ILMA en el ciclo Greco
Los juegos del número tres
El público del Teatro de Rojas supo apreciar el arte recibido del grupo ILMA y premió gustosamente a los artistas
Sobre un escenario en el que se sucedían proyecciones de pinturas (música y pintura comparten retóricas en un mundo de sinestesias), el trío de cámara ILMA ha hecho sonar el mundo romántico del germánico Félix Mendelssohn, el ecléctico del checo afrancesado Bohuslav Martinu y el cálido del latino-caribeño Paquito D’Rivera, tres personalidades distintas y un solo mundo verdadero: el de la música.
Si tres eran los compositores, también tres eran los instrumentos: Rosa Sanz con la flauta travesera, Hernán Milla al piano y David Olivares con el violonchelo. Tres músicos que están trabajando en Castilla-La Mancha en la formación de los jóvenes instrumentistas que se inician en el mundo de la música en escuelas y conservatorios, y que, a la vez, mantienen su actividad paralela como intérpretes.
El Greco, en cuyo ciclo estaba incluido este concierto, se debió sublimar en las pinturas del propio Mendelssohn o en las demás que se proyectaron, y, a buen seguro, de estar, le hubiera encantado la obra de Martinu, por el alargamiento de sus figuras y se hubiera bailado el “Vals venezolano” de Paquito D’Rivera, especialmente arreglado para la ocasión. El Greco lo puede todo y su manto es capaz de cobijar cualquier cosa con arte e imaginación.
El grupo se acopló muy bien con la obra más popular del concierto, el trío de Mendelssohn, en el que se sustituyó el violín por la flauta (algo que ya se hizo en época contemporánea al autor). El “Trío nº 1”, reconocido como una de las más grandes obras de cámara del autor. Cuando esta pieza fue revisada por Schumann, este declaró que Mendelssohn era "el Mozart del siglo XIX, el más brillante de los músicos”. ILMA estuvo excelente en un escenario con una acústica tan seca, como es el del teatro de Rojas; pero aún así el gran piano mostraba una sonoridad amplia y generosa y un rango grande en las dinámicas. El piano fue el eje sobre el que se desdoblaban la flauta por los agudos y el chelo por los graves.
Menos popular, pero no menos interesante, fue la obra de Martinu interpretada en segundo lugar. Bohuslav Martinu fue un compositor de vanguardia tras la Primera Guerra Mundial, luego se pasó a un neoclasicismo con rasgos románticos y también coqueteó con el jazz y con lo popular. La pieza escogida por ILMA, el “Trío H 300”, con resonancias impresionistas y ecos de Debussy y de música popular, nos sorprendió por su vivacidad y sus contrastes, donde los protagonismos, casi solos, de los instrumentos, se ligaban muy bien en el conjunto.
Para terminar el concierto, nos ofrecieron dos piezas del mestizaje que supone Paquito D’Rivera, donde se aúna y sintetiza lo caribeño, lo latino, el jazz y lo clásico. El “Vals venezolano” y la “Invitación al danzón” pusieron un broche colorista y dulzón a la noche musical de ILMA en el teatro de Rojas. Cuba y Creta, dos islas. El Greco se hizo algo presente al menos en esa metáfora de la realidad isleña.
Aunque el programa, intencionada o no intencionadamente, estuvo vertebrado sobre el número tres, el concierto de ILMA en ningún caso resultó críptico. Se componía de tres partes: la primera con cuatro movimientos; la segunda con tres; y la tercera con dos. El bis necesariamente tuvo que ser uno. Y puestos a seguir juagando con la omnipresencia del número tres, podemos decir que un trío toca tres obras de tres compositores, de tres épocas distintas, que son de tres siglos (XIX, XX y XXI), y de tres estilos diferentes. Esto no es el caos, es un juego más de la belleza.
Música e imagen hoy. Pero hay que recordar que, para el trío ILMA, la imagen y la música, unidas en el escenario, ha sido siempre importante. Ya tuvimos ocasión verlos y escucharlos en el concierto “Vox ballenae”, de Georges Crumb, un norteamericano enamorado de la cultura española, y nos causaron muy buena sensación por lo acertado del engranaje audiovisual.
Mendelssohn, Martinu y Paquito D’Rivera han sonado en el Rojas de la mano de ILMA. El público supo apreciar el arte recibido y premió gustosamente a los artistas con la calidez de sus aplausos.