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Nuesto poeta en Nueva York (36): Niebla
El poeta, profesor y traductor toledano Hilario Barrero envía desde la ciudad de los rascacielos un nuevo texto que acompaña a una imagen de Nueva York, ciudad donde reside desde 1978
Cuando la niebla se solidifica y su respiración se va derritiendo y avanza lenta, como una carreta de bueyes cansados, hacia las torres de las iglesias toledanas o los tejados de Manhattan, uno teme que nunca se levante el telón plomizo, que la gasa siga lamiendo con su lengua esterilizada y borre la vida en las ventanas, los guiños en los cristales, la curvatura de los puentes y que la silueta de bailarina acristalada tropiece con la sombra. Uno tiene miedo de que la ciudad se vaya a desmoronar y que una nube de ceniza se desplome hasta el río cubriéndola toda y que la isla amanzanada o la montaña precipitante se hundan para siempre. Sin ellas uno se quedaría condenado. Pero sale el sol y la niebla se licúa milagrosamente en el relicario de la luz.
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