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Nuestro poeta en Nueva York (38): Infancia congelada
El poeta, profesor y traductor toledano Hilario Barrero envía desde la ciudad de los rascacielos un nuevo texto que acompaña a una imagen de Nueva York, ciudad donde reside desde 1978
Es un perro lazarillo que se deja acariciar por los niños que pasan por su lado y soporta los comentarios de la gente. No ladra, su mirada es de cristal, vigila el tiempo: ladrón de nuestras vidas. Muerde a la noche, aguanta lluvias, soles y nieves. Está esperando a su amo, que nunca ha de volver, a la puerta de la estación de metro de la calle 72 en Manhattan. Unas palomas revolotean a su alrededor para asustarle, pero no se mueve porque su piel es de barro. Es un perro de todos y de nadie. Cuando pasa el metro su corazón late con el estremecimiento de los vagones. Aunque lo parece, no es una estatua. Es parte de nuestra infancia congelada que nos trae al perrero, como personaje siniestro, con el lazo al brazo, buscando perros sin voz, por la calle de Santo Tomé.
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