artes&letras castilla-la mancha

«La muerte creadora», nueva entrega poética de Dionisio Cañas

«En realidad este libro le fue dictado a Dionisio por la aparición espectral de un palestino muerto surgida hace ya años en Manhattan»

por amador palacios

A la vez que recorro esta flamante publicación, que logra conjuntar tan altas cotas expresivas, hago al tiempo una ansiada relectura de otro suculento volumen: Brownyn, de Juan Eduardo Cirlot, perfectamente impreso por Siruela y escrupulosamente editado por la experta conocedora de la poesía cirlotiana, e hija del poeta, Victoria Cirlot. Y hallo entre el libro cirlotiano y la reciente entrega de Dionisio Cañas muy sabrosos paralelismos. Los contenidos difieren, pero pienso que la tensión de la inspiración, la estructura y cierto orden en la configuración textual son parejos en ambos. Recordemos que el ciclo poético denominado Brownyn surge en Cirlot por el súbito y duradero enamoramiento que el autor sintió por la actriz Rosemery Forsyth interpretando a la muy bella campesina y enigmática doncella Brownyn en la película El señor de la guerra de Franklin Schaffner, ambientada en el mundo celta. Lo que sobremanera encandiló a Cirlot fue ver a Brownyn renaciendo de las aguas del pantano. En esta muchacha hermosísima reconoce Cirlot el mito de su vida. Lo que sólo iba ser un discreto poemario se alargó en 16 cuadernos, donde el escritor barcelonés exhibe los recursos que sintetizan su poética: ritmos canónicos («Contemplo entre las aguas del pantano / la celeste blancura de tu cuerpo»), que originarán múltiples permutaciones, hasta variaciones fónicas construidas con las letras del nombre Brownyn («Yr / Yn / Yb / Yw / Yy / Yo»), pasando por «abusar» de sonidos aliterados: «Un brillo de las brasas en la bruma / me recuerda que busque». Corpus portentoso hecho a base de estrofas convencionales y versos métricos, rimas, «ni buscadas especialmente ni evitadas» como él dice; y también prosas líricas, poemas en inglés y esas permutaciones y variaciones fónicas referidas.

Y si Cirlot hace cundir su inspiración partiendo de la ideología cátara, la de Dionisio Cañas arrancó en el momento de producirse su inmersión en el mundo islámico, viajando por primera vez a Egipto en 2010, y luego a otros países árabes, y a Irán y Turquía, lo que originó un depurado saldo poético oreado en una atmósfera sufista, propia del pensamiento místico iraní. Esta fecunda inspiración la lleva a cabo, como Cirlot, a lo largo de un ciclo poético conformado en Los libros suicidas(Horizonte árabe), que intercala formas en variada panoplia estética: grandes poemas de largo aliento (ese tono mostrado como saludable «imitatio» de las cláusulas clásicas de la poesía oriental); afiladas y densas prosas líricas; o un poema-espejo en español («White») y en inglés («Blanco»); justificado a la perfección todo el compendio, de tanta altura lírica, en la extensa sección final del libro, «Notas del autor», que informan detalladamente sobre los conflictos, que nutren la escritura, entre Occidente y Oriente, los conflictos árabe-israelíes, los conflictos internos de los países árabes, y que exhiben las valiosas opiniones deductivas del poeta y aclaran el proceso de elaboración del poemario desde sus muy concretas fuentes. Hay en ellas un trecho, recogido desde correos electrónicos y presentando en forma de platónica dialéctica, en que Luis Javier Sierra, Alí Menufi y Dionisio Cañas desentrañan el símbolo desde la activa presencia del cuervo en Egipto, ave asociada a los enterramientos. Curioso es constatar que el nombre del mito cirlotiano, la doncella Bronwyn resucitada en aguas pantanosas, significa en la lengua céltica «cuervo blanco».

El conocimiento del horizonte árabe expuesto en este libro, desde luego completa la visión del mundo que firmemente nos venía brindando Dionisio Cañas, neoyorkino que fue durante más de treinta años y un profundo conocedor de los secretos de Manhattan. El trayecto que hagamos por Los libros suicidas nos llevará a enfrentarnos, y meditar en ello, con el tan debatido problema literario de la despersonalización poética; cómo ese Otro que muere en el poema simula ser el Yo biográfico, trayendo así, en la dicotomía «verdad/ficción», ese gran planteamiento que puso en el tablero, con atractiva complejidad, el excelso Fernando Pessoa. En realidad este libro le fue dictado a Dionisio por la aparición espectral de un palestino muerto surgida hace ya años en Manhattan.

Un buen haz de fructíferos dilemas transitan por este libro: «Somos luz y somos sombras», se dice; y se dice también que «es posible el amor» en la confrontación Occidente/Oriente; y el poeta se extiende, en un soberbio texto final, en la oposición entre las ventajas del viaje vertical (espiritual) sobre el horizontal (material), y cómo la poesía, hermanada a cada tiempo, ha de hacer síntesis de ambos. Este autor castellano-manchego (Tomelloso, 1949) muy leal y amorosamente defiende la poesía pero también, con lucidez, constata su fracaso. Su obra se podría definir como Enrique Granell define la de Cirlot. «Es fuego puro, es aquella materia ígnea que siempre ha sido el origen y la instantánea destrucción de la poesía».

«La muerte creadora», nueva entrega poética de Dionisio Cañas

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