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Valle Hidalgo es Dulcinea
La dramaturga y actriz toledana encarna a la musa de Don Quijote en la obra «Dulcinea toma la palabra»
El viejo Madrid, en el corazón del barrio de las musas, unas cuantas manzanas por debajo de donde estuvo el Mentidero de cómicos del siglo de Oro, en la actual calle del León. Una sala de teatro mínima, de esas que salpican el callejero madrileño y el de otras ciudades, manteniendo vivo el rescoldo de la ancestral pasión por el arte de Thalía. Sala El Trovador. Se anuncia un monólogo de Valle Hidalgo sobre Dulcinea del Toboso. Entro. Soy uno entre una docena de espectadores. La sala parece abarrotada. Calculo el número de butacas, multiplicando las cuatro filas (vieja costumbre que tengo y que no sé a qué obedece): no rebasan en mucho la treintena. Somos pocos pero recuerdo aquello de la inmensa minoría y siento que hay ambiente de entrega, de fervor teatral, de expectativa ante una visión renovada sobre el clásico de clásicos.
El conflicto se diseña y define nada más irrumpir en escena esta mujer de teatro nacida en Toledo. El personaje femenino más grande de la historia de la Literatura, como poco equiparable a Elena, a Penélope, a Celestina o a Julieta, es un fantasma que no aparece verídicamente (dentro de la ficción) en ninguna del casi millar de páginas del Libro. Y sin embargo, planea por sobre las más de ellas. Es como si de tan familiar y conocido no hiciera falta visualizarlo.
(Es esta una cualidad del arte cervantino, una más de las muchas que propone y que atesora. Describir sin mostrar. O mostrar sin describir. Mágico Cervantes: lo señaló Julián Marías a propósito de la estancia de amo y escudero en la Casa del Caballero del Verde Gabán. Sin entrar en detalles descriptivos minuciosos, parece que compartamos el silencio, el frescor y la paz de una genuina casa solariega manchega del XVII; el lector se siente huésped de Don Diego Miranda a la par de Sancho y de Don Quijote.)
El personaje, una mujer ideal acicalándose en su tocador en una sesión que dura prácticamente toda la pieza, reprocha a su creador en el año de su centenario que le diera vida (real y soñada, señorial y plebeya, vulgar y sublime, baja e inalcanzable, ordinaria y mítica) pero no le diera voz. Parafraseando al poeta, le queda todo, todo salvo la palabra. Y Valle Hidalgo rinde su particular tributo al doble centenario (el cuarto de la segunda parte de Don Quijote y, en 2016, de la muerte del autor), enmendando la plana al padre de la novela moderna y dando voz a su gran creación femenina, enmudecida hasta ahora.
He escrito voz y, en realidad, son voces pues el juego realidad/fantasía, sin contar con las trapacerías, enredos y mentiras de Sancho, se materializó en dos percepciones distintas de Dulcinea: Dulcinea del Toboso, excelsa y única primera dama del mayor Caballero Andante que surcó, surca y surcará los caminos de la Imaginación, refinada, ideal, con exigencias de perfección, inalcanzable arquetipo directamente emanado del ideal petrarquista y del cortesano amor ; y la rústica Aldonza Lorenzo, basta, populachera, mal hablada, pragmática, física (a veces demasiado). Valle hace un ejercicio de virtuosismo actoral encarnándose en una y en otra, y desdoblándose una y otra vez de Aldonza a Dulcinea, de Dulcinea a Aldonza. Sobre un libreto que refleja la gran versatilidad dramatúrgica de Valle y su fino oído al reflejar tanto el habla melindrosa y llena de prejuicios socioculturales de Dulcinea como el habla popular cargada de casticismos toledanos y manchegos de la Lorenzo.
Incoporando en un espectáculo total que en no decae en ningún momento danza, guiñol (Sancho Panza títere dando su versión de Dulcinea), música, voz en off de un alter ego que actúa como una suerte de Pepito Grillo, la obra avanza, atravesando un sugestivo proceso de desnudamiento del personaje a medio camino entre el strip tease y el transformismo, hasta proponer la síntesis entre Dulcinea, el ideal, y Aldonza, lo real: una mujer autónoma, libre, independiente, la que quizá Cervantes soñó pero los atavismos y corsés de su tiempo le estorbaron materializar. Valle al fin, es plenamente Dulcinea.
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