La fuerza molinera del río Tajo
Sancho le insistía a don Quijote en que no eran gigantes, sino molinos de viento. Pero la urgencia de aventuras y la imaginación pudieron más que el empirismo del bueno de Sancho. A nosotros esto nos pasa también cuando nuestros miedos interiores nos hacen ver gigantes que van contra nosotros, cuando se trata de inofensivos molinos de viento. El caso es que el molino es un símbolo de La Mancha gracias sobre todo al Quijote. En muchos pueblos manchegos se alzan en montículos esperando que sus brazos sean movidos por el viento. Ahora los molinos han cambiado su diseño, van más al grano porque son minimalistas y lo importante son las aspas, y sirven sobre todo para la generación de energía.
Digo todo esto porque mañana lunes se presenta un libro muy interesante titulado «Los molinos de Toledo» en la Biblioteca de Castilla-La Mancha. La autora es Noemí García, una bióloga que vivió una temporada en Toledo. Ella se preguntó qué serían esos restos que vemos que bordean el río Tajo (como lo que llamamos El Piano, al pie de cerro del Bú) o que están en medio (como los que se alzan al pie de la ermita de la Cabeza). Se interesó por este tema y el fruto de su investigación lo ha plasmado un excelente y didáctico estudio sobre ¡los 13 molinos que había alrededor del Tajo! Los ríos manchegos no se caracterizaban por tener una gran corriente y por eso había que acudir al viento. Pero el Tajo era una excepción y en la zona que va desde Safont hasta la fábrica de Armas se aprovechó para instalar numerosos molinos, como lo atestiguan algunos restos que todavía podemos contemplar.
Eran molinos que se dedicaban a triturar el grano de trigo para producir harina, y luego después, se emplearon para conseguir electricidad. El libro, que pertenece a la colección Toledo en tu mano y viene acompañado de ilustraciones para identificar y asociar los molinos con lo que queda de ellos, tiene mucho interés porque explica las vicisitudes (de quién era, sus características, restos, etc.) de cada molino.
Se trata de conocer una parcela del pasado vinculada al río y nos advierte de la importancia de que se conserven los pocos restos que permanecen contra viento y marea. Una época en la que el río Tajo bajaba con una corriente vigorosa y el agua no estaba tan sucia. Para el río Tajo el tiempo pasado sí fue mejor. Y ya tiene un agua pasada que no es capaz de mover molinos.