UN QUIJOTE DE MIGUEL ESTEBAN
Hoy, en el auditorio de la Caja Rural Regional, la Federación Provincial Marsodeto, que aglutina a cerca de 30 asociaciones de discapacitados psíquicos de la provincia, nombrará al nuevo padrino de este año de la Federación. Se cambiarán los trastos -nunca mejor empleado el símil taurin- la actual madrina, la presidenta María Dolores de Cospedal, y el nuevo padrino de 2015, el torero Eugenio de Mora.
Durante el acto, Marsodeto tributará un homenaje súper merecido a Marcelino Casas Puente, sacerdote, creador de la Federación y cofundador de la marcha solidaria con un grupo de maestros cristianos hace ya más de tres décadas y hoy presidente de Honor. ¡Cómo pasa el tiempo!.
En Madridejos, La Guardia, Quintanar de la Orden y ahora en Toledo, en la Casa Sacerdotal, Marcelino ha dejado siempre su impronta y su seña de identidad: «quijote» de Miguel Esteban y haciendo el bien en multitud de obras que excederían este artículo. Sin exagerar. Ha trabajado en las cooperativas de mujeres fundando la primera en la provincia, precursor de las representaciones de la Pasión en la provincia, consiliario de Maestros Cristianos, viceconsiliario nacional de Manos Unidas, peregrinaciones a Tierra Santa y otros escenarios evangélicos, apaga fuegos de muchos problemas familiares, de la Iglesia, muchas cosas.
Poca gente sabe que rehusó al cardenal Cañizares el nombramiento de canónigo de Toledo, con lo que ello conlleva en todos los ámbitos. Algo insólito y que el cardenal admitió cuando supo las razones, que no eran otras que su humildad y sencillez. «Sólo quiero ser un cura de pueblo», decía. Muchos amigos le decíamos antaño coloquialmente «Obispo de la Mancha». Mejor que no lo hayan nombrado obispo.
Hace años recibió en Quintanar de la Orden una de sus múltiples y merecidas distinciones por parte del Gobierno regional de manos de Barreda. Le han sucedido otras, sobre todo recientemente desde que sufriera un problema de salud. Hoy, la familia de Marsodeto, por la que ha luchado tanto y tanto le debe, quiere tributarte públicamente su gratitud. Tu pueblo ha dado muchos migueletes de bien, muchos quijotes como tú tan necesarios en la vida. Un abrazo y que Dios te conserve siempre esa sonrisa.