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Pasión por España

Comentarios sobre el libro «Diario de un ministro» de José Bono

Pasión por España

antonio regalado

«Diario de un ministro», de José Bono (Editorial Planeta, 383 páginas, 22,50 euros) se presenta oficialmente este martes en Madrid, aunque ya ha sido publicitado ampliamente en los programas prime time de las cadenas privadas y se puede comprar en las librerías desde hace una semana.

El exministro de Defensa, diez años después de abandonar la cartera en el primer gobierno de Rodríguez Zapatero, saca a la luz sus apuntes,- «un testimonio sobre hechos, no sobre opiniones», advirte-, en los que desvela que su gran pasión es la política. Y dice más: su pasión es España.

Está dedicado especialmente a los 62 militares que murieron el 26 de mayo de 2003 en Trebisonda, Turquía, cuando regresaban de Afganistán en un Yakovlev 42, realquilado por el Ejército que pagó 149.000 euros y de los que la compañía arrendataria recibió 38.500 . ¿Quién se quedó con esos más de 100.000 euros?

Es una pregunta que Bono se hace constantemente a largo de todo su mandato sin que haya encontrado una respuesta todavía. Cuando se demostró que 30 de los militares no habían sido identificados, Bono gastó buena parte de sus energías en mitigar el dolor de las familias y en intentar que se hiciera justicia. Bono carga contra el dúo Aznar/Trillo por no haber tenido el coraje de aceptar sus responsabilidades políticas. Aprendió bien la lección para activar los protocolos en el accidente posterior (16 de agosto) en el que perdieron la vida 17 militares en Afganistan al estrellarse un helicóptero Cougar. La carta manuscrita que incluye (pág. 262) con el agradecimiento de Rodriguez Zapatero es un tratado grafológico para conocer la personalidad del presidente.

Un hombre libre

El expresidente castellano-manchego escribe este Diario no para justificar sus actuaciones si no para demostrar que la intrahistoria de la política es un camino peligroso, muy peligroso, cuando no se tienen proyectos nacionales. Bono escribe de todo (y de todos) con libertad, como si estuviera diciendo adiós a la política activa. Quizás entendió con Zapatero que la lealtad personal es una cosa y otra bien distinta dar su consentimiento al desmembramiento de la Nación.

La verdad es que hay que tener mucha valentía para relatar lo que ha vivido, (o lo que le han contado), bien sea con el rey (emérito) don Juan Carlos, con los dos presidentes Bush (padre e hijo), con Berlusconi, con Chávez o con el exembajador norteamericano George Argyros. En estas páginas, que no tienen desperdicio, podemos leer que el primer ministerio que le ofrece Zapatero es el de Interior; que Anguita fue falangista; que Ruiz Gallardón realizó 107 saltos en paracaídas y pidió 10 días de prórroga para poder acudir a unas maniobras militares, porque se licenciaba antes de que éstas empezaran, que Trillo cesó al agregado militar en Arabia Saudita porque no le encontró una iglesia para que oyera misa. También explica cómo Joan Puigcercós, de ERC, se ofrece para entrar en el Gobierno de Zapatero.

Es el Rey quien le comunica que será ministro de Defensa pero tras la muerte de Juan Pablo II pone en boca del monarca esta afirmación tan políticamente incorrecta: ¡Si Rouco llega a Papa, qué Dios nos pille confesados! El propio Zapatero le confiesa que «Rouco mandó un SMS en la jornada de reflexión del 14-M con este mensaje: 'Todos a votar. Perdemos. Pásalo'». Y es el cardenal de Madrid el que en una cena se explaya: «En Alemania PNV y CiU estarían prohibidos». Durán y Lleida le asegura sobre Pujol: “Es más amigo de sus negocios que de los ajenos”.

Las conversaciones que transcribe con políticos, empresarios, banqueros y militares (españoles y extranjeros) confirman que Bono se consideraba como un «primus inter» pares porque el presidente, el ministro de Exteriores y el Rey le consultaban constantemente. En algunos momentos da la impresión de que Bono lleva desde el ministerio del Paseo de la Castellana el peso de todo el gobierno de la Nación. Sus viajes alrededor del mundo –de Madrid a Washington, a Londres, a Kabul, a Marruecos, a Chile, a Caracas o a Manila– confirman que «la pasión por España» lo inunda todo en su alma y en su corazón.

Del 11-M y negociación con ETA

Bono accede al ministerio tras el atentado del 11-M. Y, como gran comunicador, entiende que el CNI tiene la mejor información sobre ETA y sobre la tragedia de marzo. Veinte días después de tomar posesión de su cargo –Prisa se la juró porque invitó a Pedro J. Ramírez y al juez Garzón-, presentó un informe al presidente Zapatero en el que concluye que Interior había sido alertado en varias ocasiones desde 2003, tras la excarcelación del terrorista Allekema Lamari, de posibles atentados relacionados con Al Queada y que, por tanto, «el error de culpar a ETA del atetado era disculpable para todos los españoles menos para el ministro Acebes».

La orden de Zapatero para que repatrie las tropas española en Irak, verdadero quebradero de cabeza para Aznar, para Moratinos después y para Estados Unidos, la cumple Bono marcialmente. . Esa firmeza a la hora del repliegue no le impide ir pensando en las compensaciones que hay que hacer de inmediato al imperio como es la de enviar tropas a Afganistán.

