El embrujo de Nereydas
Gran éxito de la orquesta barroca liderada por Javier Ulises Illán en la catedral de Toledo, que acompañó el regreso de la matraca tras un siglo de silencio en las naves del templo
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La catedral de Toledo se llenó de música de Mozart. Nereydas en todo su apogeo, con sus instrumentos antiguos, de época, sirvió para celebrar la recuperación de otro instrumento sonoro, la matraca de la catedral, que volvió a sonar al inicio del concierto tras cien años de silencio. Orquesta espléndida. Coro brillante. María Hinojosa, soprano, extraordinaria. Y al frente todo el conjunto, el joven pero muy preparado director Javier Ulises Illán. El resultado del concierto se resume en la imagen de todo el público (por cierto, el lleno fue absoluto) puesto en pie aplaudiendo y con ganas de más. El arte es profesionalidad, saber y mucho trabajo; eso es lo que puso Nereydas, con la puerta de Reyes como fondo, cuando proyectaba su música hacia el universo imponente de la nave central del templo: una interpretación con profesionalidad, saber y un trabajo minucioso para aunar y empastar tantos elementos complementarios como se dieron cita en el escenario.
El concierto estuvo estructurado en dos partes muy equilibradas. La primera comenzó con la orquesta y la soprano, interpretando con espiritualidad y alegría los tres movimientos del motete «Esxultate, Jubilate», una de las piezas favorita de toda soprano que se precie, aunque Mozart la compusiera para un castrato, que culmina con el «Aleluya», en el que el compositor puso música a una sola palabra. La soprano María Hinojosa, que encendió corazones y congeló la respiración de los asistentes con su voz, abrió el concierto con la luminosidad mozartiana de un «Exsultate, Jubilate» antológico y con el atrevimiento de enfrentarse a un espacio sonoro tan voluminoso como el de la catedral toledana. Culminó esta primera parte con la sinfonía «Praga», ejemplo de estructura clásica que se mueve en un sistema cerrado que la legitima. Mozart ofrece un jardín de senderos variados e imaginativos que se bifurcan y que, al fin, la lógica musical conduce a los límites de su ley. Articular la sinfonía para que nada se escape de su puro equilibrio, requiere la presencia de avezados intérpretes y una dirección minuciosa y atenta para tejer bien la maraña de sendas que conducen a un camino único: el del arte. Si en el adagio, como esa respiración primigenia, el protagonismo reside en las cuerdas, en el segundo movimiento, el andante, se desarrollan secuencias musicales íntimas, donde la cuerda y el viento parecen querer ir en paralelo y apenas rozarse; y se finaliza con el presto, donde todo es rapidez y dominio, con esa serie de imitaciones y reflejos que los instrumentos de viento son capaces de entregar sobre los temas ofrecidos por las cuerdas. Una maravilla de obra, de interpretación y de dirección. Los músicos de Nereydas y su director Javier Ulises Illán demostraron en esta obra lo que son y lo que valen.
La segunda parte, menos densa pero no menos intensa, tuvo su protagonismo en el coro. Fueron músicas compuestas para las catedrales de Salzburgo y Viena que se interpretaron en otra catedral, la de Toledo . Cinco, de las siete obras que se interpretaron, tuvieron en la voz el vehículo esencial para trasladar la espiritualidad religiosa mozartiana y convertirla en una emoción compartida. También tiene importancia el órgano, no en vano Mozar era organista en los templos citados. Los conceptos de saber, profesionalidad y trabajo también los hizo suyo el conjunto coral con un «Regina coeli» fastuoso y un «Halleluja» final (el arreglo que hizo Mozart del de Haendel y que se canta en alemán) entonado con una fuerza, una pasión y una técnica que hicieron levantarse de los asientos con la última nota a los espectadores que llenaron el recinto dispuesto para el concierto.
El Festival de Música El Greco en Toledo ha celebrado la recuperación de la matraca de la torre de la catedral con este concierto, titulado precisamente «Exsultate, Jubilate. Música para una celebración». La matraca hizo sonar sus mazos sobre el metal clavado en la madera y nos recordó la llamada a una espiritualidad y a un rito. Nereydas, que también recupera sonidos (como lo ha hecho, por ejemplo, en «Angélico Greco») quiere seguir recuperándolos de los archivos donde duermen, se ha sumado a la celebración con un concierto necesario que invita no solo a gozar, sino a reflexionar sobre el valor y la verdad del arte (donde tanto suele abundar la impostura). ¡Enhorabuena a Nereydas y a Javier Ulises Illán por su concierto, por la verdad de su música, por su trabajo y por sus deseos de seguir abriendo caminos de éxito en el horizonte musical de la cultura…y poder compartirlos.