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Toledo en el corazón de García Nieto
Este año se celebra el centenario del nacimiento de este escritor fundamental en la poesía del siglo XX que pasó su infancia en la capital toledana y nunca se olvidó de ella
La figura de José García Nieto representa uno de los nombres fundamentales de la poesía española del siglo XX. Está considerado como clave en su resurgir tras la guerra civil. Nacido en Oviedo en 1914, durante este año se está celebrando su centenario. Una de las iniciativas más destacadas del mismo ha sido una edición revisada y ampliada de su obra, cuyo antólogo ha sido el talaverano Joaquín Benito de Lucas . El poeta ovetense pasó parte de su infancia en la ciudad de Toledo, periodo en el que inició sus primeros escarceos literarios. El recuerdo de aquel tiempo permaneció siempre presente en su obra, dedicando a nuestra capital un buen número de sus composiciones y algunos poemarios. «Toledo en mi corazón / y en mi soledad tus ojos», escribiría como primeros versos de su Canción de amor desde lejos.
Cuando apenas contaba con diez años, en 1924, José García Nieto vino a vivir a Toledo . Su padre, secretario de ayuntamiento, había fallecido unos meses antes y tras permanecer una temporada en Zaragoza, la familia se estableció en la actual capital de Castilla-La Mancha. Vinieron a casa de su abuelo materno, quien era ciego, residiendo en las cercanías de la Plaza de Zocodover, en la calle de Santa Fe, número 14. Permanecieron aquí hasta 1928, cuando se instalaron definitivamente en Madrid. En Toledo, el niño José se inició en la lectura de la poesía con obras de Campoamor y Gabriel y Galán, y también hizo sus primeros versos.
A su abuelo dedicó el poema El Lazarillo, incluido en el libro Memorias y compromisos (1966), rememorando los paseos dados con él por la plaza toledana: «Salíamos siempre juntos. / «Sube», decía yo al llegar a los escalones / del Arco de la Sangre.../ Y luego: «Baja un poco». Era el bordillo / ya cerca de aquel banco de madera». En ese mismo libro recordó una disputa infantil con otro muchacho, cerca del castillo de San Servando, por intentar colocar una bandera pirata sobre las peñas del cerro.
Concluida la guerra civil, en 1940 salió su primer libro, Víspera hacia ti. García Nieto se integró en el grupo «Juventud Creadora», cuyas tertulias se celebraban en el emblemático Café Gijón y que impulsaron la fundación de la revista Garcilaso, de la que nuestro protagonista también fue director. Dar a dicha publicación el nombre del genial poeta toledano era toda una declaración de intenciones sobre las líneas maestras por las que discurriría su creación poética. Cinco años después, en 1945, aparece su poemario Toledo, donde se incluyen una veintena de apasionadas composiciones dedicadas a la capital castellana. El núcleo de poetas agrupado en torno a él consolidó la corriente conocida como «garcilasismo», abogando por una estética formalista de estructura cuidada y perfecta. Esta manera de concebir la acción poética fue posteriormente cuestionada por algunos críticos, considerando que la misma se alejaba de la realidad social de la España de postguerra y, en cierto modo, sintonizaba con el oficialismo cultural del franquismo.
Durante la década de los cincuenta, ya consolidada su madurez poética, García Nieto prodigó su presencia en actos culturales promovidos en Toledo como la Fiesta de la Poesía celebrada el 25 de marzo de 1955 en la Sala Capitular del Ayuntamiento, en la que participaron Antonio Víctor, Luis Serrano Vivar, Luis López Anglada, Gonzalo Payo, Acacia Uceta, Jesús Acacio, Luis Cornide, Enrique Domínguez, Joaquín León, Eduardo Moro, Ramón de Garciasol, Juan Antonio Villacañas, Leopoldo de Luis y Clemente Palencia. El acto concluyó con la ofrenda de un ramo de flores ante la tumba de Garcilaso, una visita a las ruinas de su casa solariega y un encuentro con el escultor Victorio Macho en su estudio de Roca Tarpeya.
