Teatro
Éxito de Los Mácbez en el Rojas
Un texto clásico, una escenografía moderna, una contextualización de la ambición en la vida real, corrupción a troche y moche, Los Mácbez, la obra perfecta para el hoy y ahora.
Evidentemente estos Mácbez no es el Macbeth de Shakespeare, al menos en apariencia, pero sí hay mucho del texto del autor inglés y, por supuesto, su fondo de pasiones y ambiciones, su desgarro, la falta de escrúpulos, las artes aviesas para conquistar el poder y el pasar por encima de las personas pisoteándolas, desahuciándolas sin compasión.
La historia que se representa es dura en sí, pero se hace más evidente por el espacio escénico que se ha ideado, en el que la iluminación juega un papel protagonista, que nos lleva de la realidad a la metáfora, o a un mundo interior y surrealista en el que no caben los argumentos ni las razones, en donde no es posible la emoción sana y los valores, sino lo más áspero, punzante y descorazonador de la condición humana. Macbeth y Los Mácbez giran en torno a la ambición desmedida y la irracionalidad, que son capaces de destrozar al individuo y a las instituciones, tanto da que sea en la Escocia de la obra shakespeariana, en la Galicia de la versión de Cavestany/Lima o en la realidad toledana del teatro de Rojas. La fatalidad y el despropósito corrompen los valores. Esa es la lección de este Macbeth/Los Mácbez que debe llevar a la reflexión a una sociedad como la nuestra.
Las ideas se llevan a escena en un marco catódico, casi televisivo, de luz espasmódica y destellante y de música a veces estridente, que unas veces acerca y otras parece que todo lo que ocurre se aleja de la realidad del espectador; pero no es así, pues esos cambios de plano conllevan un cambio de universo y sirven para evidenciar el perverso corazón de las personas en el que anidan los deseos que son aviesos como serpientes. Surrealismo y locura, puede parecer, pero es la realidad dura que ni mirar queremos, pero que está ahí, no en la literatura, sino en los hechos que nos rodean y en el mal ejercicio del poder.
Los Mácbez es una imaginativa apuesta teatral, en la que no podemos deslindar mucho fondo y forma, escenografía y texto, porque el todo crea una red que se entreteje para que los hilos del ovillo, tras vueltas y más vueltas, sangre y más sangre, brujas y más brujas, noches y más noches, nos lleven al nudo donde la maldad y la locura de esta familia simbólica se ponen de manifiesto. Todo este entramado dirige de tal manera al espectador a ese torbellino de maldad que casi no da opción a pensar. Es como si Shakespeare/Cavestany/Lima afirmaran: esto es lo que hay y solo esto, así es la vida.
Excelente resulta el trabajo actoral. Carmen Machi excepcional en su natural dominio de la escena; Chema Adeva, Rulo Pardo, Rebeca Montero, Jesús Barranco y Laura Galán se multiplican en diversos papeles y aportan la profesionalidad y altura interpretativa que hacen posible la verosimilitud de la exagerada historia que representan. El mediático Javier Gutiérrez, que realiza un extraordinario papel en la construcción de su personaje, sin embargo, a veces, da la sensación de querer elevarse por encima del conjunto y eso evidencia una hiperactuación que desequilibra un poco en el conjunto. Pero está muy bien ese contraste entre el matrimonio Mácbez (Machi y Gutiérrez), dos zoquetes venidos a más por obra y gracia del nepotismo y de la capacidad manifiesta de trepar en política.
Al fin de la representación te queda la sensación de haber degustado un teatro imaginativo, nuevo, que salta de lo travieso a lo reflexivo, y hace que confluyan ideas universales, como las de la ambición y la fatalidad, con los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa, es decir, con lo que pasa en la calle.
El público del teatro de Rojas puesto en pie aplaudió largamente el trabajo y no salió en silencio, sino comentando los pormenores de lo que acababa de ver, que es tan buen síntoma como los aplausos mismos.
Vaya mi felicitación por su programación , como asiduo al teatro de Rojas, a esta institución cultural, que ha logrado ser la más asentada y de las de mejor imagen de la ciudad desde hace más de veinte años. Y vaya también mi solidaridad, pues dados los tiempos que corren y las cosas que pasan, como nos ha demostrado la familia Mácbez en esta función, todo pudiera ocurrir que se fuera al garete por un vete tú a saber qué que los toledanos jamás entenderíamos.