música
Romeo Santos desata la locura en Toledo
El artista puso patas arriba la plaza de toros con su bachata en una noche en la que no salir constipado ya fue un triunfo
A Romeo Santos los jóvenes que ahora andamos entre los 25 y los 35 años le estaremos eternamente agradecidos. Hace más o menos una década, las discotecas españolas se inundaron de un virus llamado reggaetón, cuya bandera era «Obsesión» , con una letra tan intensa que nadie se creía. ¿Recuerdan? Aunque a esas alturas de la película (o de la noche) lo de menos era lo que decía, sino lo que posibilitaba: un pasaporte al «perreo» que dicen los latinos, a «arrimar... » en el lenguaje más puramente cañí de toda la vida. [El concierto de Romeo Santos, en imágenes]
En 2015 el reggaetón está tan instalado en la vida española como las penurias a final de mes, y el rey de esa música que invita a hacer cosas sucias es el mismo que el viernes llenó con 8.500 almas la plaza de toros de Toledo en el inicio de su gira europea «Vol. 2 Tour». Entonces era el vocalista de «Aventura»; ahora va por libre.
Dicen que los besos bajo la lluvia son inolvidables y ese halo romántico probablemente dio más gelatina a un ambiente ya de por sí pegajoso. Porque vaya si llovió, pobre del que no tuviera chubasquero. El ruedo era tal tsunami que en Ipurúa (el estado del Eibar) sintieron envidia. Diluvió tanto que cuando, por fin, pasadas las 22.30 horas (en teoría, empezaba a en punto) algo se movió en el escenario, no hubiera extrañado ver a Noé montado en el arca recogiendo animales.
Apareció con ¡gafas de sol!
Pero no. Era Romeo Santos, nacido en el Bronx de Nueva York en 1981 (de padre dominicano y madre puertorriqueña), lo que le da un aura de malote. Color café con leche, perilla recortada y pelo de los que luego intentan imitar en «Mujeres, Hombres y Viceversa», «tu bachatero favorito, mami» apareció con una americana blanca, camiseta, vaqueros, deportivas y ¡gafas de sol!, que por supuesto al segundo tema ya no tenía. El decorado acompañaba al personaje: escaleras muy de gala de José Luis Moreno, flanqueada por dos leones dorados.
Agarró un micrófono del mismo dorado y del tirón cantó «Inocente», «Amigo», «Por un segundo», «Loco», «Jamaica» y «Cancioncitas de amor». Desde la primera estrofa, ya se percibió que el sonido iba a ser justito en los rincones más alejados del escenario. Cosas del tiempo y de un espacio abierto, se supone.
«Que la lluvia no pare esta fiesta» fue su primer mensaje al público, y otras tres bachatas: «Su veneno», «Promise» y «Los infieles». Después vino el primer monólogo de la noche, tipo programa «Furor» , con preguntas trascendentales: «¿Quiénes son más infieles: los hombres o las mujeres?» o «¿Quién manda?», que acabó por sacar los instintos más perrunos: «Hoy es una noche de bachata, de pasiones, de delirio… y de sexo». Romeó lanzó la americana al público y la plaza entera se convirtió en una película de dos rombos rojos al son de «voy a devorarte, nena linda/ hoy es noche de sexo/ y voy a cumplir tus fantasías».
El desfogue pareció traer la calma y «tu bachatero favorito, mami» pidió «un brindis por los mejores fanáticos del mundo: ustedes, los romeístas». Cayeron más bachatas como «Siete días», «La diabla», «Llévame contigo» o «Solo por un beso», a las que Romeo puso fin con un mensaje emocionado: «Que Dios tenga en la gloria al maestro Paco de Lucía . ¡Qué viva España!».
Preguntó Romeo «¿dónde están los hombres enamorados?», cantó «Necio» y se fue a cambiar. Cuando volvió, ahora con pantalón blanco y camiseta oscura, empezaron a sonar los acordes flamencos de «Mi santa», cuyo videoclip grabó en Toledo hace cuatro inviernos y ya va por los 111 millones de reproducciones en Youtube.
Sonó «Odio» y luego «Mi corazoncito», que cantó tumbado en un revolcón-magreo con la moqueta del escenario. Al volver a la Tierra, preguntó: «¿No sé si en España son tan románticos como yo?». Evidentemente, no. Por eso pidió a los hombres que tomaran papel y bolígrafo «y apunten», añadió, en lo que fue una clase (gratuita) de cómo seducir.
«Hágala sentir especial, llamen a su esposa en su peor momento y díganla: ‘Solamente te llamo para decirte que te amo’», dijo, y pareció Berlusconi cuando declaró que su «problema» era «que las mujeres terminan enamorándose de mí». Para entonces, lo más «light» que se oía en la grada era un «papi, te quiero» y, cosas del cariño, hasta dejó de llover (fue breve, la carga volvería).
Acabó en una cama
«Eres mía» e «Hilito» precedieron al «jueguito» de sacar a un «romeísta» de entre el público para que le acompañara con canciones antiguas de «Aventura». Subieron dos y decepcionaron. Pero el tercero, David, con chubasquero y mochila, mereció que le sacaran a hombros por la Puerta Grande por su dominio del recopilatorio bachatero. Ambos entonaron «Ella y yo» , una invitación al adulterio.
La traca final arrancó con un popurrí, siguió con la mítica «Obsesión» y, tras unos minutos de «stand by», apareció Romeo con chaleco acompañado de una imponente mujer con los hombros descubiertos. El asunto empezó en una mesa con dos copas, todo muy meloso, y acabó donde suele terminar una «Propuesta indecente» : en la cama. Los fuegos artificiales avisaron del fin de fiesta dos horas y media después. O del comienzo.
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