Oh¡¡ muerte yo seré tu muerte
Siendo la vida humana el bien más preciado ¿Cómo es posible que soporte tantas incomprensiones? Cuando tendría que ser buscado el momento de su aparición para festejarlo, hay quien se empeña en disimular el brillo de su presencia negando la dignidad de persona al embrión, como si fuera parte de las vísceras de la madre. Y aún mas, se llega a llamar «derecho de la madre» al aborto, que es un claro «infanticidio». Así que, dentro de esta dinámica no choca que no conmuevan los genocidios (Exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de etnia, de religión, de política o de nacionalidad), que se perpetran en la actualidad con luchas y agresiones salvajes por motivo de raza y religión.
No es menos inquietante el interés de sectores definidos para despojar de su criminal realidad a la llamada, con suave eufemismo, «Eutanasia».
Sorprendidos de las maneas que tienen algunos de los tenidos por sabios y notables al disfrazar las mentiras pedimos ayuda para encontrar la verdad. Una verdad que está siendo atacada ferozmente, en estos momentos es «la defensa de la vida» Sí, aunque parezca mentira, la propia vida y su «defensa» está siendo atacada y «destruida», según criterios discrecionales, amparados en un positivismo relativista.
Jesús nos ayuda a encontrar la verdad cuando dice: «Quien pierda la vida por los demás la gana». El la perdió y murió por nosotros y el Padre le Resucitó. Por eso puede decir: «Oh muerte yo seré tu muerte». No perdemos, egoístamente, la vida por los demás porque no nos creemos que así ganemos la nuestra. No hay generosidad en la entrega de la propia vida para que fructifique en vidas ajenas.
Olvidamos que lo último que se puede dar antes, incluso de tenerla, es la felicidad.
Hablando con propiedad encontramos que en este tema se incluye siempre un problema de egoísmo y de falta de principios.
Se defiende el aborto por no determinarse a crear un sistema de ayudas necesarias y convenientes para la madre y para «el que ha de nacer» («Nasciturus») porque se piensa que merman recursos para otros menesteres y complican la administración. Y además por las presiones de las Clínicas abortivas, que dejarían de enriquecerse. Se mira a otro lado al saber los millones que mueren de hambre, por razones de guerra y por otras causas ya que no se tienen en cuenta los elementales principios de humanidad.
Se propugna la «eutanasia», en puro egoísmo, porque los mayores aparecen como una carga pesada y la mejor solución es eliminarlos sin más.
Conclusión: No se defiende la vida, se la ataca directamente por «egoísmo».
Sólo un sistema de valores, que nace del «amor» puede enriquecer de sentimientos y ensanchar de emociones el corazón para que el «egoísmo» se transforme en «generosidad».
Cierto que los valores son fruto de unas creencias, que vencen fríos razonamientos. El peligro que acecha a la falta de valores es el empuje de los instintos que están conduciendo a consecuencias inhumanas.
¿Sería el momento de tener una sola voz los católicos en asunto tan trascendental?
Al menos es hora de unir fuerzas como humanos, como defensores de la vida en sus distintas expresiones y sabiendo que tantos agresores atacan sin piedad nos comprometamos a defenderla con decisión.
La tarea no es fácil y se necesita entusiasmo y valentía.
El día 22 de noviembre tenemos una gran oportunidad con la manifestación para todos.