artes&Letras
El fotógrafo Casiano Alguacil cien años después
El 3 de diciembre de este año de 2014 se cumple un siglo exacto de su muerte
Fue a finales de 1914, cuando los campos europeos ya estaban sembrados de trincheras con tropas hundidas en el barro y la nieve, moría de «senectud» en Toledo el fotógrafo Casiano Alguacil Blázquez según recoge el registro del Hospital de la Misericordia. En esa fecha cerró definitivamente los obturadores de sus ojos que habían captado durante ochenta y dos años multitud de vivencias desde su nacimiento en Mazarambroz, en el lejano 1832, en vísperas de una guerra civil repleta de violencia primaria y notables estrecheces para subsistir en el medio rural.
Aquel escenario empujaría a la familia Alguacil a trasladarse a Madrid, donde se sabe que Casiano trabajó de carpintero antes de dedicarse, seguramente como aprendiz, a la fotografía, novedad estrenada en España en 1839 por liberales gentes de ciencia. Tras una desconocida etapa, aparece en Toledo en 1866, viudo, de oficio fotógrafo, exhibiendo sus trabajos en el mes de agosto en los patios de Tavera. En 1871 se trasladó a la calle Cordonerías 18, precisamente allí donde había estado dese 1863 el estudio fotográfico de González Pedroso. Hasta aquel céntrico ático subía la burguesía local para ser retratada en teatrales forillos, además de poder adquirir alguna carte de visite o fotos de los monumentos de Toledo que vendía por entregas.
Exiliada Isabel II y durante el Sexenio revolucionario (1868-1874), fue concejal republicano, ideología que mantuvo fielmente a lo largo de su vida. Tras el golpe del general Manuel Pavía, Alguacil se volcó en su oficio, atendiendo las catalogaciones oficiales del patrimonio artístico, lo que prueba la confianza ya existente en su hacer, aun cuando mantenía su artesanal técnica de frágiles negativos de cristal. Desde 1881, colaboró en la rehabilitación de San Juan de los Reyes que dirigía Arturo Mélida, concurriendo con el pintor y fotógrafo aficionado Matías Moreno. Viajó a otras ciudades para recoger sus monumentos más emblemáticos. Trabajó para Manuel B. Cossío y otros historiadores fotografiando las todavía desconocidas obras del Greco emplazadas aún en sus lugares de origen desde hacía siglos.
Mientras que los demás fotógrafos toledanos se dedicaban al retrato de galería (Ros, Enrique Blanco o Blas Yela, a los que siguieron Rodríguez, Lucas Fraile o Compañy), Alguacil, instalado ahora en la calle de Comercio, explotó su fondo para el creciente turismo vendiendo imágenes tomadas entre 1880 y 1900: las habituales panorámicas, la eterna Catedral, palacios, calles o patios con pintorescos personajes en sus quehaceres diarios para dar vida a unos desconchados escenarios.
Por profesión e ideología, en la vida de Alguacil se cruzaron personajes de la cultura como el ya citado Cossío o Galdós y de la política republicana como Lerroux, Besteiro, José Vera, Luis de Hoyos, Enrique Solás, Perfecto Díaz, Antonio Garijo o el doctor Gómez de Nicolás personaje referenciado por Enrique Sánchez Lubián en estas mismas páginas semanas atrás. Sin embargo, con el nuevo siglo, aun siendo el decano de los fotógrafos toledanos y gozar de su respeto, el viejo Casiano, con 70 años, estaba ya profesionalmente inerme y camino de sus epígonos.
En agosto de 1906 participó en un concurso fotográfico en Toledo logrando dos galardones: el Premio de Honor y el Primer Premio de la sección «Monumentos y objetos artísticos», al tiempo que sus colegas obtenían otras distinciones. El impulsor del certamen fue el concejal Victoriano Medina, protector y gran amigo que le hizo apadrinar, incluso, una hija suya. A finales de 1908 el mismo edil y otros compañeros (Rubio, Gómez de Santamaría, Conde, Ortiz y Prudenciano) presentaban al Ayuntamiento un escrito con 126 firmas solicitando la creación de un Museo Artístico y Fotográfico con los fondos que había ya cedido a la ciudad, siendo nombrado conservador con una asignación diaria de 1,5 pesetas que luego sería duplicaría. En 1911 falleció su segunda esposa Elisa Hernández, hija del librero José Hernández, y en 1912, en el Hospital de Dementes, su cuñada Salud, su último familiar. Alguacil, ya solo, vivió como pupilo en una pensión del callejón de Menores hasta que, en junio de 1914, fue llevado al hospital donde fallecería meses después. El concejal Díaz-Marta abonó los gastos del entierro y el municipio dispuso una sepultura a perpetuidad.
En 1983, gracias al tesón de Manuel Carrero de Dios ante el Ayuntamiento de Toledo para rehabilitar el legado Alguacil, se consiguió situar su obra en el contexto de la fotografía del XIX. Sus fotos están hoy catalogadas en varios fondos españoles y extranjeros, habiéndose casi duplicado el depósito que él mismo cedió en vida a Toledo como puede constatarse hoy en su Archivo Municipal, además estar a la espera de una nueva investigación a cargo de Beatriz Sánchez Torija.
En la fototeca de ABC existe un retrato del viejo Alguacil, hecho seguramente por Eugenio Rodríguez, sentado, con cierta mirada retadora hacia el horizonte, como ya mostraba en otra foto anterior, presidida por un semblante adusto bajo la gorra, su inseparable pipa y un bastón en mano en arrogante pose, aunque Rómulo Muro, revelase en Albaricoques de Toledo (1893) que en «desacuerdo están su cara y corazón. Y es que, quienes le conocieron ratificaron su cabal cumplimiento, entrega y generosidad, siendo conscientes que gracias a su quehacer fotográfico la ciudad era más conocida en el mundo, afirmación que hoy se puede confirmar como muy atinada, más allá del obligado guión panegírico manifestado por sus amigos hace ahora un siglo al fallecer, en 1914, el fotógrafo Casiano Alguacil Blázquez.
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