Junto a muchos de ellos, dos años después García Nieto intervino en el homenaje a San Juan de la Cruz que en noviembre de 1957 se celebró en el Paraninfo del Instituto Provincial, en el Palacio Lorenzana. En 1968, en el Museo de Santa Cruz participaría en un nuevo homenaje al gran poeta místico, que concluyó con el descubrimiento de una placa en honor de San Juan en las cercanías del antiguo convento del Carmen toledano. En ese tiempo trató con poetas toledanos de la época como Sandalio de Castro, Hilario Barrero, Clemente Palencia y Juan Antonio Villacañas. Por entonces ya había publicado el libro Geografía es amor (1961), en el que había cuatro poesías dedicadas a Toledo y con el que consiguió el Premio Nacional de Literatura y el premio «Fastenraht» de la Real Academia Española.
Formando parte del grupo de escritores agrupados entorno a Conrado Blanco y sus populares «Alforjas para la poesía», García Nieto participó en diferentes recitales en el Teatro de Rojas , como el ofrecido el 23 de mayo de 1961 con motivo del pregón de las fiestas del Corpus Christi o el 19 de diciembre de 1978 para celebrar el primer centenario del coliseo toledano. En una de estas visitas al Rojas fue fotografiado junto a algunos destacados poetas toledanos del momento como Hilario Barrero, Clemente Palencia o Juan Antonio Villacañas. También, en 1968 fue jurado del premio de poesía «Gregorio Marañón» convocado por el Ayuntamiento de Toledo, y dotado con un premio de 50.000 pesetas, que fue ganado por Luis Muñoz Cabañas con la obra Sueño y confesión del Greco. Al año siguiente actuó, también en el Rojas, como mantenedor de los VIII Juegos Florales Eucarísticos Hispanoamericanos, certamen poético del que fue jurado en varias ocasiones.
En 1962, de los talleres Gómez Menor de Toledo salía impreso el libro Corpus Christi y Seis Sonetos. El poemario hacía el número ocho de la colección «Biblioteca Toledo » dirigida por Villacañas. «Escribir este nombre –decía el mismo refiriéndose a García Nieto- equivale hoy a historiar, con tres palabras, la estrella de la juventud creadora de la postguerra», añadiendo que la poesía del autor había «cruzado las más complicadas geografías del verso». Asimismo, Villacañas consideraba que Toledo, la ciudad que tanto le había hecho soñar desde sus balcones sobre la plaza de Zocodover, tenía mucho que agradecer el poeta por su dedicación amorososa. «El histórico Arco de la Sangre –concluía- siente aún la «presencia» del poeta ausente que sigue consumiendo su luz legendaria y la música del río garcilasista que le arrulla».
En 1965, y con dibujo de Rafael Canogar, publicó un vehemente recorrido histórico-literario por la ciudad de Toledo , editado por la Junta interministerial por el régimen franquista creada para conmemorar los denominados «veinticinco años de paz». Su vinculación toledana se apuntaló a partir de 1969, tras ser nombrado Correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Este reconocimiento se adelantó en una década al ingreso de García Nieto en la Real Academia Española.
La mayoría de sus poesías dedicadas a nuestra capital están recopiladas en el libro Toledo. Edición completa, publicado en Madrid, 1973, dentro de la colección «La Selva de navega». Recogiendo algunas de esas composiciones, Artes & Letras Castilla-La Mancha dedica este reconocimiento a José García Nieto en el centenario de su nacimiento. Un singular escritor, reconocido con el Premio Cervantes en 1996 por el conjunto de su obra, de quien el propio Juan Ramón Jiménez dijo que sus sonetos eran iguales, o incluso mejores, que los firmados en su día por Garcilaso, Lope de Vega, Góngora, Quevedo o Calderón.
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