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Lugar para el reencuentro (19): Relato de Nueva York

«El día de mi encuentro con los estudiantes amanece soleado y el aire de la ciudad se llena de buenos augurios»

Lugar para el reencuentro (19): Relato de Nueva York

por beatriz villacañas

Comienzos de Noviembre. Desde la ventanilla del taxi, que, tras salir del aeropuerto avanza entre la lluvia y un tráfico denso, se divisa Manhattan. A mi llegada a la ciudad, el bullicio de las calles neoyorkinas acompasa el encendido de las primeras luces a la caída de la tarde. En breve, apenas un par de días después, estaré dando mi conferencia Poesía y vida de Juan Antonio Villacañas en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, CUNY. También allí haré una lectura de mis poemas. Todo ello dentro del ciclo «Spanish Poetry XXth Century» y a invitación del poeta y catedrático Hilario Barrero, quien tiene ganado, con todo merecimiento, el respeto, la admiración y el cariño de sus alumnos, como pude comprobar in situ. El día de mi encuentro con los estudiantes amanece soleado y el aire de la ciudad se llena de buenos augurios: en consonancia con el día, el recibimiento del que soy objeto es luminoso. Entro en el aula y noto la expectación en los jóvenes ojos de mi auditorio. Me espera una sorpresa: se levanta de su asiento un estudiante y recita los primeros versos del poema Seguramente, que escribió Juan Antonio en el ya lejano 1964:

Seguramente tengo frío/ y me caliento con mis huesos. A continuación se levanta otra estudiante: Seguramente tengo hambre/ y me alimento de mis dedos. Se levanta un tercero: Seguramente soy un pobre/ que se conforma con su cuerpo. Otra joven estudiante se pone de pie: Seguramente estoy aquí, / seguramente, y tengo miedo. Y así, uno tras otro, van poniéndose de pie los alumnos de literatura española de la Universidad de Nueva York y van recitando sucesivamente los versos del poema de mi padre: Seguramente lo inseguro/ es ser amor y carne y alimento. Seguramente en esta mesa mi plato está lleno de tiempo./ Seguramente vivo, seguramente muero./ Seguramente soy un hombre libre,/ seguramente soy un libre preso. Seguramente miro a la esperanza/ como un espejo más frente a otro espejo./ Seguramente marcharé algún día./ Seguramente vuelvo./ Pero ya no podré, seguramente/ alimentar mi corazón hambriento.

Me han emocionado los estudiantes neoyorkinos. Sin que me abandone esa emoción doy mi conferencia y comparto con los jóvenes mis poemas. Noto su interés y su entusiasmo. Tras el intenso coloquio pleno de preguntas y expresiones de gratitud de su parte, soy yo quien siento que debo darles las gracias: mi corazón, hambriento como todo corazón humano, ha recibido el alimento de la comunicación en la Poesía.

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