OPINIÓN
En recuerdo de Julio Cavestany
El domingo pasado falleció en Madrid don Julio Cavestany Bastida propietario de la finca en la que se encuentran los restos de la antigua ciudad andalusí conocida como Vascos. Este año se va a cumplir el 40 aniversario desde que, bajo mi dirección, se iniciaron los trabajos arqueológicos en aquel lugar, los cuales, de una manera prácticamente ininterrumpida, se han mantenido hasta nuestros días. En ningún momento don Julio Cavestany y su esposa, doña Lydia Corsini, pusieron ninguna objeción para que se pudiese intervenir en el yacimiento, lo cual posibilitó que muchos estudiantes se formaran en el mismo, y que muchos vecinos de los pueblos de alrededor pudieran trabajar durante varios meses acogidos a planes de empleo promovidos por la Junta.
En múltiples ocasiones he manifestado públicamente mi agradecimiento a la familia Cavestany-Corsini por la inestimable ayuda que siempre me prestaron y sin la cual difícilmente podríamos haber realizado ese trabajo durante tantos años. Las puertas de su casa siempre estuvieron abiertas para nosotros y esta generosa hospitalidad derivó en una profunda amistad que hemos mantenido a lo largo de estos años.
Arquitecto de profesión, siempre mantuvo una viva inquietud intelectual por todo lo relacionado con el arte y con la arqueología. Siendo consciente del valor histórico y monumental de los restos de Vascos, nunca tuvo inconveniente en que el lugar pudiese ser visitado por el público en el horario marcado por la Administración. Y reflejo de ese deseo de que el yacimiento se pudiese visitar en condiciones adecuadas ha sido la cesión temporal que del mismo ha realizado a la Diputación de Toledo , la cual ha puesto en marcha un ambicioso proyecto que a él le ilusionaba mucho y que desgraciadamente ya no podrá ver. El flujo de los futuros visitantes que acudirán a ver Vascos tiene que redundar en beneficio de todos los pueblos de la zona, que bien se lo merecen.
He considerado que, aunque fuese brevemente, convenía destacar todos estos detalles y hacerlos públicos, como obligado reconocimiento a la actuación desinteresada de una persona que nos ha dejado. No tengo la menor duda que la misma situación se va a mantener con sus hijos, perfectos conocedores de las inquietudes y de los deseos de su padre. Una vez más, reitero mi más profundo agradecimiento a toda esta familia sin la cual Vascos no formaría parte de mi vida.