OPINIÓN

REHABILITANDO

VENTURA y LEBLIC

Don Licinio de la Fuente y el Hospital Nacional de Parapléjicos

cUARENTA años ha cumplido, cumpliendo, el Hospital Nacional de Parapléjicos y uno, que ha dedicado los cuarenta a su servicio, se siente orgulloso y nostálgico, como creo que todos los compañeros que iniciamos en aquel lejano 1974 nuestra vida profesional en esta institución. Centro Nacional de Parapléjicos se llamó en un principio; los nombres han cambiado pero permanecen los retos, donde no cabe otra senda que la innovación permanente, la investigación y el mejor tratamiento, en las mejores condiciones, para conseguir con plenitud los dos objetivos principales de todo buen profesional de esta casa: la normalización y la inclusión social, cada uno en su área de responsabilidad.

El hospital se ha vestido de solemnidad en su recuerdo, con la presencia de los Reyes de España y de las máximas autoridades sanitarias del país y la región, junto a pacientes, familias y profesionales. No hubo sino luces, como debía ser, pues las sombras se quedan para el bregar del día a día.

Pero hubo una que planeó por la memoria de muchos y, en especial, por la de aquellos pioneros que hicieron historia en este hospital. Historia que mi buen amigo el doctor Mendoza, «protopionero», se fue de este mundo sin conseguir que sus repetidas invitaciones para que este que suscribe elaborase una historia del hospital fuera posible.

Historia que debería comenzar con la semblanza de don Licinio de la Fuente, ese gran toledano (y monteño) quien decidió, siendo ministro de Trabajo, que este hospital se construyera en Toledo y diera cientos de puestos de trabajo y prestigio a la ciudad. Quizá no pudo venir. Quizá no fuera oportuno, protocolario o qué se yo. La autoridad competente sabrá, conocerá y don Licinio comprenderá. Sea como fuere, aquí queda este pequeño recuerdo y agradecimiento sin ningún complejo, hacia quien se merecería alguna memoria en la ciudad, además de la líder indígena guatemalteca doña Rigoberta Menchú Tum, que también tiene sus merecimientos. Unos en el fondo y otros en la forma aceptamos que a don Licinio le debemos algún gesto de gratitud. Pero la Historia no se escribe solo en las placas. «El material de la Historia son los hechos». Demos tiempo al tiempo y también a la investigación de los historiadores.

En fin, al margen de estas reflexiones, enhorabuena a los compañeros del Hospital Nacional de Parapléjicos y animarles a continuar trabajando sin perder el optimismo, con la esperanza en que las cosas mejoren día a día en esa casa, donde muchos hemos trabajado cuatro décadas, con todos los vientos imaginables, y en donde la vida se mueve y renace a diario, gracias a vosotros y al esfuerzo de los pacientes.

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