Los atracadores se ganaron la confianza del joyero con una compra de poco valor
Los tres atracadores que agredieron el martes brutalmente al joyero de Cobisa, Carlos Díaz, y a su padre, José, realizaron una compra de poco valor la pasada semana para ganarse la confianza del empresario. Por eso, los corpulentos individuos (1,90 metros de altura y unos 90 kilos de peso) volvieron el martes por la mañana al negocio con la cara descubierta y sin guantes. Carlos, que estaba solo, les franqueó la puerta y los tres atracadores preguntaron por una esclava que guardaba en la caja fuerte.
Cuando Carlos se giró, los ladrones aprovecharon para patearle y ensañarse a puñetazos en el suelo. Lo ataron a una silla, le taparon la boca con un esparadrapo y lo metieron en un salón de la joyería, de dos plantas (el negocio fue antes una vivienda). Carlos, de 33 años, les insistió en que cogieran lo que quisieran porque temía que su padre llegara en algún momento. Sin embargo, los ladrones prefirieron esperar los 20 minutos que tardaría la caja fuerte en abrirse, más o menos el tiempo que duró el atracó.
Mientras tanto, el director de la sucursal de la Caja Rural Castilla-La Mancha, situada a unos 15 metros de la joyería, se acercó al negocio. Le llamó la atención que la puerta principal tuviera la persiana bajada y hubiera papeles tirados por el suelo. Se acercó a un bar próximo, donde el empleado de la entidad financiera se encontró con el padre del joyero, de 75 años. Este, extrañado, se acercó solo para ver si le había pasado algo a su hijo.
Por la puerta de madera de su vivienda, que da acceso a la joyería, el anciano llegó a la oficina. Allí, escondidos, le esperaban los delincuentes, que le golpearon duramente en la cabeza por detrás justo en el momento en que José descubría a su hijo amordazado en el suelo y se agachaba a ayudarlo. Recibió más golpes en el rostro y le atacaron sus piernas con una sábana.
Nariz rota
Carlos, entre lágrimas, les rogaba que cogieran todo lo que hubiese en la caja fuerte, pero que no les pegaran más. A su padre ya len había roto la nariz, le habían desencajado el maxilar inferior y le habían partido algún hueso de la órbita ósea de su ojo derecho, según el relato de un familiar.
Abierta la caja fuerte, los ladrones se marcharon con joyas y dinero. Carlos pidió el teléfono móvil a su padre y pudo avisar para que les socorrieran.
José pasó ayer a planta en el hospital Virgen de la Salud de Toledo. Allí se encontraba Carlos, acompañando a su padre, a la misma hora en que numerosos vecinos se concentraban delante de la joyería para mostrar su apoyo a los heridos y a su familia.