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Escritores: ¿nacen o se hacen?
Analizamos si llega uno al mundo predestinado a la creación literaria o si, por el contrario, la formación y las técnicas precisas pueden situar a alguien en el universo literario
Empecemos por el tópico, para variar un poco, y preguntémonos sin rodeos si un escritor nace o se hace; si uno llega al mundo predestinado a la creación literaria, nazca donde nazca, formado o sin estudios..., o si por el contrario el esfuerzo, el tesón, la formación y el aprendizaje de las técnicas precisas pueden situar a alguien que escribe en el universo literario.
Con la ayuda de los alumnos y profesores que hoy finalizan en Toledo el taller de escritura que constituye el II Encuentro de Jóvenes Creadores (organizado por la Dirección General de Empleo y Juventud de la Junta de Comunidades, en colaboración con la Red Española de Albergues Juveniles y la Biblioteca de Castilla-La Mancha ), trataremos de acercarnos a la respuesta. En los seis últimos días, el bello Castillo de San Servando de Toledo ha sido el escenario donde una decena de jóvenes inquietos se han aproximado aún más a esa especie de droga que les atrae sobre todas las cosas, a esa pulsión, esa necesidad de dejar por escrito sus obsesiones, sensaciones, dudas y pasiones.
¿Un laboratorio para fabricar escritores es esto, quizá? ¿se puede enseñar a alguien a ser escritor?El director del taller, el escritor y periodista Víctor Claudín , responde que sí, «de la misma forma en que se puede enseñar a alguien a ser músico o pintor». «Escribiendo, leyendo y comentando mucho; traspasando a la gente que comienza la experiencia que puede tener un escritor, es una buena forma de conseguirlo». Y se queja: «La enseñanza reglada excluye, parece que por naturaleza, el fenómeno de la creación: es más, a veces lo que consigue es disuadir ».
Para combatir esta realidad, escritores como él mismo, Carmen Peire, Alfonso Cervera y Javier Baonza (sin olvidar a Ser gio Martínez, profesor de interpretación en una escuela de actores en Madrid y aquí de guión de cine ) se convierten por unos días en profesores de creación literaria, todo un lujo según comentan los alumnos, aún sorprendidos de este «regalo» que de repente les han puesto en las manos en Toledo, con alojamiento gratuito en un viejo castillo desde donde se divisa una de las más bellas ciudades del mundo.
Escritor, escritor...a decir verdad nunca lo ha sido el joven Héctor Jerez, de 22 años, natural de Torrijos y estudiante de Humanidades en Toledo, con master de Investigación y Gestión de Patrimonio Histórico, -responde muy serio-, aunque luego relaja el rictus cuando explica por qué solicitó una plaza en el taller: «Me apunté porque me gusta bastante leer y siempre he tenido la curiosidad de escribir...pero nunca había sabido», dice, y confiesa: «Ni siquiera lo he intentado porque no sabía cómo, y he venido a ver si me pueden dar una guía». Los primeros días en el castillo le han bastado para considerar que será capaz de hacerlo algún día. En su opinión, «escribir es como el deporte: cuanto más lo practicas, mejor lo vas a hacer».
En una de las clases del profesor Claudín, les pusieron música, una pieza de jazz de la mano de Miles Davis, para que luego ellos escribieran qué les sugería. Héctor imaginó un hombre que acababa de divorciarse de su mujer y volvía al barrio de su infancia, un poco problemático, como su propia vida, aunque luego llegaba la esperanza en forma de reencuentro con un viejo amigo.
Cristina Arcediano es de Zaorejas (Guadalajara) y tiene 23 años. Estudia 5º de Medicina, aunque «siempre me he visto antes como escritora que como médico». Mujer precoz, empezó a escribir en Primaria y desde muy pequeña ya era una lectora compulsiva, hasta el punto de salir leyendo del colegio y llegar leyendo a casa; se leía todo lo que se le ponía por delante, entre otros libros «El clan del oso cavernario», primera novela de la saga «Los hijos de la tierra», de la autora norteamericana Jean M. Auel. Ella lo leyó a los diez años. «Mis padres me castigaban escondiéndome los libros y yo siempre los encontraba». Lo más largo que ha escrito es la primera parte de una novela que está sin acabar y que comenzó con 14 años, aunque es autora de relatos cortos (ganó un certamen nacional dotado con mil euros con uno de ellos) y poesía. Siempre ha escrito de forma autodidacta y ahora es la primera vez que acude a un taller de escritura, que sería «un regalo» para ella «aunque tuviera que pagarlo», subraya. Opina que «tiene que nacer, pero se puede hacer, y se le puede ayudar mucho, pero creo que se nace escritor». «Incluso los artistas que dicen que ha sido por pura cabezonería y empeño, algo tenían dentro de sí... que al fin y al cabo esa voluntad que tienes de crear ya te distingue como artista». Al escuchar a Miles Davis en la clase de Claudín, la música le provocó «mucho desasosiego , mucha intranquilidad, me perturbó muchísimo; me trajo sentimientos que tenía recientes y escribí sobre la soledad y el abandono». Le digo que su profesor piensa que es una buena poeta, y ella sonríe. Porque un poema es lo que Cristina escribió en esa clase tras escuchar a Davis:
«Nos hemos parado los dos al borde de la presa/o eso me gustaría creer/porque no me atrevo a mirarte/Y aquí arriba/ parece que corre el agua/muy despacio/casi tan despacio como llevo pidiéndole al mundo desde ayer/No sé siquiera si flotamos, si estamos suspendidos/si llegaste a existir a mis espaldas, si te arrojaste ya/Pero el mundo se está apagando, y pierdo mi presente/ escuchándote/Tal vez me acompañaste para romperte en un eco,/tal vez soy sólo yo, culpabilizándote por no estar/Sí, ambos sabemos que hemos venido dialogando/y aún así,/quién se enterará si me vuelvo, si permanezco./Ahora sí que me atrevo a mirarte,/o saltaste o te volviste, o no viniste/y el agua de la presa va vertiginosamente rápido allí abajo/No permaneciste, a pesar/de lo que me gustaría creer».
