CULTURA
Antonio Muñoz Molina: «La herida de la esclavitud fue demasiado grande»
Su última novela, «Como la sombra que se va», se adentra en la mente del asesino de Martin Luther King

«El miedo me ha despertado en el interior de la conciencia de otro». Así comienza la última novela de Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956), «Como la sombra que se va» (Seix Barral) . Un inicio que ya dice mucho de lo que se va a encontrar el lector, que es con una revisión, y en algunos momentos una autocrítica, de la vida del escritor jienense, al seguir los pasos del asesino de Martin Luther King , James Earl Ray , con la ciudad de Lisboa como nexo de unión entre autor y protagonista.
—¿Qué le atrajo del asesino de Martin Luther King y qué le animó a empezar a escribir una novela sobre un personaje así?
—Descubrí a James Earl Ray en una biografía suya que se publicó hace unos años en Estados Unidos. Su vida fue extraña y terrible, pero lo que se convirtió en un acicate novelesco es el hecho de que este hombre estuviera en Lisboa, ya que es muy difícil imaginar a un personaje tan americano en una ciudad así. Es como imaginarte a Humphrey Bogart en Toledo. Esta disonancia es la que me resultó enseguida tan atractiva para empezar a escribir la novela.
—Con todo lo que ha conocido de James Earl Ray a través de los archivos del FBI y de otras fuentes, ¿ha logrado comprender a un personaje así y el hecho que perpetró?
—Los datos para comprender, en la medida que se puede comprender a un personaje así, son públicos y están muy claros. James Earl Ray es fruto de la mezcla del atraso económico, la pobreza y los prejuicios raciales, que es lo que hace que odiara a Martin Luther King, y que miles de blancos salieran a apedrear a los negros por reclamar sus derechos.
—Usted pone el foco en el asesino de Martin Luther King, quien fue realmente el que ha pasado a la historia. ¿Qué supone su figura?
—Martin Luther King fue un símbolo de la lucha por los derechos civiles desde muy pronto, aunque no fuera el principal activista. Además, tenía una profunda e incuestionable conciencia democrática, sin la menor tentación de caudillismo, y cultivó una actitud muy revolucionaria y difícil de defender en las circunstancias de su época, como es la no violencia en un mundo marcado por la violencia. Tristemente, su contribución definitiva al movimiento de los derechos civiles fue su muerte, ya que su asesinato provocó tal escándalo que provocó que muchas políticas sociales avanzadas comenzaran a aplicarse.
—¿Cree que el debate racial se superará alguna vez en Estados Unidos?
—En Estados Unidos ha habido un progreso en muchos campos, que se demuestra en que haya por primera vez un presidente negro. Ahora bien, la herida de la esclavitud y de la segregación racial fue demasiado grande como para borrarla inmediatamente. Por otro lado, ciertos cambios económicos en la vida estadounidense han penalizado sobre todo a los negros, como ha sido la desaparición de los trabajos proletarios cualificados y bien pagados, en la industria del automóvil y del acero por ejemplo. Otros factores que afectan mucho son el crecimiento de la desigualdad y la extrema crueldad del sistema policial y penitenciario.
Minorías en España
—En el caso de España, ¿cree que hay un problema parecido en el tratamiento a determinadas minorías y los inmigrantes?
—Siempre hay que estar vigilantes, ya que todo aquel con autoridad puede tener la tentación de abusar de ella. La democracia se basa en la existencia de controles externos, es decir, cualquier poder tiene que estar controlado por la ley, por la opinión pública, los medios de comunicación... Por eso, no creo que en España haya un problema similar al que existe en Estados Unidos, ya que aquí se hizo una cosa muy poco valorada, que es pasar de no tener casi inmigrantes a tener una población inmigrante enorme con tensiones muy limitadas. En España, de hecho, no hay partidos abiertamente racistas ni xenófobos.
—En la novela hace un ejercicio de autocrítica, echando la vista atrás a su vida y su obra. Llega a decir: «Ahora es cuando siento vergüenza». ¿A qué se refiere?
—Siento vergüenza de cosas vergonzosas. Cuando te has portado mal con otra persona tienes que tener este sentimiento. La literatura no hace daño a nadie, pero me someto a un examen de conciencia de lo que hecho antes. Sin esta voluntad autocrítica no puedes progresar como escritor. Tienes que ser despiadado al máximo contigo mismo, y además tienes que requerir la crítica a los otros. Aun así, nunca escribes nada que esté a la altura de lo que deseas. Por eso, según pasa el tiempo, más pegas ves a tu pasado.
—Hace dos años de su ensayo «Todo lo que era sólido», en el que criticaba cómo han funcionado las cosas en España durante las últimas décadas. ¿Cree que ha cambiado algo tras su publicación?
—Algunas cosas han cambiado para mejor y otras para peor. Hay un cosa que ha cambiado y me parece un buen síntoma, y es que la corrupción ya no provoca indiferencia. Aun así, las cuestiones centrales siguen sin debatirse ni resolverse.
—¿Yqué opina de la reanudación de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba?
—Es una excelente noticia y espero que el Congreso de los Estados Unidos no la torpedee. En Nueva York tengo muchos amigos exiliados cubanos y se han alegrado inmensamente porque es una gente que ha sufrido mucho, sin haber recibido casi simpatía, ya que cuando llegaban a un sitio como España, personas supuestamente progresistas les llamaban gusanos.
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