Cuando la alcaldía se vota (y se hereda)

«A mis hijos no se lo aconsejaría, la verdad»

Pedro Lobato Ferrero, del PSOE, es alcalde de Albarreal de Tajo desde 1995. Su padre, también llamado Pedro Lobato, lo fue hasta que en 1985 se dejó la vida en la carretera

«A mis hijos no se lo aconsejaría, la verdad» ana pérez herrera

j.a.pérez

4 de diciembre de 1985. Aquel fue el día en el que cambió la historia de Albarreal de Tajo, un pueblecito de 700 habitantes a 20 kilómetros de Toledo. Pedro Lobato Rodríguez , un autónomo que se ganaba el pan con un camión transportando plásticos por toda la Península, se dejó la vida en la carretera. Era el alcalde. Había llegado al cargo en la Dictadura y lo había mantenido en democracia, ganando las dos elecciones (1979 y 1983) con un amplísimo apoyo.

«Dicen los vecinos que si mi padre no hubiera muerto, yo hoy no sería alcalde porque él lo habría sido toda su vida», dice Pedro Lobato Ferrero (1959), sin caer en la cuenta de que, efectivamente, su padre estuvo en el cargo «toda su vida» aunque, maldita sea, mucho menos tiempo del que le hubiera gustado.

Además de por motivos obvios, y aunque él entonces no lo supiera, aquel estúpido 4 de diciembre de 1985 a Pedro Lobato hijo le cambiaron las bolitas del destino. Dos años después, en 1987, entró en política como concejal, y ocho años más tarde, en 1995, era investido alcalde. Y ahí sigue: 20 años y cinco mayorías absolutas después, a unas semanas de someterse de nuevo al «lifting» de las urnas.

«Fíjese que, cuando mi padre era alcalde, en mi casa no nos enterábamos de lo que pasaba en el Ayuntamiento; yo sigo la misma línea y me va bien». Cuenta Pedro esto porque su historia no se entiende sin su bar. El bar Lobato, uno de los dos que tiene el pueblo. O para ser más precisos, el bar de su mujer.

Porque cuando Pedro se tiró a la arena política «sabía que me repercutiría en mi negocio, ya que los contrarios no irían a tomarse la cervecita. Pero luego con el tiempo... me llevo bien con todo el mundo», reconoce antes de desvelar que las dos primeras legislaturas andaba con el negocio y el consistorio. «Me acarreaba muchos problemas con mi mujer: estaba detrás de la barra, llegaba un vecino y me subía al Ayuntamiento. Y mi mujer, si estaba haciendo la comida, no podía estar en la barra, claro».

Así que desde 2003 está liberado. Pedro en el Ayuntamiento, su mujer en el bar y Dios en la de todos. «Eso del pluriempleo en un pueblo tan pequeño no está muy bien visto. La gente diría: ‘Encima que cobra del Ayuntamiento, también de su negocio’ y para qué queremos más...». Total, que es una de las cuatro personas que de forma permanente tienen un sueldo de la administración. Las otras tres son el alguacil, la interventora y una auxiliar administrativa.

-Juguemos a imaginar. ¿En qué coincide y en qué discrepa con su padre?

-Él, a lo mejor, no se hubiera cambiado al PSOE (su padre se presentó por la UCD y el CDS), porque en otra generación no hubieran ido tan rápido a la izquierda...

-¿Influye la marca PSOE a la hora de ganar elecciones?

-No. Muchas veces los vecinos me comentan que da igual que me presente por el PSOE, los independientes, el PP o IU.

-¿Hay en camino una tercera generación de alcaldes Lobato?

-Mis hijos están en la misma tesitura que yo cuando mi padre era alcalde. Ellos no saben nada del Ayuntamiento y no muestran mucho interés.

-¿Le haría ilusión?

-Según está la situación hoy, que cualquiera te puede poner de vuelta y media en la calle, es bastante desagradable. No se lo aconsejaría, la verdad.

«A mis hijos no se lo aconsejaría, la verdad»

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