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Íñigo Pírfano: «Llevaremos a los grandes olvidados de la tierra el alimento universal de la música»
Bajo su batuta, una orquesta de 150 músicos tocará la Novena Sinfonía de Beethoven en una cárcel colombiana, un orfanato panameño o una aldea de África
Interpretarán la Novena Sinfonía de Beethoven, declarada Patrmonio Inmaterial de la Humanidad en 2003, en una cárcel de Bogotá, o en un orfanato panameño, así como en otros lugares de Latinoamérica, Asia y África. Todo ello dentro de proyecto ya en marcha llamado «A Kiss for all the World» , una idea en la que se fusionan sus dos pasiones: la música y las personas. Un día pensó que «por qué no hacer que, de verdad, la Novena sea Patrimonio de la Humanidad, no solo del exiguo porcentaje de personas que pueden ir a las salas de conciertos». Y se puso manos a la obra. Para ello, reunió a un equipo de «locos, de quijotes, que se enamoraron del proyecto...y estamos haciendo realidad esta gran movilización».
Íñigo Pírfano, fundador y director de la Orquesta Académica de Madrid , licenciado en Filosofía y director de orquesta por la Universidad für Kunst «Mozarteum» de Salzburgo, dice convencido: «La música no sirve para nada, por eso es imprescindible; es lo que nos hace más grandes. Soy un amante del ser humano, creo en él, lo amo y lo defiendo por encima de todas las cosas». Lo cuenta a ABC en Toledo, «maravillosa» ciudad a la que se escapa con frecuencia desde Madrid, donde vive, y en la que encuentra puntos de unión con su proyecto: «Una encrucijada de distintas culturas, de visiones del mundo, de sensibilidades; todo lo que tiene que ver con el sano pluralismo, con establecer un escenario en el que todas las opiniones legítimas, positivas y constructivas cuenten». Y su proyecto pretende defender eso: «devolverles la voz a muchas personas que no la tienen, devolverles la dignidad que nosotros, ciudadanos de sociedades opulentas occidentales, no les reconocemos».
—¿No podría considerarse algo frívolo eso de llevar desde el Primer Mundo a los grandes olvidados de la tierra algo intangible, con las grandes necesidades materiales que padecen?
—A veces, sin decirlo, ejercemos una cierta actitud un poco hipócrita porque los consideramos ciudadanos de segunda clase, e intentamos tranquilizar nuestras conciencias enviando allí tres o cuatro cajas de cosas para que se las apañen. Pero es muy importante también el hermanamiento, el abrazo es también musical, es también de las culturas. No solamente vamos a llevar la Novena de Beethoven, lo que pretendemos en el fondo es que la sociedad revise el concepto de lo que son las primeras necesidades. Si a una persona le parece frívolo llevar la cultura, entonces es que está considerando a esas personas únicamente como estómagos que alimentar, y nosotros coincidimos en que es muy importante alimentar esos estómagos y llevarles ropa y medicinas, pero tan importante como eso es llevarles la dignidad que da la cultura. Y la cercanía, el abrazo que supone acercar una obra de esta magnitud. Es un acto de hermanamiento entre personas de corazón a corazón. No es solo interpretar una música delante de personas desfavorecidas, sino llevarles el mensaje profundo que esa música transmite.
—¿No siente mucha curiosidad por la reacción que encontrará en esas personas?
—Toda la del mundo, pero con la seguridad, a la vez, de que no estamos llevando valores occidentales o europeos, no estamos colonizando con una música alemana; si la Novena de Behetoven es realmente Patrimonio de la Humanidad, entonces es patrimonio de toda la Humanidad, y entonces Beethoven ya no es alemán, es universal; y su sinfonía no es alemana, es universal, es algo que les pertence.
—¿Cómo se plantearán los conciertos, por ejemplo, en una aldea perdida de África?
—Nos gustaría en esos casos siempre plantear los conciertos de una manera muy cercana, muy desestructurada, muy poco solemne. Y seguramente buscando que un grupo de músicos africanos, —cuya música es absolutamente increíble y muy compleja, y rítmicamente nos dan cien mil vueltas—, interpreten antes del concierto, como si fueran unos teloneros, una música suya que hable exactamente de eso mismo de lo que hable la Novena. Estoy convencido de que tienen piezas, melodías, canciones que hablan de la unión entre las personas, esa música que saca lo mejor de cada corazón para unirse al otro corazón.
—La troupe será de 150 personas. ¿Ya las ha reclutado?
—Esas 150 personas proceden de la orquesta con la que llevo trabajando desde hace 15 años, los músicos están, pero lo que estamos haciendo en esta fase de producción, de logística del proyecto, es buscar orquestas locales que nos acojan, que entiendan el proyecto, lo quieran hacer suyo y pongan a sus músicos, de tal manera que lo que nosotros aportamos es un refuerzo, pero la base de esa plantilla orquestal la ponen en cada país.
—Ya hay personas destacadas que apoyan el proyecto.
—Tenemos la suerte de contar en el Patronato de Honor con personalidades de la talla de Plácido Domingo, la baronesa Thyssen, Antonio Garrigues, Luis Rojas Marcos, o Alberto Elzaburu.
—¿Cuándo interpretarán por primera vez la Novena Sinfonía?
—Será el 25 de junio en el Auditorio Nacional de Madrid. El día antes la tocaremos en el Hospital Doce de Octubre para que tenga una carga solidaria , para enfermos de todas las edades, ancianos que no pueden ir a las salas de conciertos. Incluso los que no puedan ir al salón de actos lo podrán ver por circuito cerrado en los televisores de las habitaciones.
—¿Es usted un filántropo?
—Me hace bien. Pienso que esta es una idea transformadora de la sociedad y, por lo tanto, especialmente urgente en los tiempos que corren, en que cada uno de nosotros, la sociedad, está enferma de narcisismo, y solo cuando te abres con generosidad a las personas que de verdad sufren, tus problemas no dejan de estar ahí pero pasan a un segundo plano al afrontarlos de otra manera. Por eso, este proyecto tiene mucho de comunicación, dar a conocer esta gran movilización que quiere transformar a la sociedad.
—¿Qué siente cuando escucha la Novena de Beethoven?
—Las grandes obras sinfónicas, no solo la Novena, nos dan repuesta a las cuestiones que más interesan a los seres humanos: el amor, la muerte y la transcendencia. Todas las obras artísticas están muy emparentadas con el lenguaje del amor, de lo amoroso, y nos enseñan que somos irrepetibles, cada persona es única. Además, la Novena, con ese texto increíble de Schiller: «Abrazaos multitudes, ese beso al mundo entero...» (de ahí lo de «A Kiss for all the world»). Sin embargo, conviene no olvidar que el ser humano no puede abrirse generosamente a los demás y cantar con regocijo ese abrazo universal al que nos invita la sinfonía si antes no ha sabido vaciarse de sí mismo. Con «A Kiss for all the World» queremos recordar a los más desfavorecidos que no están solos. Los que hemos tenido la fortuna de embarcarnos en este sueño no estamos pensando solamente en interpretar una música hermosísima ante los grandes olvidados de la tierra. Esto es mucho, pero es poco; pretendemos que el ser humano y la sociedad se abran con generosidad a los demás y recobren la confianza en sí mismos, con la seguridad de que cualquier esfuerzo por lograrlo habrá valido la pena.