artes&Letras
Tres monjas pintoras vinculadas a Toledo
Beatriz Navarro, Asunción Martínez, en conventos de nuestra capital y María Isabel Guerra Pérez-Peñaranda, en Zaragoza
Se sabe de religiosos seculares y regulares que junto a su vocación primordial, tomaron la pintura como dedicación adicional. De ellos se mienta a varones y apenas a mujeres profesas. No obstante, oportuno fuera hacer referencia a monjas artistas y aquí de tres vinculadas a Toledo .
Así, se habrá de recordar, sin orden de preferencias, a Beatriz Navarro, Asunción Martínez y a María Isabel Guerra Pérez-Peñaranda. Ellas en clausura en diferentes conventos; las dos primeras en nuestra capital, la tercera en Zaragoza. Todas rezando, trabajando para su sustento, atendiendo si preciso fue a gentes de fuera espiritualmente e incluso ayudándoles con alguna posibilidad material. Las citadas encontrando más o menos tiempo libre para dedicarse al Arte.
Beatriz Navarro lleva cerca de cincuenta años en la clausura del toledano Monasterio de clarisas franciscanas de Santa Isabel de los Reyes. Nacida en Segovia, completó sus estudios artísticos en la Fábrica de la Moneda y Timbre, en que ejercen notables hombres que pueden bien enseñar. Es habilidosa no sólo con el pincel, sino asimismo con el barro modelando figuras para un admirado «belén», como aquel que su Comunidad ofreció en su iglesia a centenares de curiosos en la Navidad del año 2000; figuras homogéneas en tamaño y elementos y construcciones acompañados. Pidiéndola con mi voz datos suyos a aumentar, con delicadeza declinó facilitármelos expresando que su vida estaba completamente dedicada a Dios y que no deseaba publicidad. Su pensamiento actual no contradice el que en marzo de 1982 participara con sus obras en el Palacio de Benacazón en exposición colectiva celebrando el VIII centenario del nacimiento de San Francisco de Asís, a cuya regla pertenece. Bien nutrido fue el número de pintores locales que engrosaron la muestra.
Sin encontrar el número de teléfono del femenino convento de Santa Clara, para solicitar informes de otra religiosa allí formando parte de las reunidas en misión, Asunción Martínez, me acerqué temeroso por no haber podido pedir previamente mi intención de visitarlas. Pasé indeciso primero por la plaza contigua, junto a la bien ponderada escultura de Santa Clara, de la excelente autoría de Francisco García «Kalato». Ya dentro pegado al torno, apareció sor María Henar y de inmediato, contactando en franca cordialidad, ella me invitó a entrar en sus ámbitos privados; me mostró un gran retrato del cardenal Marcelo González y otros trabajos más hechos por Asunción Martínez, ésta ya fallecida en 1989 con 61 años de edad; había nacido en Campo de Criptana (Ciudad Real). Sus conocimientos artísticos los había adquirido en la Escuela de Artes, a la que acudía andando a diario por superior y excepcional dispensa.
Y aún más que extraordinaria lo es con sus óleos sor María Isabel Guerra Pérez-Peñaranda, que si bien reside en el Monasterio cisterciense de Santa Lucía, en Zaragoza, frecuentó Toledo. Aquí realizó el retrato del cardenal Francisco Álvarez, puesto en orden con el conjunto de los arzobispos que la historia reúne en la Sala capitular de la Catedral. Otro magnífico ejemplar, debido a su mano, obra en la sede de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo , representando a Félix del Valle y Díaz, siendo éste director de la entidad. Fue nombrada María Isabel a cadémica correspondiente de esta Academia.
Sor María Isabel Guerra viene exponiendo en sala de Madrid, donde vende todo lo colgado. Por obtener buen dinero con ello, insidias no han faltado para acusar a su Comunidad de poseer envidiable fortuna, sugiriendo falazmente ingresos de sospechosa procedencia, que verdaderamente no son otros que los conseguidos por la pintora con sus ventas; dinero que reparten a necesidades de la Iglesia extendida, sin faltarles la generosidad con menesterosos ajenos a su devociones.
María Isabel Guerra pinta además de motivos religiosos, sorprendentes otros con gran realismo y efectos muy luminosos,, sirviéndose de modelos vivos, varios, entre ellos niñas y jóvenes en particular añadiendo fondos hogareños y paisajísticos esplendentes. Famosa ella.