En las conversaciones con ETA, que llevaba a cabo el presidente del PSE-PSOE Joseba Eguíbar –«un batasuno sin pistolas», al decir de Iñaki Anasagasti-, Bono se muestra muy cauteloso al considerarlo un buen hombre pero inestable y le pide prudencia a Zapatero. Y es aquí cuando el presidente, semanas después, le espeta: «Otegui no es buena gente pero nos va a conducir al acuerdo con ETA». Y mientras tanto el lendakari Ibarretxe -un fanático-, dale que dale con su mantra del proceso soberanista. Pese al desafío, ZP se muestra partidario de «celebrar un referéndum –que no parezca un referéndum- y por una única vez».

El Estatuto de Cataluña

«Diario de un ministro» empieza con una sorprendente revelación. Artur Mas le dice al presidente en el Palacio de la Moncloa: «Yo voy quitando lo de nación y tú vas poniendo más dinero». ¿Cuál es la reacción del presidente del Gobierno? La desconocemos. Pero si conocemos sus hechos: seguir adelante porque Zapatero tenía un compromiso con Maragall, tras la malhadada promesa del Palacio de Deportes: «Pascual, lo que decidáis en el Parlament, lo aprobaremos en Madrid». Aquí se desvela que los votos de Maragall fueron decisivos en el Congreso del PSOE de 2000 para que ganara Zapatero a Bono. Ganó el Congreso por 9 votos. El Estatuto-Constitución para la secesión era el precio.

Las presiones del PSC, las intrigas de Mas y la poca experiencia de Montilla con su tripartito llevaron a los dos inquilinos de La Moncloa a un callejón sin salida. Bono insiste una y otra vez ante Zapatero para que dé marcha atrás en el Congreso, porque hay dos clases de ministros: los indignados y los que no han leído el texto. «Si Cataluña se define como una nación, pronto se reivindicará como un estado independiente», sostiene el ministro de Defensa. Zapatero le dice que no se preocupe, que él lo tiene todo controlado y que él mismo reescribirá el preámbulo. Bono empieza a dar la batalla por perdida y decide abandonar el Ejecutivo. Lo hará el viernes de Dolores de 2006.

El peso del tiempo nos ha confirmado que Mas no retiró el concepto nación –concepto discutido y discutible, como seguro en el Senado el presidente Zapatero– y que además tanto él como Rajoy han salido al rescate económico tras la bancarrota de la Generalitat. Ahí queda el desafío del 11S del pasado año y la convocatoria independentista del 27S.

Bono empieza a dar la batalla por perdida y decide abandonar el Ejecutivo. Lo hará el viernes de Dolores de 2006. Le duele España. Por sus páginas desfilan los personajes más destacados de la ida nacional. Tiene información suficiente para cesar al JEME Alejandre, no se arrepiente de arrestar al teniente general Mena por cuestionar el Estatuto y dignificó los salarios de los Ejércitos; deja la Ley de Defensa – votada por ERC pero no por el PP - y la Unidad Militar de Emergencias (UME) como legados de un buen trabajo. Y al final del libro da las gracias a unos pocos (Zapatero, que le promete contar con él como presidente del Congreso si repite mandato; Pardo, Chunda,-«un hermano»-, Sanz Roldán) y pide perdón a los damnificados, si los hubiere.

La COPE, -no nombra ni una sola vez a Federico Jiménez Losantos- es su viacrucis en el ministerio cada despertar y así los denuncia ante el Nuncio, el presidente de la Conferencia Episcopal Española y el Vaticano.

El CNI -con Dezcallar y Sainz- es su gran aliado. Nadie como Bono tabula la información que le facilitan los servicios secretos.

Intuye Bono, aunque se lo calle en el Diario, junto a Felipe González, Ibarra, Leguina y Fernández Marugan, que los vientos del Gobierno y del PSOE, con Zapatero al frente, ya no conectan con las emociones socialistas. Ni con la calle. La suerte está echada. Presenta la dimisión en silencio días antes de que ETA anuncie que dejaba de matar. Zapatero no puede retenerle.

El libro no es un ajuste de cuentas aunque personajes como Alejandre, Maragall Aznar o Trillo queden retratados en blanco y negro para la eternidad. Cada página es una sorpresa, aunque por problemas técnicos haya tenido que ser suprimido más de la mitad del texto. De ahí que al utilizar un orden cronológico en algunas ocasiones pase de un punto a otro sin solución de continuidad.

Proclamación solemne

«Los socialistas queremos a España, que ni necesita ser inventada ni se encuentra en discusión. España es y ha sido siempre la pasión de los socialistas». En efecto, España está inventada pero sí se encuentra en discusión desde el mismo día en que ZP dijera en el Senado que «nación es un concepto discutido y discutible».

No puedo afirmar que España sea la pasión de los socialistas, pero sí es la pasión de Bono, según refleja don José en Diario de un Ministro. Hacen falta muchos libros de memorias así para comprender por qué hemos llegado hasta aquí y, sobre todo, para saber a dónde vamos en esta España federal y asimétrica. Gracias, Pepe, por juntar estas palabras de cera con hechos de acero.

¡Oh Dios, qué buen vasallo (ciudadano) si oviese buen señor!

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