividad será imposible de borrar.

Para tratar el tema empezaré por hacerme la pregunta del adagio latino que se hacen todos los investigadores. ¿Cui prodest? ¿A quién beneficia todo esto? Cuando veo todas las imágenes que se nos muestran y las analizo, me encuentro con que la inmensa mayoría de las personas que veo son varones, hombres jóvenes y fuertes; todo lo contrario de la famélica legión . Se nos vende que huyen de la guerra (en parte lo creo) porque a nadie le gusta tener que luchar en una guerra, pero me permito recordar que todos los días se nos limpia el cerebro diciendo que tienen que huir por causa de una persecución de unos malvados del DAES.

Miren, lo que voy a decir es duro, pero es; cuando persiguen a tu familia tienes el derecho y la obligación de defenderla, cuando persiguen tu modo de vida tienes el derecho y la obligación de defenderla, cuando quieren destruir tu cultura y tu nación tienes el derecho y la obligación de defenderlas, y ahí, en la zona, tienen cantidad de facciones para alistarse y luchar contra el DAES que los oprime.

Estoy totalmente de acuerdo en las necesidades de ayudarlos, pero si ellos no se quieren ayudar, que no pidan ayuda, y que los sensibleros medios de comunicación no vengan a provocar falsa emotividad en mi mente ni en la de los míos.

Alguien que sabía más que yo, un tal Agustín de Hipona (para mí San Agustín), dijo: «Dios que te creó sin contar contigo, no te salvará sin contar contigo». Mutatis mutandis o cambiando lo que hay que cambiar, «si quieres que yo te ayude, ayúdate primero a ti mismo». Echando más leña a este fuego, y según datos que no son míos, más de once (11) millones de sirios han salido de su país en estos cuatro años de guerra. ¿Saben la cantidad de varones en estado de tomar las armas que esto supone? Lo suficiente para que por el mero peso del número hubieran pasado por encima del DAES, pero para la mayor parte de ellos ha sido más fácil emigrar a Europa que dar la cara y salvar a su país, a su religión, modo de vida y familia .

Al ser sólo varones, esto significa que sus familias se han quedado en su país de origen. Si realmente huyen de una guerra, ¿por qué no se traslada toda la familia (en el menor número de casos sí) quedándose ésta en su país de origen? Perdonen, esto se llama emigración y por lo tanto son emigrantes y no refugiados ; emigración de más de once millones que utilizan la excusa de la guerra, y que podrían ser acusados de más lindezas.

Dejémonos de sensiblerías, por supuesto que hay casos de auténticos refugiados, pero los menos , y éstos no justifican lo que nos quieren hacer tragar los medios de comunicación obedeciendo lo que les ordenan las clases dirigentes europeas desde las poltronas de Bruselas.

Para más abundamiento, decir que hay familias que dan más de 10.000 euros a sus jóvenes, que vienen a Europa, mientras ellas se quedan en sus países de origen; ¿eso no es emigración?

Casi todos los que vienen irregularmente quieren ir a Alemania donde las condiciones de acogida son muy favorables: casa, luz, calefacción, clases de alemán… todo gratuito, o sea que vienen sabidos, que diría el castizo. ¿Eso no es emigración y a su vez no apunta todo a un «efecto llamada»? ¿Y si fuera un efecto llamada aprovechando el contexto de una guerra, no apunta a Europa y, por tanto, sus autoridades?

Es muy extraño que España, que hace pocas semanas pusiera reparos a un reparto de poco más de 4.500 «emigrantes», haya aceptado sin rechistar a más del doble hace tres días. El hecho de que nos quieran imponer, vía lavado del cerebro y utilizando imágenes impactantes, la solución de aceptar todo lo que venga es otra prueba de que esto está programado por los que mandan en Europa. ¿Ello supone que no haya que auxiliar a los emigrantes en peligro? Por supuesto que sí hay que ayudar. ¿Ello supone que no haya que ayudar a los refugiados en peligro? Por supuesto que también, pero no más que a un conciudadano que esté en igual situación.