Carmen Álvarez tiene 26 años y es de Orense, aunque estudió en Salamanca Comunicación Audiovisual. «He entrado en este taller por interés en la escritura y porque es una oportunidad para aprender y seguir adquiendo herramientas y escuchar a los demás; aprender de mis compañeros». Carmen escribía mucho de pequeña, se presentaba de forma habitual a concursos, y ganó algunos de relatos. No es muy partidaria «de eso de si se nace para esto o aquello» porque «sin práctica, sin experiencia, sin herramientas, es muy difícil llegar a ser escritor». Por ello, le interesa especialmente este taller, porque «todo ayuda, hasta una clase de lenguaje poético, y al final lo aplicas de una forma o de otra».
El más joven de los entrevistados es Andrés del Álamo, de 19 años, que estudia Sociología y Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid. Lo tiene muy claro: ha venido a Toledo porque este taller le parecía una oportunidad única y «pensaba que puedo aprender aquí más sobre literatura que en cualquier lugar». Él ya ha publicó hace un año un relato en una antología de jóvenes escritores, y publicará de nuevo en este 2015 con la editorial «Páginas de espuma».
La «pulsión» de escribir le entró a Andrés con tan solo 13 años. Recuerda que lo primero que escribió fue «un relato sobre la oscuridad del ambiente escolar...», ese tiempo tan problemático en que siempre hay víctimas. «Pero ¿quién no ha tenido una adolescencia difícil?», se pregunta, aunque -añade- «yo ya salí de ese mundo, está claro», y ahora escribe incluso en tono de humor, el mismo que salpica lo que escribió el otro día en la clase de Claudín tras escuchar esa música de jazz, y eso que terminaba en asesinato: «Me evocó una pareja que se había cargado a alguien en una especie de locura nocturna, por accidente, y tenían que meterlo en un ascensor». Al modo de «cuéntame una tontería cuando llegue la agonía», de Aute, esa risa que nos salva de lo oscuro.
Y «claro que me veo en el futuro como escritor, ojalá, me gustaría, aunque la vida da muchas vueltas, y más en este mundo de ahora en que hay que estar siempre reciclándose y no sé cómo voy a acabar». De momento, Andrés sigue acudiendo (ya lleva siete años) al taller de literatura de Carmen Peire en Madrid. De su maestra dice que «es alguien que me ha convertido en escritor; si no, sería simplemente alguien que escribe como muchos otros que sueltan lo que sea en un papel sin ton ni son».
A la tópica pregunta del escritor nacido o hecho, responde con una tópica respuesta: «un poquito de los dos», aunque se lo piensa un poco y finalmente lanza la respuesta no tópica: «Se nace escritor, sí. Porque si no tienes la pulsión de escribir no puedes forzarte a ello, no puedes entrenarte. Igual que un jugador de baloncesto, también se nace. Yo creo que hay mucha más gente de lo que se cree que ha nacido escritor, no es una cosa de unos pocos elegidos».
La maestra de Andrés, Carmen Peire, opina lo contrario: «Un escritor se hace», dice rotunda, y desde su experiencia de 15 años en talleres de literatura (empezó en el taller de Clara Obligado) sentencia: «Sí es cierto que hay una característica común, es gente que tiene una necesidad imperiosa de sacar algo de dentro, y eso sí que es como el motor que les lleva a sentirse estimulados». Estos llamados jóvenes creadores de ahora se quedan viejos al lado de sus alumnos más pequeños, de 12 años. «Cuando tú estás en la adolescencia, en los 14 o los 15 años, todo el mundo necesita escribir un diario, o escribir un poema. Es un momento estupendo para empezar y canalizar una energía literaria y creativa. ¡O soltar esas frustraciones que uno siente contra el mundo!».
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