Por otra parte, como esta avalancha siga y ante este «efecto llamada», ¿ se le ha explicado al «pagano» ciudadano europeo de qué bolsillos van a salir los fondos cuando el número de inmigrantes se convierta en pocos años en 20 millones o muy probablemente en más ? ¿Por qué se nos hurta el debate de todo esto?

Como finalización de la pregunta del «cui prodest» diré que no solamente Hungría se opone a este trasiego (la mala oficial) sino también Polonia y ¿Eslovaquia? Aduciendo que ellos no han llamado a los emigrantes que, como vemos, solo quieren atravesar su país. Lo cierto es que saben que el «exceso de emigrantes» alemanes «obligará» a repartir este exceso.

Ya que sabemos a quién beneficia, nos preguntaremos en qué o por qué beneficia a Europa. Europa en la cual estamos lleva imponiendo unas políticas de planificación familiar, pro abortivas (eufemísticamente hablando de salud reproductiva y sexual), ideología de género -éstas últimas en contra del matrimonio tradicional- que ya han abocado en una realidad: el relevo generacional se ve imposible y, por tanto, las pensiones de la Seguridad Social difíciles y escasas.

Nuestros ínclitos y sesudos dirigentes han creido ver en la inmigración –sin bajarse del burro de su dogmatismo- la manera de minimizar el primer problema y solucionar el segundo, por eso todo son facilidades a ésta; nos encontramos en una solución a corto o medio plazo. La razón cortoplacista que acabo de apuntar y la que diré a continuación explican que países como Hungría y Polonia (casualmente países que aún se sienten católicos) le han dicho a Bruselas que el aborto y la ideología de género van contra su identidad nacional y sus tradiciones . De ahí su resistencia a llevar a cabo las políticas citadas y a decir claramente que acoja quien ha llamado, pues lo que se nos avecina va a destruir nuestra identidad europea y tal vez algo más, tal como expondré a reglón seguido. Antes de continuar, decir que yo creo que detrás de esto también se busca la citada destrucción identitaria.

Las políticas antes citadas son comunes y se imponen en toda Europa, so pena de relacionar la implantación de dichas políticas con la concesión de ciertos créditos a los Estados. Las citadas políticas de salud reproductiva y sexual, planificación familiar, ideología de género, etc. se logran dando la vuelta como un calcetín la mente de la población , tras el correspondiente borrado de los valores que son los hicieron a Europa, fundamentados en la cultura grecorromana y cristiana, en España, católica. En ello los medios de comunicación han sido auténticos palmeros. Si a todo lo dicho añadimos unos buenos millones de sirios (la mayoría musulmanes, aquí en España pasó con la inmigración marroquí), las raíces genuinamente europeas serán más fáciles de diluir; lo que es más, en dos generaciones serán más de cien millones en Europa y habremos traslado un problema que no hemos querido afrontar a nuestros hijo y nietos.

Europa debería recordar lo que le sucedió al Imperio Romano, primero se desintegró internamente y luego fue invadido de una manera muy parecida a los pasos que estamos dando, con la correspondiente desaparición de una cultura que sin ser luego igual tardó mil años en recomponerse. En España pasó lo mismo que en Europa y, posteriormente tuvimos nuestra caída particular con el Reino de los Godos. Primero se desintegraron entre ellos internamente y luego una de las facciones (el obispo de Sevilla don Oppas) llamó a los musulmanes para solventar un asunto interno (como ahora), y éstos, sin respetar el acuerdo y desagradecidos (ya que no se integran y quieren imponer su visión del mundo -vayan Vds. a un país musulmán e intenten hacer lo mismo-), dijeron aquello de «Santa Rita Rita, lo que se da ya no que quita», y se quedaron ocho siglos.

Lo contradictorio del asunto es que estos gurús de la ingeniería social deberían de saber que los musulmanes están en contra del aborto, de toda la ingeniería de género y no ya del matrimonio entre homosexuales, sino que persiguen a los homosexuales sean éstos hombres o mujeres, amén de transexuales y demás. Lo diré de otra manera pues ya lo hecho previamente: los errores de los abuelos y padres los pagan los hijos y nietos.

La inmigración que nos invade (y III)

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